VII

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—¡Cameron! —grité para llamar su atención, él volteó a mirarme.

—¿Sí?—contestó una vez que llegué frente a él.

—¿Por qué no quieres hablar de eso? —cuestione curiosa.

—Porque no, Ash. —continúo con su camino, decidí no insistir más, en algún momento le sacaría la información.

Por venir platicando y peleando con Cameron perdí de vista a Lydia quien venía con Chris delante de nosotros la última vez que los vi.

—¿Dónde se habrán metido? —cuestionó Cameron mirando hacia todos lados.

—No tengo idea. —dije imitando la acción de Cameron.

Buscaba y buscaba y no encontraba la cabellera rojiza de mi amiga, pero sí pude encontrarme con la cabellera negra de un chico.

—Cameron. —le llame aferrándome a su brazo, sé que le dije que él no podía protegerme, pero esta vez el chico estaba solo y me veía como si quisiera matarme.

—¿Qué sucede? —preguntó mirándome con el ceño fruncido.

—Allá está uno de ellos. —bajé la mirada y él volteó, tal vez logró verlo ya que pasó su brazo sobre mis hombros y comenzamos a caminar hacia otro lugar.

—Ya, nos hemos alejado. —me sentía indefensa ante la mirada de aquel chico, era una hermosa mirada pero muy intensa. —¿Te sientes bien? ¿Por qué tomaste esa actitud? —preguntó poniéndose frente a mi.

—No lo sé, me veía de una manera como si quisiera matarme y eso me puso nerviosa. —respondí jugando con mis manos.

—¿Ahora si podré acompañarte al trabajo? —lo pensé por un momento, tal vez estén todos los chicos en ese entonces, pero estar con Cameron me hará sentir más segura.

—Claro. —respondí finalmente a lo que él sonrió.

—¡Ash, tienes que ver esto! —como por arte de magia Lydia apareció para tomarme de la muñeca y llevarme con ella a la tienda donde supongo estaba hace unos momentos.

(...)

—¿Lista? —preguntó Cameron cuando salí de mi habitación con una pequeña mochila en la que llevaba mi ropa para cambiarme al día siguiente.

—Sí. —respondí a lo que él se levantó del sofá que recién habíamos comprado Lydia y yo.

Cabe mencionar que lo único que adquirimos fue una sala y una cama, le dije a Lydia que no se preocupara ya que yo no dormiré en casa mientras trabaje con Rosie.

—Vámonos, esta vez será más fácil. —sacó una llave de su bolsillo. —Iremos en auto. —sonrió y yo reí.

—Vámonos que se hace tarde. —salí por delante de él y pude ver afuera su auto, un lindo auto negro. Caminé directamente a él, esperé a Cameron y él abrió la puerta para que subiera.

(...)

Cuando Cameron me trajo a casa de Rosie se me hizo muy extraño que no nos encontráramos a esos chicos por ningún lugar, pero de igual manera me sentí aliviada ya que no tendría que lidiar con ellos nuevamente.

Ahora estaba en casa de Rosie con Alex sentado junto a mí mientras veía la televisión, el pequeño le gritaba a Dora en donde se encontraba la casa de su abuela, debería estar dormido a esta hora igual que yo, pero un poco de diversión no le vendría mal.

—¡Detrás de ti Dora! —gritaba el niño a lo que yo reía ya que Dora obviamente no lo escuchaba. —¿Por qué no me hace caso, Ash? —volteó a verme con un puchero.

—Porque Dora es tonta, Alex. —dije a lo que el niño miró hacia donde Dora estaba y le enseñó la lengua.

—¡Tonta Dora! —gritó y se fue de la sala con los brazos cruzados.

Reí ante el comportamiento de Alex, pero un estruendo proveniente de la planta alta me sobresaltó, nuevamente ruidos de arriba. Aún sigo con la duda de qué puede ser lo que abrió la puerta ayer.

Subí cuidadosamente las escaleras esperando que no ahuyentara a sea lo que sea que esté arriba. Una vez frente a la puerta de mi habitación tomé cuidadosamente la perilla tratando de hacer el menor ruido posible y la giré haciendo que la puerta se abriera y observara la misma escena de siempre: la puerta del balcón abierta.

Estaba frustrada. No sé qué demonios puede abrir la puerta, pero lo más importante: ¿por qué la abre? ¿Qué es lo que quiere? ¿Qué es lo que busca aquí?

Salí nuevamente de la habitación no sin antes cerrar la puerta, bajé las escaleras para encontrarme nuevamente a Alex mirando la televisión muy entretenido.

—Hora de dormir, Alex. —lo cargué y comencé a subir las escaleras para llevarlo a su habitación.

—Pero no tengo sueño. —dijo y después bostezó.

—Claro. —reí y me miró sonriendo.

Llegamos a su habitación y lo dejé en su cama para después volver a mi habitación.
Estaba exhausta, el cuidar a Alex a veces puede ser un poco abrumador ya que si él quiere algo debo dárselo o es el fin del mundo. También le ayudo algunas veces a Marta limpiando la sala o con algo un poco menos pesado como lavando los trastes que usamos en la hora de la cena.
Caminé pesadamente a la habitación, me sentía un poco desprotegida sabiendo que en cualquier momento pueden volver a entrar por el balcón, sea lo que sea o sea quien sea.

Me acosté en la cómoda cama, levanté el edredón que lo cubría para meterme entre las sábanas cubriéndome del poco frío que comenzaba a sentirse ya que estaba a punto de comenzar el invierno.

No podía dormir, aún me rondaba por la mente aquella historia que Marta me había contado sobre aquella chica asesinada.

Aquellos chicos parecían malos pero no al grado de matar gente, pero ahora sé de lo que son capaces y debo cuidarme, no sea que algún día me quieran matar por meterme en "sus asuntos".

Un ruido proveniente de afuera me sobresaltó, escuché el crujido de la rama del árbol que estaba frente al balcón y unos segundos después la silueta de una persona parada frente a la puerta, no podía identificar a la persona ya que una cortina cubría la puerta. Aquella persona estaba parada frente a la puerta como si estuviese pensando lo que iba a hacer, finalmente se dio media vuelta y bajó por el árbol.

Ahora sabía qué era lo que abría la puerta.

Una persona entraba a mi habitación.

Pero la pregunta ahora era: ¿Quién y por qué entraba?

Amor ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora