capitulo 1.

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CAPITULO 1.

Eran finales de agosto y me dirigía hacia el Callejón Diagon para comprar lo necesario para mi nuevo (y primer curso) en Howarts. Debía de coger un bus, pues yo vivía a las afueras de Londres y ese era el mejor modo de llegar al centro y al Caldero Chorreante un bar desde el cual los magos y brujas podían acceder al Callejón Diagon si venían desde las calles del mundo muggle, como era mi caso.

Vivía en una pequeña casa de acogida/orfanato junto a otros veinte niños y niñas de diferentes edades, me había mudado a aquella casa hacía menos de año y medio y por primera desde que vivía en el mundo muggle me sentía a gusto y segura. El barrio había sido siempre el mismo, uno de los más pobres y peligroso de Londres, donde había sufrido todo tipo de acosos durante años y en el que tuve que aprender  a defenderme.

Bajé del bus y me dirigí al Caldero Chorreante con paso tranquilo, la mayoría de los muggles rechazarían acercarse a aquel bar por su apariencia, pues estaba hecho un autentico desastre a menos que pertenecieras al mundo mágico y comprendieras su gran importancia. Tras cruzar el bar en silencio y recibir unas cuantas miradas de interrogación por parte de los clientes me dirigí a la pared, la cual si sabias como manejar se habría ante ti. Tras un par de intentos logré que la entrada se abriera y entré al Callejón Diagon soltando un largo suspiro, la imagen apenas había cambiado en los 10 años que llevaba sin visitarlo, estaba igual que en mis poco fiables recuerdos.

Saqué mi lista de libros y utensilios para quinto curso, junto con la de primero y me puse a leer lo que necesitaba para el comienzo del curso. A pesar de tener 15 años y entrar a realizar quinto curso, esta iba a ser la primera vez que iría a Howarts, llevaba recibiendo y rechazando la carta desde los once años, pero el suceso que ocurrió (y cambió mi vida de nuevo) el último septiembre hizo que me replanteara mi decisión, por lo que tenía que comprarme entre otras cosas una varita, un par de túnicas y un caldero, la mascota no me era necesaria pues ya tenía un gato en mi nuevo hogar.

Tras pasar por Gringots y cambiar el dinero, me dirigí a Olllivander's el mejor lugar para comprar varitas o al menos eso decía siempre mi padre, PADRE NO, HARRY SOLO HARRY!! Odiaba saber que él era mi padre, para mí el había muerto al igual que el resto de mi familia (mi madre y mi hermano mayor James).

-Hola - salude secamente al señor Ollivander's- me gustaría comprar una varita.

-Por supuesto- me contesto el hombre con una gran sonrisa- pero, ¿no eres un poco mayor para venir a por tu primera varita? - al ver mi cara de asombro él se apresuro a añadir- conozco todas y cada una de las varitas que vendo jovencita y puedo decir con toda seguridad que usted nunca ha comprado una.

- Esta en lo cierto señor, pero este curso comienzo en Hogwarts y he de llevar una.

-Perfecto, te iré cogiendo las medidas - y con un ágil movimiento de muñeca hizo que una cinta métrica comenzara a medirme mientras él se iba al almacén a por unas cuantas varitas y gritaba: -por cierto no me ha dicho su nombre.

- Me llamo Jennifer - dije con voz vacilante, evitando usar el apellido de Harry como de costumbre,

- Esta bien Jennifer, prueba estas varitas haber que tal...

Tras varios intentos y numerosos destrozos en la tienda encontré mi varita y la pagué, cuando me disponía a salir el hombre me dijo: - La verdad muchacha hacía años que un muchacho no me daba tantos problemas para encontrar su varita, desde el mismísimo Harry Potter- en cuanto pronunció el nombre note como todo mi cuerpo se tensaba y después de soltar una risa bastante falsa me marche.

En el resto de las tiendas entré y compré mis utensilios sin demasiadas complicaciones, pero todo se nubló cuando al entrar en la librería vi una melena rojiza que reconocería en cualquier lugar, esa mujer era mi madre, y el hombre que estaba a su lado Harry, además estaban mi hermano, mis primos y mis tíos Ron y Hermione, tan solo faltaba George que llegó justo detrás mío y dijo alto: - Ya estoy aquí, no sabéis la de tráfico muglgle que había hoy. - Al decirlo todos se giraron y lo miraron, para acto seguido fijarse en mí. Noté como mi respiración empezaba a entrecortarse y las lagrimas amenazaban con salir, haciendo acopio de toda mi fuerza de voluntad conseguí ocultar todos el tumulto de sentimientos que se arremolinaban en mi interior tras mi mejor mascara de indiferencia. Tuve suerte y no me reconocieron, pero pude leer en sus miradas que les recordaba a alguien (!OBVIO SOY VUESTRA HIJA IMBÉCILES!) grite en mi interior mientras me dirigía a una de las estanterías más alejadas de ellos a la espera de que se marcharan, momento que aproveche para comprar mis libros y salir de la librería.

Cuando lo tuve todo comprado, salí a paso ligero y me senté en la parada del bus esperando a que este llegará cargada con todas las cosas que había comprado y notando como una solitaria lagrima resbalaba por mi mejilla, la cual quite con brusquedad mientras me repetía a mi misma como tantas otras veces - Jennifer no llores, ellos no lo merecen. - Pero todo lo que podía hacer era recordar sus caras de confusión y los cambios que les habían provocado la edad. La mayoría seguían igual a excepción de mi hermano que ahora era mucha más alto que yo y se parecía muchísimo a Harry.

Su confusión era comprensible pues siempre dijeron que yo era casi una copia exacta de mi abuela Lily, a excepción del pelo que era de un castaño claro con ligeras ondulaciones y de los ojos que heredé de mi abuelo James de un marrón oscuro y penetrante. Mi cuerpo por el contrario era mucho más parecido al de Ginebra, pues yo soy bajita con unas curvas bien formadas que siempre han llamado la atención de cuantos me rodeaban. También me acordé del joven rubio que debía de ser el hijo de Draco Malfoy, pues era una copia de este. Salí de mis pensamientos en el mismo instante en el que el bus frenaba delante de mí e indicaba que era hora de volver a "casa".

Jennifer Lily PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora