Capítulo 21 - Después de la Tormenta

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Emma se despertó con un dolor de cabeza asombroso. Le dolía tanto que apenas podía abrir los ojos. Peor aún, sentía su cuerpo como si la hubiese atropellado un camión. Su estómago inmediatamente gruñó y un pinchazo de hambre se disparó dentro de ella, haciéndola sentir náuseas. Trató de tragar, ya que su boca y garganta estaban completamente secas.

Una mano agarró su brazo y ella saltó al contacto. De repente las imágenes empezaron a inundarla y lloriqueó, queriendo olvidarlas y pensar que eran partes de una mala pesadilla. La realidad era que había pasado y el recuerdo la hizo querer llorar de nuevo.

"Shh, Emma. Estás a salvo. Estás completamente a salvo," una voz suave dijo.

Max. Su salvador y ángel guardián. Realmente esperaba que no hubiera soñado esa última parte porque la destruiría si no fuese cierto. Ella frotó sus ojos, sintiendo presión contra su pómulo, y casi sollozó cuando encontró su hermosa cara mirándola de vuelta. Sus ojos hundidos parecían sin fin y estaban llenos de preocupación y ojeras por debajo.

"Hola, dormilona," dijo cepillando su cabello hacia atrás. "Me empezaba a preguntar si te debería de despertar."

¿Cuánto tiempo había estado fuera? Por la manera en que su cabeza le estallaba, no se sorprendería si hubiesen sido días.

"¿Tienes hambre, querida? Te traje comida. Deberías de comer," él dijo tratando de sonar optimista.

Ella asintió y él la ayudó a sentarse, sus ojos ajustándose a la recámara que le era familiar. A pesar de que él estaba siendo extremadamente delicado, cada hueso en su cuerpo parecía protestar, especialmente sus costillas.

"Ten," él dijo dándole una botella de agua destapada.

Ella la alcanzó con manos temblorosas y casi la deja caer, apenas teniendo la energía de sostenerla. Por suerte, Max dejó una mano sobre la botella, inclinándola mientras que ella bebía lentamente.

"Bien," él dijo una vez que había tomado la mitad de la botella. "Espero que te guste la sopa de fideos con pollo," agregó, abriendo una tapa de un contenedor blanco. Le sirvió con una cuchara acercándola a su boca.

Ella lo miró incrédula. "Puedo hacer eso," dijo roncamente.

"Dame el gusto," contestó simplemente, colocando la cuchara frente a ella.

Abrió la boca y casi gimió cuando el líquido caliente llenó su garganta. La sopa de fideos de pollo nunca había sido tan rica. Él continuó alimentándola a cucharadas hasta que ella se lo terminó todo.

"¿Galletas saladas?" él preguntó agarrando un paquete.

Ella asintió y él se las entregó después de abrirlas. Se las comió rápidamente también y él le entregó otro. De alguna manera el masticar parecía aliviar su jaqueca.

"¿Cuándo fue la última vez que comiste, Em?" él preguntó preocupado.

"No sé. ¿Qué día es?" ella preguntó. Todavía había luz del día afuera, pero parecía ser el sol de la tarde.

"Es lunes, alrededor de las 5pm. Dormiste unas ocho horas sólidas."

"Ah. No recuerdo la última vez. El avión, pienso," ella dijo contestando su pregunta honestamente.

Él maldijo fuertemente. "Emma. Eso fue casi hace dos días. No puedes hacer eso, bebé. Necesitas comer."

"Lo sé. Sólo que no tenía hambre y no pude comer después de que nos ... peleamos."

Él tragó fuerte y sacudió la cabeza. "Lo siento tanto, querida. Nunca debí decirte esas cosas ... dejar que regresaras ahí. Nunca me perdonaré."

Robando A EmmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora