Prólogo

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Luces, azules y rojas, se colaban en mis sueños acompañadas de dos sirenas cantarinas, en la historia se dice que las sirenas tenian una voz inexplicable, que hacía que hasta el marinero más fuerte cayera en sus encantos, seguido de un trágico final. Así eran las leyendas, pero yo podía jurar que su canto, era exactamente igual al de la sirena de la policía.

Abrí los ojos, ¿Qué hora era? El sol aún no aparecía, sin embargo, había demasiado ruido afuera, y las luces de una patrulla policial entraban a mi habitación, proyectándose en las paredes desde mi ventana, somnolienta me deshice de las cobijas y me dispuse a colocarme de pie, el frío del suelo recorrió rapidamente mi cuerpo, mientras caminaba hacia la ventana, corrí levemente las cortinas y me asomé, cual viejita chismosa, evaluando la situación.

Alrededor de cinco patrullas policiales se encontraban en mi calle, todas estacionadas frente a la casa de Mary Shannlly, una anciana gruñona con la que había hablado muy pocas veces, los otros vecinos decían que era un poco maniática, que estaba demente. Pensé que se trataba de un robo, pues era bien conocido el status de su economía.

Una gran cantidad de personas se reunen rodeando la escena del crimen, todos son mis vecinos, en pijamas, un par de mujeres con rollos en el cabello sollozaban mientras sus maridos conversaban preocupados. Tomé un abrigo y bajé las escaleras a toda prisa mientras me lo colocaba, presentía que no había sido sólo un robo, y no era un buen presentimiento.

Me percaté que mi madre no estaba a la vista y supuse que seguía durmiendo, cómo sea, no hacía mucho que había regresado del trabajo. Abrí la puerta intentando no hacer ningún ruido y salí a la calle, podía sentir una pizca de tragedia en el ambiente, que se mezclaba con la brisa fría de la madrugada. La multitud murmuraba ¿A quién no querían despertar, si toda la cuadra estaba aquí?, caminé hacia la casa, estaban tan absortos en sus pensamientos que ni siquiera notaron mi presencia. Toqué el hombro de Jeffree, el hombre que vivía en la casa de al lado, este se volvió y me miró con marcada preocupación.

—¿Qué pasó?— Pregunté, mirando la escena por encima de su hombro, mientras el permanecía con la mirada perdida.

—Fue un asesinato, Margaret— Ante mi cara de incredulidad, Jeffree suspiró y comenzó a contarme.

—La policía recibió una llamada, no sabemos de quién, y vinieron, encontraron a la señora Shannlly sin signos vitales.— Hizo una pausa, como si dudara continuar o no.

—Termina, Jeff, tiene derecho a saberlo todo, ya no es una niña— Era una voz femenina, la de Julia, su esposa, que por alguna razón creyó conveniente traerse la cafetera consigo, sirvió un vaso de plastico, podía ver que aún estaba caliente, pues el humo dejaba la superficie de la bebida, bailaba un momento en el aire y se desvanecía, una y otra vez. Julia sirvió tres vasos y los repartió entre nosotros, Jeffree prosiguió con la historia.

—Y...— En su voz podía notar duda, inseguridad, Jeffree me conocía desde que era muy pequeña, quizás pensaba que sería demasiado para mi. Miró a su esposa y luego regresó la mirada hacia mi.

—A ella... le habían sacado los ojos, fue horrible, y tampoco tenía lengua, además, el asesino quebró todos sus huesos.—

Sentí que iba a devolver toda la cena al imaginarme el regordete cuerpo de la señora Shannlly de esa forma, en mi cabeza se creaban imágenes de lo más perturbadoras, grotescas, ¿quién podría hacer algo así? Esa señora no parecía alguien que tuviera esa clase de enemigos. Jeffree notó mi expresión y decidió no dar mas detalles.

—Bien, Margo, es muy temprano, en un rato deberás ir a la escuela, será mejor que te vayas a dormir, mañana será un largo día.— Julia siempre era amable y cariñosa conmigo, sentía que ella era una de las mujeres menos hipócritas del vecindario, y ahora tenia razón, ademas sabía que no iba a poder averiguar mucho más, me despedí de ellos y regresé a casa, al mismo tiempo que otros tomaban la misma decisión.

Di varias vueltas en mi cama, pensando en el crimen cometido, imaginando un montón de versiones de por qué habían asesinado a Mary Shannlly, en ellas, resaltaba una sola razón: dinero. Para nadie era un secreto, y ella vivía sola, sin familia, pero ¿era necesario torturarla, habían cosas que no encajaban en mi cabeza, pero yo sabía muy poco o nada de lo que había ocurrido con mi vecina, así que dejé de lado mis delirios de detective y me limité a conciliar el sueño, asegurándome, claro está, de cerrar todo lo que pude con llave, uno nunca sabe, aún no habían atrapado al asesino.

Margo tiene la culpaWhere stories live. Discover now