20. Enamorada y celosa

46.9K 4.9K 634
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Aquella noche fue tan intensa que cuando llegué a mi cama para descansar, me vi a mí misma superada por miles de emociones. La confianza que me había brindado me hacía sentir especial, única, y eso me agradaba; pero por otro lado sentía que la intensidad de mis sentimientos era tan apabullante que me estaba hundiendo. Era como si un tsunami me arrastrara por completo, ya no podía manejarlo y sólo tocaba aceptarlo: estaba profundamente enamorada de Mariano Galván y eso me asustaba y me alegraba en iguales proporciones.

No quería lastimarlo, ya estaba demasiado dañado para que yo lo dañara más. Pero yo no podía amar... no estaba lista para amar de forma plena. Mi único consuelo era pensar que en unos días cuando volviéramos todo regresaría a la normalidad y él pasaría a ser de nuevo el Profesor Galván para mí. Esto debía ser solo un momento, sí... solo era eso... todo regresaría a la normalidad.

Los días siguieron pasando y nuestros paseos y caminatas diarias también. Conversábamos de todo, de cosas importantes y de cosas sin sentido. Era cómodo estar a su lado, compartir con él, conversar. Me encontré deseando besarlo más de una vez... imaginaba como sabrían sus labios y los anhelaba con vehemencia sobre los míos. Éramos cariñosos, íbamos siempre de la mano, solíamos abrazarnos. Él me besaba en la frente y yo lo besaba en la mejilla... pero de allí no pasábamos. No porque no quisiéramos, al menos yo lo deseaba con locura... pero simplemente no lo hacíamos. Era como si ambos supiéramos que luego de eso, todo se complicaría demasiado. Habíamos prometido no enamorarnos.

El año nuevo lo pasamos igual, pero luego de las doce, Roberto y su familia nos llevaron a un sitio a bailar. Mariano al principio no quiso, pero luego aceptó y nos divertimos como nunca. Los días posteriores fueron intensos porque sabíamos que pronto acabaría todo. No habíamos vuelto hablar de lo que haríamos al regresar ni de cómo nos trataríamos, pero ambos asumíamos intrínsecamente que todo volvería ser igual, nuestro tiempo para este juego habría caducado.

El último día fue diferente, un manto gris se cernía sobre nosotros. Se trataba de la tristeza que suponía que todo lo que jamás había empezado estaba llegando a su fin.

Con los ojos del alma ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora