Capítulo 18 - Espera, Nos Vamos a Casa

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Max sintió su corazón tambalearse en su pecho al ver a Emma sentada junto a la ventanilla en la última fila del avión. Su cabello chocolate caía bajo en ondas contra su piel bronceada y traía puesto un suéter beige suelto, ocultando la curvas de su cuerpo que ahora conocía a la perfección.

Y claro que un adolescente joven estaba sentado junto a ella, tratando de hacerle conversación mientras miraba por la ventana.

Él alcanzó dentro de su bolsillo por su boleto de primera clase y lo puso enfrente de la vista del chico. "Es tu día de suerte, amigo," le dijo.

El adolescente agarró el boleto, sus ojos agrandándose al centrarse en el 2A. "Ojalá puedas cambiar de asiento conmigo," Max explicó.

"¿Cuál es el truco?" él preguntó sospechosamente.

"No hay uno. Considéralo un regalo."

El chico se volteó a mirar a Emma, como si considerando los pros y contras de dejar su asiento junto a ella. En otra vida Max se hubiese burlado de él, pero con toda honestidad no podía culparlo. Él hubiese hecho lo mismo cuando era un adolescente.

"¿Qué va a ser, amigo?" él preguntó, alzando una ceja. Le pagaría si tuviera que, pero aún no estaba por revelar todas sus cartas.

Por suerte el chico se levantó entregándole su boleto. Max le dio la mano y le agradeció antes de que se alejara por el pasillo. Nunca sabrá cuanto había hecho por él en ese entonces. Él hubiese dado todas sus posesiones con mucho gusto sólo para tener este único momento con ella.

Emma alzó su vista hacia él, sus ojos verdes hermosos reluciendo, llamándolo. No se pudo haber sentado más rápidamente en su nuevo asiento, el cual ahora era mejor que cualquier asiento de primera clase. Estar sentado al lado de ella era todo lo que le importaba. Levantó el reposabrazos entre ellos e instantáneamente la trajo a su pecho, una mano envolviendo alrededor de su cabello y la otra circulando su cintura.

Se sintió como si no hubiese visto el sol en días y de repente podía disfrutar de su gloria y respirar otra vez. Nunca la había querido tanto como en este momento, besarla, sentirla, y decirle cuanto ella significaba para él. Un temor paralizante disparó a través de él al darse cuenta que esta podía ser su última vez juntos.

"Emma, bebé. Lo siento. Lo siento tanto," susurró contra su cabello. Él sintió lágrimas mojadas deslizar por su cara y la alejó para mirarla.

"No es tu culpa. Para de decir eso," ella susurró, tratando de limpiar sus lágrimas.

Él sacó su mano, secándolas con su pulgar. Ella era tan preciosa, aún cuando lloraba. Mirando dentro de sus ojos, él reconoció esa tristeza subyacente en ellos y sintió su pecho comprimirse. No la había visto en ella en toda la semana, pero ahora estaba de vuelta y en pleno auge. Casi lo mata. Él besó su frente, sus mejillas, su nariz, su barbilla. En todas partes excepto donde quería más, sus labios. Todavía estaban en Nueva York y no estaba por romper la única regla que de alguna manera había logrado mantener en el último segundo.

"Max, nosotros ... dios, estoy tan confundida," ella respiró.

"Lo sé. Lo sé. Está bien, lo resolveremos," él la confortó, deslizando su mano bajo su espalda.

Ella respiró con calma y lo dejó todo salir. "Dios, esto es mucho más difícil de lo que pensé. Cuando primero llegué a Madrid, sentí que tenía mucha seguridad y confianza, pero ahora sólo me siento vencida y débil. Algunas veces ya no sé lo que estoy realmente haciendo. Es como si estuviera perdida o algo así."

Él respiró profundo y la estudió por un momento antes de contestar. "Emma ... por favor no pienses eso. Muchas cosas han pasado desde entonces, pero todavía eres la misma chica increíble que conocí hace algunos meses que pateó mi trasero fuertemente durante ese evento de creación de equipo. Eres increíblemente inteligente y desenvuelta, y todavía tienes todo ese fuego y competitividad dentro de ti. Quizás esté escondido ahora, pero todavía está ahí. Sólo dale tiempo, ¿de acuerdo?"

Robando A EmmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora