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TONY

La droga siempre fue mi más fiel compañera ante la soledad y momentos difíciles.

Debo admitir que hacía mucho no consumía nada, lo dejé en cuanto lo conocí a él. Y ahora regreso a ella también por causa de él. Irónico.

Pero ya nada puedo hacer. He decidido retomar mi adicción.

Me coloco el cigarrillo entre los dientes y busco en mi bolsa trasera derecha el encendedor.

Oliver actúa más rápido y tomando mi cigarro lo enciende con un cerillo. Me lo devuelve con una sonrisa mafiosa.

—Gracias.—digo en respuesta.

—No es nada, Tony, sabes que puedes buscarnos cuando quieras.—enciende su propio cigarrillo. Conocí a este sujeto en las calles más solas y temerarias de la ciudad. Trabaja para quienes consiguen la droga, tiene una gran cadena de venta. No todos saben de él y a lo que se dedica, ya que son los más buscados por las autoridades.—Solo no te vayas a retrasar con el pago.—advierte soltando el humo de su boca.

Hago lo mismo.

—Claro que no, sabes que siempre te he pagado.—Oliver ríe, su intimidante estatura y corpulento cuerpo me hacen ver inútil al lado suyo.

—Lo sé, te lo digo porque al jefe últimamente le han estado debiendo, y eso lo tiene muy molesto.

—No debe ser fácil para él.

—No, y creeme es de lo más paciente. Pero también tiene su límite.

Sonrío aún con el cigarro en mi boca.

Me despido de él con un apretón de manos y le digo que lo veré después. Siendo honesto me preocupa que no pueda conseguir el dinero. He faltado varias veces al trabajo y eso solo significa más rebajas en mi salario. También está el que tengo que seguir pagando los últimos gastos de mi auto, la renta del departamento, la comida, etc. Un sin fin de deudas que no parecen terminar.

Steve llamó hoy. Quedamos en que iría a verlo en la tarde.

Lo he notado algo nervioso cada vez que nos vemos. Y no es para más, está engañando a Sue. Pero sé que no está así por eso sino por otra cosa que de verdad le preocupa.

Esa manera en la que sus ojos se pasean cuidadosamente por mi hogar y sobre mí, me inquieta más. A veces pienso que tal vez lo contempla todo memorizando recuerdos e imágenes por si algún día de estos decide no volver.

Me aterra que pueda estar en lo cierto.

Dejo la mochila con la droga escondida en mi armario.

Si Steve se llegara a enterar me mataría.

Me cambio la ropa que ha quedado perfumada con tan potente olor y aprovecho para ducharme.

Ya arreglado y cambiado me dirijo con la única persona que me trae colgando del hilo entre la cordura y la locura. Steve.

Cuando abre las puertas me lanzo a devorar sus labios. Los he extrañado. Lo he extrañado a él.

—Bienvenido.—dice sonriendo al separarnos.

—Gracias, amor.—obviamente el que lo llame así le causa cierto sentimiento porque se sonrojó notoriamente.

Me dice que irá arriba por unas cosas y yo lo decido esperar en el sofá. Un sonido proveniente de su laptop me hace dejar de ver la tele y girarme hacia la mesa.

Me asomo por las escaleras para vigilar que no venga y rápidamente corro hasta la computadora.

Me encuentro con una página abierta para comprar trajes y esmoquins.

A Deal With GodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora