Capítulo 2

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Papá estaba molesto, él y el señor que trabajaba con él habían llegado corriendo por nosotros.

Mamá había dicho que debíamos ir con la abuela porqué ella estaba enferma.

Cuando todos estábamos en el auto, Ryan se sentó junto a mi en el asiento trasero y junto a nosotros mamá. Ella parecía muy preocupada, pero cuando me miraba, sonreía.

Creo que me quedé dormida.

Porque al abrir los ojos estábamos en casa de la abuela Lucinda. Ryan estaba llorando, estaba a mi lado y ambos cubiertos con una manta.

-Ellos estarán bien.- decía mi papá a mamá.

-Cuidala mucho Ryan, cuidala.- lloraba mamá.

-Es hora de irnos.- anunció el señor de cabello castaño acercándose a nosotros.

Besó mi frente y abrazó a Rayan quien no dejaba de llorar. No dijo nada más pues salió corriendo por la puerta y mis padres ya no estaban.

-¡Te amamos!- escuché el gritó de mi madre al cerrarse la puerta.

-¿Mami? - la llamé despertando por completo. -¡¡¡¿Mami?!!!

-¡¡¡Mami!!!- grité despertando aceleradamente.

Me di cuenta de que estaba sola en la habitación, otra vez ese tonto sueño.

-¡¿Jous?!- gritó Ray, abriendo la puerta.

Al verme aun entre las sábanas y con la mirada perdida, supo de que se trataba. No preguntó nada más y se limitó a sobar mi cabeza con ternura mientras me abrazaba.

-¿De nuevo?- dijo por fin.

-De nuevo- dije recuperando el ritmo de mi corazón.

...


-Claro que aún no le dices nada a Ryan.- se quejaba Karol.- Sabes que se negaría.

-¿Y que debo hacer? - me quejé ahora un poco molesta.- Haga lo que haga, dirá que no.

-Mira... ese chico nunca te habló en todos los semestres y ¿ahora te invita a salir?- intervino Vero.- es muy extraño.

-Pero es lindo.- dijo Karol sonriéndome.

-Tienes que decirle a Ryan.- se quejó Vero regañando a Karol.

El profesor entró y todos ponían atención a lo que decían, de repente sentí una bola de papel chocar con mi nuca.

La tomé y abrí para leerla.

"Hoy saliendo de la universidad, te veo en el centro comercial"

Al girarme me topé con la mirada ansiosa de Timmy.

Asentí sonriéndole, regresé mi vista al frente y continúe con la clase.

Al casi terminarse este día de escuela, tenía que ir a entregarle el trabajo final a mi profesor de bioquímica.

Caminé sola por los pasillos hasta llegar a la sala de maestros donde me dijo que podía encontrarlo. Debía solo llegar y entregarle mi trabajo para poder irme y estar lista para mi cita.

Cuando toqué dos veces la puerta de madera, con la placa que decía "Sala de maestros. (No pueden pasar estudiantes)", mi profesor abrió la puerta solo un poco y al verme sonrió dejándome pasar.

-¿Cómo esta, señorita Dígori?- me preguntó el profesor Spinder.

-Bien profesor, gracias. Aquí tiene mi trabajo.- le sonreí entregándole el trabajo en la memoria USB.

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