XI

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—¡Cameron, basta! —grité una vez me adentré al círculo que habían formado alrededor del chico pelinegro.

—¡Ashley! —mi repentina presencia pareció sorprenderle, yo también tendría la misma reacción si me lo encontrara a estas horas en mi casa.

—¿Qué sucede? ¿Por qué lo golpeas? —dirigí mi mirada hacia el chico quien tenía sangre saliendo de su nariz y unos cuantos moretones en su cara.

—No es de tu incumbencia. —espetó frío, su mirada me causaba temor, en los pocos días que llevo de conocerlo no había visto esa faceta suya.

—Ya, déjalo. —supliqué ya que había regresado su mirada al chico, por un momento me olvidé de la presencia de los demás chicos.

—¿Lo estás protegiendo, Ashley? ¿Acaso olvidaste cómo son estos chicos? —continuó hablando con furia.

—No, Cameron. No lo he olvidado es sólo que... —no sabía qué decirle, verlo golpear a aquel chico causaba que sintiera lástima por él, se veía tan frágil en estos momentos.

—¡Habla, Ashley! —gritó Cameron enojado, en un movimiento rápido el chico pelinegro se soltó del agarre de los chicos que lo sujetaban y se abalanzó sobre Cameron.

—No le grites. —pronunció mientras tomaba a Cameron del cuello de la camisa, ambos tenían la misma estatura y casi la misma complexión, por lo que ambos están en el mismo nivel.

—¿Y a ti qué te importa? No tienes porque preocuparte por ella. —el comportamiento de Cameron era irreconocible, me acerqué a ellos y por instinto tomé al chico pelinegro del brazo y lo arrastre fuera del círculo de chicos. —¡Ashley! ¿¡Qué te ocurre!? —preguntó desde atrás.

—¿¡Qué te ocurre a ti, Cameron!? —le grité furiosa volteando para mirarlo. —No sabía que golpeabas a la gente sin razón alguna. —apretó los puños.

—Tú no sabes nada, Ashley. No sabes si yo tenía alguna razón para golpearlo, ¡no te metas en mis asuntos! —me estaba acostumbrando a oír esa frase.

No dije nada más y continué mi camino hacia la casa, ayudaría al chico a curarle las heridas.

—¿Qué crees que haces? —preguntó soltándose de mi agarre, volteé a mirarlo.

—Te ayudaré con eso. —señalé su rostro.

—¿Mis heridas? —asentí. —No, gracias. —negó con la cabeza y comenzó a caminar al lado contrario.

—Pero estás mal, esas heridas se pueden infectar. —se detuvo para voltear a mirarme.

—No debería importarte mi bienestar. —dijo seriamente recordándome lo que yo le había dicho y continuó con su camino.

(...)

No pude dormir después de lo de anoche, cuando regresé a casa Lydia estaba dormida placenteramente en mi sofá. En el que yo estaba durmiendo.

Regresaría a casa de Rosie hasta el día siguiente por la noche, por lo que aún tengo un día más en casa.

Decidí no contarle a Lydia de lo ocurrido, sabía que se pondría histérica y comenzaría a gritarme sobre las consecuencias que mis actos hubieran traído.

—Buenos días. —una radiante Lydia llegó a la cocina mientras yo tomaba café y por supuesto, no me veía tan radiante como ella debido a las ojeras en mi rostro. —¿Qué te sucedió? —preguntó mirándome asustada.

—No pude dormir. —di un sorbo a mi café.

—¿Qué sucedió cuando saliste? Me quedé dormida y ya no me di cuenta cuando entraste.

Que buena amiga, Lydia.

—Oh, nada importante. —me encogí de hombros restándole importancia, ella asintió lentamente al parecer sin creerme pero no siguió insistiendo.

Unos segundos después el timbre de la casa resonó por el lugar anunciando que alguien había llegado, me ofrecí antes que Lydia para ir a abrir la puerta así que caminé hasta ella y la abrí.

—Hola. —dijo Cameron sonriendo y cerré la puerta en su cara regresando nuevamente a la cocina.

—¿Quién era? —preguntó Lydia cuando llegué.

—Nadie importante. —me encogí de hombros y seguido el timbre volvió a sonar causando que Lydia me diera una mirada de confusión.

—Esta vez iré yo. —puse los ojos en blanco mientras mi amiga iba caminando hacia la puerta.

Unos cuántos segundos después entró Lydia seguida por Cameron a la cocina, ella me miraba seria y con los brazos cruzados.

Espero que Cameron no le haya contado.

—¿Por qué le cerraste la puerta en la cara? —preguntó aún con loz brazos cruzados, parecía una mamá mientras esperaba una buena explicación de parte de su hija.

—No me agrada. —me encogí de hombros y Cameron soltó una risita burlona. —No te rías, imbécil.

—Ashley... —me llamó mi amiga por lo que dirigí mi mirada hacia ella. —¿Hay algo que debas contarme? —por un momento dirigí mi mirada a Cameron, pareció entender lo que quería preguntarle ya que negó con la cabeza, por un momento pensé que le había contado lo de anoche.

—No realmente. —contesté despreocupada mientras me encogía de hombros, ella parecía no creerme ya que seguía con la misma postura pero me observaba con los ojos entrecerrados.

—Aunque sea explícame por qué no lo dejaste entrar. —Cameron estaba detrás de ella apreciando la escena como si también quisiera saber la razón.

—Ya te dije que NO me agrada. —Cameron me miraba sonriendo, como si creyera que estaba mintiendo. Lydia bufó y salió de la cocina hacia la sala dejándome sola con Cameron.

—¿No te agrado? —preguntó acercándose a mi.

—No te acerques. —sentencié a lo que él soltó una sonora risa.

—Vamos, no me digas que me vas a odiar por lo de anoche. —parecía que aquel tema le daba igual, a mi realmente no lo hacía, ¡había golpeado al chico!

—No me agradabas del todo antes de eso, así que ahora no me agradas definitivamente. —él continuaba mirándome con una sonrisa dibujada en el rostro.

—¿Quieres una explicación? —su rostro cambió de una sonrisa a uno serio, volteé a mirarlo sin creer lo que decía.

—¿De verdad? ¿Me darías una explicación? —pregunté con una expresión confundida, él sonrió y asintió al mismo tiempo.

—Te contaré todo lo que quieras saber.














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Amor ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora