Luego del discurso del director y de algunos maestros, llegó la hora de la entrega de diploma. Nos llamaron uno por uno en una ceremonia que parecía interminable y que solo aumentaba mis nervios. Cuando al fin se entregó el último diploma el director tomó de nuevo el micrófono y entonces me buscó con la mirada.

—Ahora escucharemos el discurso de Valeria Galván Vargas, mejor egresada de esta promoción.

Me levanté nerviosa y caminé hasta el estrado llevando mis apuntes en mi mano. Había escrito el discurso porque obviamente con los nervios, la memoria probablemente me fallaría.

—Buenas tardes a todos... —saludé una vez colocada en el podio, observé entonces a toda esa gente, mis compañeros de promoción, sus familiares y amigos. Visualicé a mi madre en la tercera fila junto a mis hermanos, el tío Rob y la abuela mamama también estaban allí, al lado de Alex. Y al otro lado de mamá vi a mi padre. Su sonrisa enorme iluminaba su hermoso rostro, estaba orgulloso de mí, podía sentirlo. Recordé sus palabras y cerré los ojos, suspiré y me centré en la oscuridad—. Los que me conocen saben que no soy de hablar en público, así que esto me está costando un poco —admití y luego abrí lentamente los ojos para empezar mi discurso.

»Durante toda la vida he escuchado a la gente decirme lo inteligente que soy. Desde muy pequeña he oído de las personas la frase: «¡Eres tan inteligente como tu padre!». Sí, mi padre es una persona inteligente, los test dicen que es más inteligente de lo normal; en mi caso, no es así, estoy en la norma, al igual que todos ustedes. Si estoy aquí arriba es solo porque me he esforzado mucho y todo esfuerzo tiene su recompensa.

»Hoy quiero dedicar este diploma a las dos personas más importantes de mi vida, a aquellos que me han guiado a ser lo que soy, a quienes les debo todo. Quiero dedicarle este esfuerzo a mi madre, quien es mi pilar, la persona que siempre me escucha y está allí para mí. Ella, que desde pequeña me contó sobre la libertad, me dijo que siendo libre encontraría la felicidad.

»Mi madre me enseñó que la libertad no se trata de hacer lo que uno quiere a costa de cualquier cosa, no se trata de no escuchar consejos de quienes saben, ni se trata de que los jóvenes nos creamos dueños y señores del mundo. La libertad no se trata de huir de los problemas, sino de enfrentarlos. De ser responsables, de tomar nuestras decisiones analizando sus consecuencias, se trata de respetar a los demás y sobre todo se trata de perseguir los sueños, incluso aquellos que nos parecen más inalcanzables. Porque ante todo, somos libres para soñar, sin que nadie opaque nuestras ilusiones. Mi madre me enseñó eso, que soy libre para soñar, para luchar, para amar, para volar... siempre y cuando, lo haya decidido con responsabilidad. Y esa libertad, es la que da la felicidad. Y yo he decidido estudiar, he decidido soñar y perseguir lo que anhelo... por eso hoy estoy acá.

»Mi padre... ¿Qué les puedo decir de mi padre? Si en este mismo instante el mundo colapsara, si estuviera de su mano, no tendría miedo. Mi padre me ha enseñado que no existen barreras, que solo basta con creer en uno mismo, que nada es imposible para quien cree en sí mismo. Mírenlo allí —lo señalé sonriente—, está orgulloso de mí. Lo sé, pero no porque estoy aquí, está orgulloso de mí solo por ser su hija y yo estoy orgullosa de él porque es mi padre. Él y yo tenemos una conexión única y especial, él dice que esto se dio desde que nací y él me cargó por primera vez en sus brazos.

»Papá nunca pudo ver mis ojos, no sabe que tengo su misma nariz o que mis labios tienen la misma forma que los suyos, pero él puede saber si estoy feliz o estoy triste con solo estar en la misma habitación que yo. Mi padre me ha enseñado a ver el interior de las personas, él me ha demostrado que no importa el estuche con que hayamos venido a esta vida, sino el mundo interior que poseemos, nuestro corazón, nuestros pensamientos, nuestros valores. De mi padre aprendí que los mejores colores no son los que están acá afuera... sino aquellos con los cuales pintamos nuestro interior, porque como dice el libro que él me leía de pequeña; «Lo esencial, es invisible a los ojos».

Con los ojos del alma ©Where stories live. Discover now