V

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Stannis se encontraba sentado sobre el escritorio mientras escrutaba a Val con la mirada. Ella permanecía delante de él, de pie, con la cabeza baja y las manos cogidas una de la otra, así evitaba que le temblaran de nervios. Pero que no se equivocara, su nerviosismo no lo causaba la presencia del "rey", si no las palabras de Varamyr; aquellas últimas y condenadas palabras. Serás grande Val..., recordó con pena, generaciones hablarán de ti... Todos recordarán a Val Stark... Val Stark... Val Stark... Aquel maldito apellido no paraba de sonar en su cabeza. No es que no confiara en Varamyr; era difícil no hacerlo después de todo aquello, pero todavía quedaban Mance y ella, y por supuesto, no iba a permitir que mataran a su rey. ¿Dónde estás Mance? ¿Por qué no vienes cuando más te necesito? A lo mejor ya estaba muerto. Quizás si los dioses eran buenos le habían dado una muerte más digna que morir quemado; pero en su interior, Val sabía que seguía vivo. Un instinto se lo decía.

Los pasos de Melisandre eran el único sonido que se escuchaba en la sala. Ella siempre estaba con Stannis, así que no le extrañó mucho verlos juntos. Ahora los dedos del "rey", que no paraban quietos en el escritorio, se unieron a la música que producían las pisadas de la bruja.

-¿A qué se debe el escándalo que habéis formado en el patio?- Quiso saber autoritario Stannis.

Pues empezamos bien..., pensó haciendo una mueca que él pudo divisar perfectamente. Val se limitó a no contestar, al fin y al cabo no era nadie para ella, solo el asesino de su gente.

-Vuestro rey os ha hablado, princesa.- Dijo la bruja esbozando una sonrisa.

Val subió la mirada molesta hacia ellos dos. Ese hombre jamás sería su rey, y mucho menos iba a permitir que la insultaran llamándola princesa.

-Yo solo tengo un rey, y no sois precisamente vos.- Contestó en tono desagradable.- Y mucho menos soy una princesa. Quiero que se me trate conforme a lo que soy: Val.

-No estáis en condiciones de pedir nada, princesa.- Este hombre quiere que lo mate.- Recordad que vuestros días como una... salvaje han acabado. Ahora sois mi prisionera y haréis lo que yo ordene.

-No penséis que voy a servir al hombre que mata al Pueblo Libre.- Respondió insolente sin apartar la vista de él.- ¿Cómo se que no planeáis matarme a mi también?

-Porque ese destino lo tengo reservado para Mance Rayder.

Aquellas palabras fueron como puñaladas para Val. ¿Matarlo? ¿Por qué tenía tanto afán en aquello? Él no le había hecho nada. En ese momento Val hizo lo que cualquier mujer con un poco de sentido común haría: defender a su familia.

-Por encima de mi cadáver.- Murmuró enfrentándose a él.

-Si así lo queréis entonces se hará.- Alegó encogiéndose de hombros.- Pero tengo otros planes para mi princesa de los salvajes...

-¿Mi?

Aquella situación la ponía de los nervios, ese hombre no paraba de insultarla y encima amenazaba con matar a su cuñado, ¿cómo podía si quiera estar escuchándolo?

-Sí, mi princesa.- El "rey" resaltó sus palabras y se sentó en la silla que quedaba justo detrás del escritorio.

-No soy vuestra.- Replicó haciendo una mueca de asco.

-Asimiladlo. Os tomé como prisionera, estáis encerrada en una habitación custodiada día y noche... claramente me pertenecéis.- Dijo soltando un bufido molesto ante la conversación.

La prudencia la hizo callar, porque si no ese hombre ya estaría muerto. Por una parte se dio cuenta de que Stannis tenía razón, ella era su prisionera; pero todavía no lograba entender por qué era suya. ¿Acaso ese hombre tenía derecho a decidir la vida de Val? No, por supuesto que no, ella era libre por muy prisionera que fuese.

The Price of BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora