XII

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Stannis no había tardado mucho en cumplir su promesa.

Cada día, un grupo de personas del Pueblo Libre era sacada al patio y ejecutada por orden del "rey". ¿Que de qué se acusaba a esa gente? Bueno, muy simple: de nacer en la parte equivocada del mundo y seguir al verdadero rey.

Una semana había pasado desde que Mance dejó este mundo. Una maldita semana que le parecían años.

No sabía como aguantaría todo el peso que su rey le había dejado, si ni siquiera era capaz de defender a esos inocentes. No podía empezar su reinado sola, de eso estaba segura, necesitaba a alguien más fuerte e igual de inteligente que ella a su lado, y su nombre lo conocía bien: Tormund Matagigantes.

Fue el último deseo del Rey Más Allá del Muro: encontrarlo y traerlo a casa. Pero aquello no sería su hogar. Sabía muy bien como era el salvaje; no aceptaría de buen grado vivir al lado de las personas que asesinaron a su rey, aunque, esa era otra cuestión, ¿sabía que Mance había sido quemado vivo? Posiblemente no.

Quizás allá donde estaba el Matagigantes esperaban con ansias el regreso de su amado rey. Pero pobres los que pensaran que Mance Rayder renacería del fuego, pues se equivocaban.

La princesa salvaje caminaba en círculos por su habitación. Sus pensamientos la angustiaban de tal forma que siquiera era capaz de dormir algo. Se paró al lado de la ventana, y se sentó en el marco de ésta.

Observaba por el leve cristal empañado, la figura del Lord Comandante moviéndose hábilmente por el patio. Estaba entrenando a sus nuevos cuervos, y por lo que veía, no eran muy inteligentes a la hora de sujetar una espada. Que suerte haber luchado con gente como esa en el asalto al Muro.

Golpe tras golpe, Jon conseguía derribar a sus adversarios. Por la cara que ponía eso no era lo que quería, y lo entendía bien, ¿de qué le serviría ganar a esos muchachos si después ellos no serían capaces de matar a nadie?

Estaba demasiado concentrada en las vistas que tenía que ni siquiera sintió que alguien había entrado en la habitación.

Su anónimo visitante tosió un par de veces como señal para hacerse notar, a lo que Val respondió volteando su cabeza para enfrentarlo.

En un primer momento no se acordaba de él, pero tras remover distintos recuerdos en su cabeza, la imagen de ese hombre, montado a caballo junto a Stannis el día que la apresaron, apareció.

-¿Qué queréis?- Preguntó bruscamente con la voz ronca.

Llevaba varios días llorando a su rey, y cualquiera que la viera lo sabía; solo había que fijarse en sus ojos rojos (antes grises) y lo demacrada que tenía la voz.

-El rey Stannis desea veros, princesa.

¿Princesa? ¿Acaso tenía el valor de insultarla de esa forma en su propia cara? Estaba harta de discusiones, y su cuerpo estaba agotado de ellas también, por lo que dejó que aquel hombre siguiera hablando.

-Quiere tratar con vos un asunto de vital importancia.- Le hizo saber aquel hombre.

-¿Y por qué no viene a mi habitación en vez de mandar a uno de sus arrodillados a buscarme?

-El rey es una persona ocupada como ya sabréis...

-No parecía muy ocupado el día que mi verdadero rey murió.- Lo interrumpió levantándose del marco de la ventana desafiante.- Es más... yo creo que disfrutó mucho cuando escuchó los gritos de dolor de Mance Rayder...

The Price of BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora