Hoy presentamos: Una idea fantástica

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El sol había salido, y sus débiles sablazos derretían de a poco la suave y glauca capa de nieve que arropaba los tejados de las casas, las azoteas de los enormes rascacielos y la endurecida costra que era el asfalto de la ciudad. Era una mañana templada y pese al plomo que cargaba las nubes en el cielo, nada de ello impedía que los mismos lábiles rayos de sol arribaran sobre el Escenario Kaleido y mucho menos que se colaran en la lóbrega habitación de Sora Naegino.
Allí se encontraba dormida, con las sábanas hasta el cuello y una dulce sonrisa en el rostro como indicio del placentero estado de ensoñación en el que estaba sumida y el que nadie podía perturbar, nadie que no fueran esos rayos que iluminaban su rostro como linterna de oficial de policía a un incurso acorralado.

—Mmm... Vaya—bostezó abriendo de a poco los ojos mientras se rascaba la espalda ya sentada sobre la cama.

Se levantó despacio y caminó como sonámbula hacia la ventana. El cándido paisaje citadino con los vestigios de la nieve en cada esquina y las estrellitas luminosas que parpadeaban sobre el piélago perfilado sobre el horizonte hicieron que se le disipara por completo la modorra. Hoy le parecía un día claro y primaveral, la nieve hizo que esa fugaz sensación le creara la ilusión.

—Vaya...—musitó absorta—. ¡Qué hermoso está el día!

—Yo también pienso lo mismo—replicó una voz elegante y masculina que Sora reconoció. Fool la miraba de hito en hito cruzado de piernas, rozándose la barbilla con el dedo y flotando sobre su nube invisible entre el espacio que lo separaba de entre ella y la ventana.

—¿Eh?... ¡Fool pero qué rayos haces ahí! Me asustaste—gritó de un respingo, tomando inconscientemente un cojín de uno de los asientos como escudo protector.

—No me digas...—lamentó en un tono de voz pausada—. Esa no era mi intención querida Sora—se disculpó solemnemente.

—¿A que no?...—reviró con cierto escepticismo.

Fool asintió:

—En efecto... No tienes por qué dudar.

—Bueno, si tú lo dices...—dijo convencida y al ver que ésta entró en confianza, aprovechó el momento para tratar el tema:

—Ah mi querida Sora, considerando que la mañana aún conserva su atmósfera fría ¿por qué no te relajas un poco tomando uno de esos exquisitos baños calientes? Yo podría frotar tu espalda. ¿Tentador no?

Sora no respondió palabra alguna pero su mirada asesina fue más que suficiente para conocer la decisión que había tomado, entonces, sin más preámbulos, tomó a su minúsculo compañero de cámara y al Espíritu del gran Escenario—ignorando las inquisiciones de éste sobre lo que pretendía hacer con él—abrió la ventana y sin un sólo ápice de compasión lo lanzó lejos, bien lejos, tanto, que sólo el eco de su voz resonó por los aires y su cuerpecillo se perfiló como una brillante estrella por los cielos.

—Se lo merece—apuntó enfurruñada validando la acción cuando por su cuerpo se escurrió un escalofrío tan intenso que tembló como gelatina y se tuvo que abrazar a sí misma—. ¡Uuuuhh...! Cielos... Creo que después de todo Fool tiene razón, el paisaje está bello pero aún se mantiene frío. Sí, tendré que tomar un baño caliente—y corrió a la ducha llena de energía.

Mientras el Escenario Kaleido se sacudía del letargo y se disponía a realizar las faenas que trae consigo un nuevo día, en el salón de redacciones las labores estaban ya en pie desde las cinco de la mañana y el murmullo de las voces allí dentro se esparcían como cacareos de gallina clueca. Ken Robbins, uno de los miembros del staff llevaba entre sus manos un vaso de café y una caja de donas por encargo cuando escuchó el ruido y vencido por una curiosidad insolente, decidió escuchar lo que ocurría allí dentro y el motivo de tanta bullanga acercándose a la puerta entre abierta. Por el recodo pudo apreciar a ciencia cierta de quiénes estaban dentro.

Kaleido Star: Nothing is impossibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora