Música de la Noche

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Escuchó la voz de un hombre en medio de la oscuridad. Su voz danzaba desde su boca hasta su ventana. Su tono subía y bajaba, al igual que lo hacía su corazón. A su vez la música que le acompañaba formaba tal melodía con aquella voz que creyó estar oyendo a un ángel. ¿Y quién me diría que no lo era?
Morfeo le llamaba a caer en sus brazos pero él no quería dormir, aún. Necesitaba más de aquel suculento placer. De aquella voz melodiosa que comenzó a mezclarse con timbales. ¿Sería acaso una fiesta? Y tuvo la gran tentación de escabullirse de su cama y sentir la suavidad de la alfombra. Abrir la puerta sigilosamente y fundirse entre las sombras de la noche. Tenía ganas de reír y bailar. De moverse hasta que el cuerpo no pudiese más.
Al abrir la puerta de casa se asustó al solo ver agua a sus pies. Miró al cielo y descubrió que estaba desierto. A su alrededor se formaba la cubierta de un barco. La voz provenía de su interior. Se dispuso a entrar y en el camarote del capitán se encontraba. Un bello ángel de alas blancas y tocando un arpa. Hipnotizado se dejó llevar hasta su lado.
Una vez que dejó de tocar todo se convirtió en una incesante luz. El barco estalló en mil pedazos. Lo más sorprendente fue su contacto con el agua, sabía que había caído al mar, pero no se sentía mojado.
Una infinitud de peces y criaturas fantásticas vinieron a su encuentro. Un delfín le recogió y le llevó al fondo del mar. Allí encontró a una sirena con una corona, ¿sería la reina?
Le tomó delicadamente en sus brazos y a la superficie le devolvió. Besó su frente y desapareció. Ya era de día. Y pudo contemplar la arena blanca y las palmeras que en la isla se cernían.
Se aventuró de nuevo en su interior y un lago apareció ante sus ojos.
Parecía la aldea de los niños. Por ahí y por allá, muchos niños jugaban y reían. Cantaban y tocaban los timbales. O sea que la música que escuchó de allí provenía.
Y bailó y bailó hasta que sus pies dolían, y lo hubiese dado todo por seguir un rato más. Sin embargo un olor a tostadas le sacó de su nube soñada. Junto a la música escuchó pasos, y sentía una presión que hundía su cama hacia un lado. Y su madre le decía dulcemente: "Buenos días cariño".

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