Capítulo II: Identidad.

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Desperté por tercera vez hoy, no tenía idea de dónde estaba, me dolía el cuello y no podía mover los brazos, estaba en una habitación gris, con un espejo en una de las paredes lisas, una mesa de metal y una silla además de la que yo ocupaba. No estaba segura de qué hora era o de cuanto tiempo estuve inconsciente, en la habitación no habían ventanas.

La puerta a mi espalda se abrió y pasaron dos mujeres de mediana edad, una con una bata impecable blanca y lentes, que llevaba un pisapapeles y un bolígrafo detrás de la oreja, la otra era alta y corpulenta, con un uniforme de policía y una expresión dura. Tomó asiento frente a mi, colocó las manos sobre la mesa, manteniendo la espalda erguida, su moño estaba tan ajustado que parecía que estiraba su rostro, además de que seguramente tenía un fuerte dolor de cabeza, si es que aún la sentía.

—Buenos días Margaret, mi nombre es Norma Wells, te haré unas cuantas preguntas y debes responder con la verdad y solo la verdad, además, recuerda que todo lo que digas puede ser usado en tu contra— intentó que su voz fuera amable, pero le salía pesimo, sonaba realmente falso. Mantuvo en todo momento su mirada fija en mi. Si hubiera sabido que todo esto iba a pasar, simplemente hubiese estudiado, aunque, ¿de verdad? ¿todo esto es por copiar en el exámen de química?. Asentí con la cabeza, no podian enviarme a prisión por eso, ¿o si?.

—¿Conocías a Mary Shannlly?— la mujer de la bata tomó el bolígrafo y se preparó para escribir mi respuesta, pero esto no tenía nada que ver con el asunto, ¿Qué estaba pasando? —No realmente, nunca tuve ocasión para conversar con ella, ¿Pero qué tiene eso que ver aquí?— el bolígrafo corría por la hoja bajo el pisapapeles, la mirada de Norma me estaba poniendo incómoda. —¿Por qué estás aquí, Margaret?— Norma enarcó su descuidada ceja.

—Por hacer trampa en el exámen de química— bajé la mirada avergonzada, Norma y la otra mujer se miraron entre sí, luego la de la bata escribió en el papel. Había llegado muy lejos, me disculparía con todo el pueblo, pero por favor, dejenme ir.

—Por favor, si cooperas todo será más fácil— ¿Y qué demonios era lo que estaba haciendo? Me estaba desesperando, yo no estaba obteniendo ninguna respuesta. —¿Por qué estoy aquí, oficial?— esta vez fui yo la que pregunté, estaba a punto de explotar, y eso haría que tuviera verdaderas razones para detenerme, golpear a un oficial, por ejemplo.

—Estas aquí porque confesaste un homicidio— contestó, como si fuese obvio, sonreí, para luego reir irónicamente —Si claro, ya terminemos con esta broma ¿si?, me duelen las muñecas— reproché. Norma mantenía su mirada en la mía, buscando algo más, pero yo nada podía ofrecerle, me estaban confundiendo de persona. La otra mujer escribía animadamente todo lo que decía, Norma tomó una bocanada de aire.

—¿Mataste a Mary Shannlly?— abrí los ojos como platos, ¿ellas creía que yo podía haber hecho eso?.

—No señora, no lo hice— Norma hizo una mueca, desafiante.

—Eso no fue lo que dijiste en la llamada—

—¿Qué llamada?— no podía decir que estaba nerviosa, porque yo era inocente, pero sentía miedo, yo no sabía de tácticas policiales, podían estar haciendo lo mismo con todos los vecinos, buscando un culpable, y conmigo, estaban perdiendo el tiempo.

Norma dedicó una mirada rápida hacia el espejo, y casi de inmediato, empezó a reproducirse un audio en la sala, que retumbaba en todo el gris de la habitación, una voz, la mía, pero no era yo.

«Repítalo, por favor»

«Quiero confesar un crimen»

Esto era imposible, yo jamás había hecho eso, y ellos no me ibn a creer, yo misma no me creería. Escuchaba o me escuchaba confesar el acto, sentí que perdí el aliento, ellos iban a encerrarme, tenían pruebas, alguien se había hecho pasar por mi, debo probarlo.

El audio terminó, la sala estaba en completo silencio, no sabia que hacer, estaba perdida, debía intentar al menos defenderme, abrí la boca pero ningún sonido salió de ella, alguien se había robado mi voz, mi libertad.

—Yo no lo hice— En la última palabra mi voz se quebró y rompí a llorar, miraba a la mujer a los ojos, con la vista nublada por las lágrimas, "Por favor, creame", "creame", suplicaba en mi mente, respiraba entrecortadamente, la mujer de la bata anotaba sin parar. —Yo no lo hice— grité entre sollozos.—¡Tiene que creerme!.—

—¿No es tu voz?— habló la mujer de la bata por primera vez. —Si lo es, quiero decir... suena como yo, pero no soy yo— escribió en la hoja. Las lágrimas resbalaban por el borde de mi mandíbula y se fundian en la tela de mis pantalones. —O sea, ¿Quieres decir que esa no eres tú?— Negué con la cabeza, ¿cómo podia explicar que no era yo? Claramente era mi voz, era yo la que estaba confesado, nadie me tomaría en serio.

—No, tiene que creerme, por favor— miraba a la mujer con bata, con esperanza de que se apiadara de mi, ella dejó el bolígrafo en su bolsillo y sin mirarme, caminó hacia la puerta.

—Creo que es suficiente por hoy— apenas terminó de hablar, Norma se levantó, salió junto a la otra mientras entraban dos policías. Me pregunto si era otro interrogatorio, pero ellos sólo me toman de los brazos y me guian el camino a una celda dentro de la central, el resto de ellas permanecian vacías, por suerte o por desgracia, me liberaron las esposas y cerraron la reja.

—¿Cuanto tiempo debo quedarme aquí?— El policía me miró pensativo, entendía que no sabía muy bien qué hacer, o qué pasaría conmigo, este pueblo era demasiado tranquilo, además era difícil ver a un adolescente en esta situación, en mi situación. El hombre se encogió de hombro y me ofreció un pañuelo, otra lágrima cayó, acepte el trozo de tela y me limpié la cara aunque no podia detener las lágrimas. Me senté en una banca de metal , además de eso y una mesa, no había nada más en la celda.

Tenía la mirada perdida, ¿qué va a pasar conmigo?, ¿dónde está mi madre?. Me abracé a mi misma, había dejado el abrigo en mi mochila, tenía frío y estaba asustada, habia notado que en mi brazo apareció un hematoma, de lo que antes habian usado para sedarme.

El escritorio del policia quedaba a pocos metros, este escribia en una libreta, sin desviar la mirada hacia mi en ningún momento, habian pasado un par de horas desde el interrogatorio o eso creía yo, pues no tenía reloj, había perdido la noción del tiempo, las luces estaban encendidas, por lo cual supuse que ya no había luz solar.

Escuché el chillido de la silla al moverse, el policia encendió un televisor y lo movió de forma que quedara de frente a mi celda, luego se fue. Agradecí ese gesto, intentaría despejar mi mente viendo caricaturas infantiles. El policía regresó con una manta y una almohada, tendiéndolas entre los barrotes, las acepté extrañada, sonriendo ligeramente, murmurando un "gracias". El hombre recomendó que descansara, coloqué la almohada en un extremo de la banca, me recosté colocando la manta sobre mi.

Estaba profundamente cansada, mis ojos, deshidratados, no tardaron en cerrarse, y yo, a pesar de mis preocupaciones y lo incómoda que estaba, no me costó quedarme dormida.

Escuché diferentes voces, ruido, pasos, quería abrir los ojos y estar en mi habitación, que todo esto haya sido un mal sueño, pero todo era tan real como mi dolor de espalda y el olor a metal. Podía reconocer que era el policía de antes, pues de su pantalón colgaba un llavero que hacia ruido cuando caminaba, los pasos se detuvieron, la luz que recibía de afuera se opacó.

—Hora de despertar, bella durmiente, llegó tu abogado— Abrí los ojos, genial, mi abogado era esa escoria, lo unico que me faltaba.

Margo tiene la culpaWhere stories live. Discover now