No pude evitar sonar algo confusa y aterrada.

Simón se aclaró la garganta.

—Sí, es verdad, te mentí —admitió—.Trabajo en la ferretería de la esquina —contestó—, siempre las veo a ti y a Cleo pasar de camino a la escuela, y una vez, gritaste su nombre en una charla que mantenías con ella. Sí, lo sé, soy muy atento a todo lo que sucede a mi alrededor.

—Confieso que nunca te he visto trabajar allí.

—Será porque renuncie hace ya tres meses. Terminaré mis estudios y seré profesor de Literatura.

—¿Por qué renunciaste?

Simón resopló ante la continuidad de mi insistencia. Miró la hora en su teléfono, y apretó los labios.

—Debo irme. ¿Podemos seguir con esta charla por Facebook más tarde? Estaré en linea a las ocho de la noche. — me informó con voz grave, poniéndose de pie y tomando su bolsa de libros.

Por alguna extraña razón, me frustró un poco que se tuviera que marchar justo ahora que nuestra conversación era entretenida.

—Claro. —dije apoyando mi barbilla sobre la palma de mi mano— me terminaré el café y luego iré a buscar a Dylan.

Asintió.

—Un gusto haberte conocido, Diablilla. —saludó, tras lanzar un guiño de ojo.

Regresamos con Dylan caminando a casa y nos encontramos con la sorpresa de que papá, mamá y Olivia habían salido. Olivia no asistió a clases y se fueron a patinar sobre hielo al parque Filiwood.

—Eso quiere decir que tenemos la casa para nosotros solos. —concluyó Dylan, abriendo el refrigerador y sacando una lata de Coca-Cola.

—Me disgusta que salgan sin avisar. —dije, tomando asiento en la mesa y agarrando la nota que nos habían dejado.

—Nos avisaron chistosa, tienes la nota en la mano. —se burló Dylan.

—No me refiero a eso, sino que...mejor, olvídalo.

Me resultaba algo negativo que ahora sacaran a Olivia únicamente, y se hubiesen olvidado de nuestro acuerdo familiar, de un día para el otro: "Salimos los cinco o no hay salida".

Sabía que Olivia era la más pequeña, y que por eso, tenía más consentimientos que nosotros, pero...esperen un momento, eso ni siquiera era una escusa para que se olvidaran de Dylan y yo. Por lo menos, nos hubiesen esperado y habríamos ido todos juntos a patinar.

Dylan continuó bebiendo el contenido de la lata, mirándome de forma divertida.

—¿Qué? —carraspeé.

—Te he visto con Simón en una de los café del centro, y parecías bastante entretenida con él.

Tragué con fuerza.

—Me parece un buen chico. —solté, encogiéndome de hombros.

—¿Tanto como para ponerte de novia con él? —quiso saber, perspicaz.

—No digas idioteces, apenas lo conocí hoy.

—Vi como lo mirabas, Ángel. Estábamos caminando con Lily y los vimos justo a tiempo. Ella está de acuerdo conmigo, y hasta hicimos una apuesta de que terminarían juntos.

No podía creer la idiotez que había oído.

—¿Acaso ya están organizando una boda? —pregunté, sarcástica.

—Si eso te puede sacar del lugar llamado forever alone, ¿por qué no?

—Vete a la mierda.

—Allí van las mejores personas, hermana.

Dylan subió las escaleras y se encerró en su habitación, dejándome sola con mis pensamientos.

Las ventanas de la casa estaban cerradas y el frío ya comenzaba a helarme los labios.

En cuanto encendí la chimenea, me senté frente a ella y me quedé hipnotizada viendo las llamas consumiendo la leña, mientras éstas chispeaban creando pequeñas estrellas que se elevaban hasta apagarse.

Mi teléfono sonó e interrumpió la calma de la casa.

Fui a buscarlo a mi mochila y volví a sentarme frente a la chimenea.

Cleo me estaba llamando.

—Mujer, si sigues faltando a clases, te darán una patada en el culo. —fue lo primero que dijo Cleo con su voz chillona.

—No volverá a pasar, sólo fue un favor que le hice a mi hermano.

Cleo siempre cumplía aquel roll de "te metes en problemas y te asesino".

La forma en la que me cuidaba, era de locos, pero no dejaba de ser una persona muy compañera en otras situaciones.

—Oye, te tengo un chismerio de muerte. —anunció.

—Suéltalo.

—Hoy el entrenador en clase de gym, ha llevado a su hijo...¿cómo se llamaba?¡Oh sí, Ethan! Y te juro que está guapísimo.

Fruncí el entrecejo.

—¿Pero por qué el entrenador llevaría a su hijo?

—Según él, se mandó un lío terrible en la escuela en la que asiste y ha decidido castigarlo dándole trabajos duros y humillándolo frente a nosotros con diversos ejercicios. El profesor Michigan es muy exigente y lo sabes, pero, nunca creí que tuviera la misma rudeza con su propio hijo.

Era cierto, el profesor Michigan era muy estricto y demasiado exigente, tanto, que disfrutaba vernos sufrir con sus complicados entrenamientos.

Dios santo, cuando me tocaba asistir a la clase de gimnasia, ya tenía ganas de echarme a llorar al saber lo que me esperaba: dolores insoportables de espalda y todo el jodido cuerpo.

—Vaya, que malvado. —dije, desinteresada.

—El lunes lo conocerás, y quiero ver tu jodida cara, Ángel.

—No veo la hora de conocerlo. —mentí.

—Oye, no seas así de fría. De verdad, es muy lindo chico, quizá puede llegar a interesarte y...

—No, no estoy interesada —la interrumpí rápidamente—. Porque creo...— suspiré, dudando si contárselo, ya que creía que era demasiado apresurado— que he conocido a alguien.

Cleo chilló como una loca que se hubiese sacado la lotería y tuve que alejar el teléfono de mi oreja antes de que su grito rompiera mi tímpano.

—¡Dios santo mujer! —soltó, alegre— ¿Cuando?¿cómo?

Sonreí.

—Se llama Simón...y es, no sé, atractivo y me atrae su personalidad, es que yo...

Me vi interrumpida por el timbre de la casa.

—Te llamo luego. —le dije a Cleo y colgué.

Miré por el visor de la puerta, con la ilusión de que fuesen mis padres y Olivia, pero no había nadie.

Abrí la puerta con lentitud y bajé la mirada al suelo de forma instintiva, en donde había una pequeña caja negra.

La tomé, algo anonadada, y le saqué la diminuta tapa. En ella, había una nota con letras cursivas y negras.

Entré rápidamente a casa y la leí.

Cielo o infierno, tú ya estás en esto.

No te olvides de Angélica.Where stories live. Discover now