Epílogo

287 22 4
                                    

Feria de Alcentar, justo después del combate entre Serpiente y el Guardián.

La gente empezaba a salir de sus casas, a acercarse al recinto de la feria, donde la mayor amenaza que jamás había sufrido la ciudad: el monstruo llamado Serpiente, estaba inconsciente y tirado en el sueño, recuerando el tamaño y aspecto de un hombre normal. Al mismo tiempo el héroe del momento, Guardián, recuperaba el aliento en una azotea cercana, desde la cual tenía perfecta vista de la feria. Había decidido quedarse ahi, vigilante, para asegurarse de que el monstruo no se despertaría y volvería a poner en peligro a la ciudad.

A los pocos minutos, unos cuantos furgones de policía llegaron a toda velocidad. De ahí empezaron a salir agentes con equipamiento de asalto y trazaron un perímetro de seguridad alrededor de Serpiente. El último en salir fue el famoso inspector Santiago Peralta, uno de los mejores agentes de la Morena. Dió unas cuantas órdenes a sus hombres, maniataron el cuerpo del criminal y lo metieron en uno de los furgones blindados. Una vez Serpiente fue puesto a buen recaudo, los policías volvieron a sus furgones. El último en subir fue el propio Peralta, que se detuvo justo antes de entrar en el vehiculo.

Su mirada se había quedado fijada en el sitio donde estaba el Guardián, oculto en una de las azoteas próximas. Jaime no daba crédito, era casi imposible que el policía le hubiera visto. ¿Ahora que, iba a detenerle? ¿Avisaría a todos sus hombres a que fueran a por él? El corazón de Jaime comenzaba a acelerarse, pero entonces vió algo que le sorprendió.

Peralta estaba sonriendo. No le dijo nada a sus hombres, sólo se limitó a quedarse mirándole. Al final, hizo un pequeño gesto con la mano, subió al último furgón y arrancó.

Un saludo.

Sorprendido por lo que acababa de ver, el Guardián dió un salto hacia la siguiente azotea en dirección a su casa.

--------------------------------------------------------

Cementerio de Alcentar, dos días después del combate entre Serpiente y el Guardián.

Hacía una tarde de perros. El cielo, nublado, y la lluvia, incesante, eran sin embargo un acompañamiento perfecto para el día triste que se estaba viviendo en Alcentar. Mas de veinte ataubdes, cubiertos de flores, estaban expuestos, mientras que los familiares lloraban desconsolados.

No se escatimó ni un euro en el funeral a los valientes guardias civiles que dieron su vida peleando contra Serpiente. Fotos con sus rostros sonrientes adornaban un altar en su honor, lleno de coronas de flores. En frente del altar, con pose rígida y fuerte aun a pesar de sus muchas heridas, César observaba solemne la escena, pensando no sólo en sus compañeros caídos, también en otra de las tumbas de aquel cementerio, su amada Verónica.

"Me jugué la vida por nuestro hijo Vero, puedes estar orgullosa"

-¡Y ahora- anunció el alcalde de Alcentar- tenemos aquí a uno de los supervivientes que va a decir unas palabras, el Capitán Castillo!

La multitud irrumpió en aplausos mientras Castillo aclaraba su voz y se preparaba para iniciar su discurso.

-------------------------

Instituto Público de la calle Doctor Esteban, cuatro días después del combate entre Serpiente y el Guardián.

Jaime Castillo esperaba en la puerta del instituto, resguardado de la lluvia debajo de un árbol. Éste era un día muy importante, era hoy cuando  debían presentar el trabajo que había iniciado todo esto, que había unido a los tres amigos.  Jaime sonrió. Es increíble como las pequeñas casualidades pueden dar lugar a amistades que pueden durar una vida, que pueden alejar la soledad. Los pensamientos de Jaime fueron interrumpidos por una figura que ya casi llegaba al instituto.

-¡Guille!

Guillermo respondió con un gesto con la barbilla, y al llegar se dieron la mano.

-Hoy es el gran día- dijo Jaime- ¿Estas preparado?

-Se me hace extraño- comentó Guille- que nuestro trabajo sea sobre ti.

-No es sobre mi-respondió Jaime con una carcajada- ¡Es sobre el Guardián! ¿Recuerdas?

En ese momento alguien se acercó por detrás de Jaime, por sorpresa, tapándole los ojos.

-¡Hola Lucía!- rió Jaime.

-¿Que? ¿Como has sabido que era yo?- preguntó Lucía mientras Jaime se partía de risa- ¿Superpoderes?

-Puede ser- contestó Jaime con una carcajada.

-Chicos- dijo Guille apuntando a su reloj- Entremos que se nos hace tarde.

Entonces Lucía se agarró a los brazos de Jaime y Guille y juntos entraron a clase.

--------------------------

Muy lejos de ahí, en un lujoso hospital de otro país,  un movil empezó a sonar con fuerza. La mujer que lo cogió era una de las enfermas, a la que pronto iban a dar el alta.

-¿Si?- Irina Cortázar escuchó por unos segundos y contestó, impaciente- Ahora no me preguntes como me encuentro, Furio, déjate de gilipolleces. en vez de eso, consíguenos unos billetes de avión de vuelta a España, cuanto antes. Quiero recuperar lo que es mío.

Dicho esto, la Condesa colgó el teléfono con rabia. Primero el Guardián, luego Serpiente. Ambos le habían robado lo que era suyo, y este último casi conseguía acabar con su vida y la de sus subordinados. Pero esto no iba a quedar así. Irina Cortázar sonrió y pensó para si misma:

"Pronto la Condesa volverá a su trono de Alcentar, y nadie se atreverá a interponerse en su camino nunca más." 

--------------------------

Esa misma tarde Jaime, despues de haber tenido un gran éxito con el trabajo, volvía para casa. El sol estaba ya ocultándose y el cielo rojizo daba a la calle un color único. Jaime dobló la esquina y se paró en seco. Enfrente de su puerta había un hombre de mediana edad, seguramente de unos cuarenta y cinco años, apoyado en su puerta. Lo primero que le llamó la atencion fue un armazón metálico en su pierna derecha, lo que probablemente le ayudaba a caminar. Estaba en buena forma física aunque la edad se le notaba en la cabellera canosa y algunas arrugas de la piel.
Nada mas le vio, el hombre se acercó y le tendió la mano.

-Hola Jaime, mi nombre es Mario Pizarro- Jaime le devolvió el apretón de manos- Quería felicitarte por tu trabajo, ha sido espectacular.

-¿Mi trabajo?- contestó Jaime- ¿Se refiere a mi trabajo de clase? ¿Es usted profesor de mi instituto?

-No exactamente, chico- respondió Pizarro- Me refiero a cierta visita a la feria que hiciste con tu amigo Serpiente.

-¿Como sabe usted eso?

-Digamos- Pizarro rebuscó en su chaqueta y sacó una tarjeta de color azul oscuro- que pertenezco a un grupo de gente a la que le interesas mucho, Guardián. Estate atento, te llamaremos un día de éstos.¡Hasta la vista!

Jaime se quedó sin palabras, viendo como el hombre le daba una palmada en la espalda y se marchaba, cojeando.  Una vez del hombre desapareció, Jaime miró la tarjeta azul marino que tenía en sus manos, donde sólo habían escritas unas pocas palabras:

Agencia de Control Megahumana.

A.C.M.

El GuardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora