Un tiempo a solas

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Sábado 28 de Noviembre de 2015

Golpeé la bolsa con fuerza, sacando la rabia de mi interior.

Esa mañana me había despertado cerca de las 5

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Esa mañana me había despertado cerca de las 5.30 am, completamente relajada y habiendo dormido de la mejor manera posible en las últimas semanas; no había tenido pesadillas, de eso estaba segura, pero lo que no podía aseverar era de si eso indicaba algo bueno, o solo era una prueba de que no recordaría nada que ayudara a las niñas.

Ese único pensamiento hizo que me enojara, conmigo misma, y que toda la relajación se fuera al demonio. Por ello, me cambié, tomé un jugo exprimido camino al gimnasio, y comencé a entrenar cerca de las 6.10 am, mucho antes de que ningún alma en toda la instalación pensara siquiera en levantarse de la comodidad de sus camas.

La bolsa de arena se balanceaba de un lado al otro bruscamente, mis golpes no bajaban de intensidad, y  la tensión acumulada desde que robé los archivos, se estaba yendo.

-Vas a romperte las manos si seguís- su voz denotaba diversión, pero a mí me asustó, por lo que mi golpe salió demasiado fuerte, y la bolsa se soltó del gancho del que colgaba, volando varios metros al frente.

-Es costumbre suya asustar a las personas Cap- afirmé con una sonrisa secando el sudor de mi frente con el dorso de la mano.

-¿Estás reconociendo que te asustaste?-

-Jamás lo haría- le di una mirada desafiante

-¿Cuál de las dos? ¿Asustarte o reconocerlo?- contestó de igual forma.

-Ninguna. Pero sabe que no le tengo miedo a nada- dije restándole importancia y sacándome las vendas.

-Todo el mundo le tiene miedo a algo-

-Eso dicen...-

-¿No hay nada que te erice la piel?- mis ojos se encontraron con los suyos. Hubo cientos de cosas a las que le tuve miedo y me enfrenté sin poder evitarlo; aun así una sola persistía en mi cabeza, siendo la única de la que no podía escapar, pero si esconderme, mi pasado. Era exclusivamente, lo único que me atormentaba, me paralizaba y me volvía débil con solo pensar en ello. Últimamente, parecían afectarme con más intensidad de lo que yo misma asumiría.

-El silencio- dije sacudiendo mis pensamientos.

-¿Silencio?- preguntó incrédulo.

-Lo detesto- hice gestos con mis manos para enfatizar –De chica... en el orfanato... pasaba demasiado tiempo encerrada en el cuarto sola, con puro silencio, y ni el zumbido de una mosca, por eso no me gusta- ni siquiera supe por que dije eso, al parecer, su presencia hacía que me sintiera lo suficientemente segura para contarle cosas.

-Yo odio las agujas- su confesión me sorprendió, no por la simpleza de la misma, sino por la seguridad en su voz para contarlo.

-Creo que todos lo hacemos- reí suavemente –Es una defensa del cuerpo para correr a tiempo- le guiñé un ojo mientras tomaba agua.

Del otro lado (Steve Rogers y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora