Prólogo

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"Varamyr..." susurró una voz que procedía del viento.

El cambiapieles estaba caminando por el bosque, pero ni él mismo sabía muy bien a donde se dirigía. Llevaba largo rato siguiendo un rastro de sangre que había hecho que el blanco de la nieve se tiñera de rojo. Se preguntó varias veces de dónde vendría aquella sangre, y lo más importante, si era humana. Por aquellos bosques era normal que las criaturas y otros seres que habitaban por allí salieran en plena noche y mataran tanto a exploradores cuervos, como a hombres, mujeres, o incluso niños del Pueblo Libre. También se le vino a la cabeza la idea de que fuera el cadáver de algún animal que un lobo había cazado; pero era demasiada sangre para un solo cuerpo.

"Varamyr..." volvió a llamar aquella voz escalofriante y angelical.

No quería escucharla, solo quería saber de dónde provenía toda esa sangre y luego volver al campamento lo más rápido posible. Alzó la vista al cielo y pudo observar lo nublado y gris que estaba. Una tormenta se acercaba; Varamyr pudo deducirlo por el frío aire que le azotaba la cara y la gran cantidad de nieve que comenzaba a caer. A medida que se acercaba a su destino, el viento le azotaba con más fuerza en la cara y la visibilidad disminuía. Ya no lograba ver nada; ni árboles, ni rastro de sangre, nada. Se dejó llevar por su intuición mientras lo único que veía era nieve. Era normal que en aquellos lugares tan fríos se produjeran ese tipo de tormentas; pero él no había visto nunca una como aquella.

"Varamyr..." susurró nuevamente aquel hilo de voz, que hizo que las ramas de los árboles se movieran. "Varamyr..." los árboles le llamaban, pero él estaba demasiado concentrado en ver que se escondía tras aquella ventisca.

Comenzó a caminar más deprisa; pensó que así sería más fácil deshacerse de la ventisca, pero solo lo empeoró. Todo era blanco, no veía nada más que blanco. Se preguntó dónde estarían sus lobos y su águila. Siempre lo seguían allá donde fuese y le pareció extraño que en esa ocasión lo hubieran dejado solo vagando por el bosque. Con la visión de uno de mis lobos podría orientarme mejor y oler la sangre de cualquier cadáver que se esconda tras esto, pensó para sí mientras se quedo parado en medio de la tormenta. Podía oir como el viento movía las ramas haciendo que crujieran e incluso que algunas de ellas se rompieran cayendo al suelo. Cerró los ojos dejando que los sonidos del bosque invadieran sus oídos, mientras esperaba a que se pasara aquella molesta tormenta. Debería haberme quedado en el campamento con los demás. Si tardo en volver Mance retrasará la marcha. Pero a pesar de lo que los pensamientos de Varamyr dijeran, la curiosidad del cambiapieles era tan grande que eso le impedía estarse tranquilo en un mismo lugar durante mucho tiempo.

Poco a poco sintió como el viento iba soplando más suave hasta desaparecer por completo; ahora pequeños copos de nieve se le posaban por todas partes, por el pelo, por la cara, por las pieles con las que se vestía... Varamyr volvió a abrir los ojos y se encontró frente a él el gran Muro de hielo que dividía Poniente de todo lo que había más allá de éste. El cambiapieles abrió tanto los ojos que parecía que se le saldrían de las órbitas en cualquier momento. Encontrarse el Muro delante de él así como así debía de ser obra de brujería. Estoy soñando, nada de esto es real. Puso una mano sobre el frío hielo del que estaba hecho. Estaba tan confuso que ni él mismo conseguía entender nada de lo que pasaba. Puede que sea un sueño, pero parecer tan real... pensó. Un leve pinchazo recorrió su mano haciendo que la apartara con rapidez. Era la misma sensación que siente una persona cuando se quema; pero aquello no era fuego, era hielo, solo frío hielo. Volvió su mirada hacia su mano y vió como ésta comenzaba a sangrar; no pensaba que se hubiera hecho una herida tan grave. La sangre no paraba de brotar de sus dedos haciendo que hilillos de sangre le recorrieran la mano llegando hasta su muñeca, mientras pequeñas gotas rojas caían al suelo. Levantó la mano para observar mejor la gravedad de su herida, y entonces algo mojado impactó sobre su nariz. Creyendo que sería una gota de lluvia, pasó un dedo de la mano que no estaba sangrando sobre ella y vió que también era sangre. La confusión y la curiosidad crecían cada vez más en Varamyr; tenía que averiguar que significaba todo aquello. Al observar por segunda vez la pared de hielo que tenía frente a él notó algo diferente a la vez anterior que la miró; el Muro estaba llorando sangre. Era normal que en los días en los que el Sol calentaba mucho, el Muro se derritiera un poco haciendo que llorara. Siempre llora hielo no sangre, pensó mientras las gotas de sangre le caían en la cara como si de agua de lluvia se tratase. Se limpió rápidamente la cara asqueado. Mientras se la limpiaba sintió algo mojado en sus pies, bajó nuevamente su mirada al suelo y vió que es lo que hacía que sus pies estuvieran mojados. Un gran charco de sangre se acumulaba bajo él. He estado siguiendo el rastro de mi propia muerte, sintió como un escalofrío le recorría todo el cuerpo mientras se apartaba lentamente de allí con la mirada todavía fija en su propio charco de sangre.

The Price of BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora