Había fumado un par de veces antes pero siempre con Nano; Ignacio y Tomás estaban en contra de toda esas cosas así que era algo que teníamos reservado para nosotros dos.

Nano era un muchacho de mi edad y del mismo estilo que Tomás, era popular con las muchachas, buen alumno, carismático e hipersociable; pero a diferencia de los otros dos, a él le gustaba trasgredir las reglas de vez en cuando. A mí también.

–Hay un bar al que podemos entrar –dice cuando terminamos de fumar. Comenzaba a sentir mi cuerpo pesado y sus palabras eran lejanas. –Tengo un amigo en la entrada...

–Vamos –digo tratando de ponerme de pie, pero no puedo, siento mi cuerpo torpe y caigo comenzando a reírme con ganas. Él seguramente no entiende porque río, pero también comienza a hacerlo y se tira en el piso junto a mí mirando el techo. –Creo que deberíamos esperar un poco.

–No... ahora –dice haciendo berrinches lo que nos provoca más y más risas.

No sé cuánto pasó. Quizás diez minutos, quizás más, pero no podíamos dejar de reírnos revolcándonos en el lugar.

–¿Qué hacen? –esa voz profunda se siente aún más sensual en mi estado. Dejo de reírme y cierro los ojos; sé que Nano se ha puesto de pie porque estaba pegado a mí y ahora ya no lo siento.

–¿Cómo entraste?

–Yo pregunté primero ¿Qué mierda hacían?

–Wow pequeño... tranquilo, sólo nos divertíamos un poco. ¿Cómo entraste?

–Tu puerta está abierta, me cansé de golpear –responde rápidamente y lo siento cerca de mí; su perfume era inconfundible. –¿Rocco estás bien?

–Si... –dije sin abrir mis ojos. Sentí sus dedos en mi cara, su calidez rápidamente llegó a mi rostro mientras corría el cabello tras de mi oreja.

–¿Qué le diste? –ahora estaba enojado.

–Nada... no seas paranoico –dice Nano tranquilamente. A él seguramente ya se le había pasado el efecto, a mí todavía me duraba un poco.

Me empujé para reincorporarme, si seguía así sólo le traería problemas a mi otro amigo. Me senté en el suelo y quedé frente a frente con Tomás que sólo frunció el ceño sin dejar de ver mis ojos.

–Estuvieron fumando.

–No te alteres, no fue nada –digo yo moviendo mi rostro para evitar su toque. Él me mira aún mas enojado. –No lo hacemos nunca.

–¿Por qué te gastas en mentirme?

– Tomás, relájate, no fue nada –dice Nano sentándose en el sillón. Mira la hora y suspira. –Deberíamos ir.

–¿Dónde?

–A un lugar donde no estás invitado –sacó su celular y tecleó unos mensajes mientras la mirada de Tomás se iba haciendo cada vez más oscura. –¿No deberías estar con Greta?

–Terminamos.

–¿Qué? –consultamos Nano y yo al unísono. Tomás se relaja y se sienta totalmente en el suelo.

–Sí... ustedes saben cómo soy.

–Esta duró menos que las demás, me asustas –dice Nano parándose para tomar mi mano y levantarme. –Vamos, las muchachas nos esperan.

–Yo voy –se apresura a decir Tomás.

–Haz lo que quiera, ven, te pondré unas gotas –me dice sentándome en el sillón. Se pone dos gotas en cada ojo y se acerca a mí.

–Oye...– Tomás lo detiene y le quita el gotero de la mano –deberías cambiarte, yo le pondré las gotas a Rocco –sonríe forzadamente. Nano lo mira confundido y asiente partiendo a su habitación.

–Dame, puedo hacerlo sólo.

–No... –corre mi mano. –Yo lo haré.

Mi corazón comenzó a latir con rapidez, él estaba tan cerca de mí que podía ver a la perfección los pequeños puntos que tenía en sus ojos. Su respiración rebotaba contra mi rostro y su mano libre apretaba con fuerza mi mandíbula. Corrí mi mirada de la suya y dejé que pusiera las benditas gotas.

–Me gustan tus ojos... pero así como están me dan ganas de golpearte –dice y acaricia mi rostro. Tengo los ojos cerrados y no los abriré. –Hey, mírame...

–Basta Tomás, estoy drogado, no borracho.

–¿A qué te refieres?

–Tienes el corazón tan roto que te conformarías con cualquiera.

–Como se nota que no me conoces Rocco –lo miro y tiene una mirada dolida. –No tengo el corazón roto si es lo que te preocupa.

–No lo hace.

–Eso lo sé, mi corazón es lo último que te preocuparía –asegura con una sonrisa triste en sus labios. Dios, sus labios eran más brillantes en ese momento, al tenerlo tan cerca. Trague saliva. –¿Qué?

–Nada...

–Rocco –mi respiración se volvió pesada y mi garganta se volvió a secar. –Hey...

–Basta.

–¿Con qué? –sonríe y su carcajada me acaricia. –¿Estás nervioso?

–Cierra la boca –trato de pararme pero él me empuja a mi lugar y acerca su rostro al mío dejando sus labios en mi mejilla para luego deslizarse hasta mi oreja.

–Ciérramela tú.

–Okay... –de lejos se oyó el grito de Nano que regresaba a la sala.

Tomás se retiró elegantemente de mí y simuló mirar su celular mientras mi cara no podía volver a la normalidad y mi corazón tampoco. Bajé la vista y sonreí. Él sabía cómo jugar conmigo, supongo que jugar así con algún amigo era normal, siempre y cuando este amigo no fuera gay y estuviera estúpidamente colado contigo. Debía parar eso.


1. Permanece a mi ladoWhere stories live. Discover now