‒¿Y que se supone que tengo que hacer? ¿Agradecerte, porque durante más de un año has tenido plena consciencia del estado y paradero de Anahí y no se te ocurrió nunca, decírmelo? ¿Eso es lo que tengo que agradecerte? ¿Qué hayas visto como me volvía loca por no saber si estaba bien o mal, y no hayas sido capaz de darme un motivo para vivir tranquila? ¿Eso, tengo qué...

‒¡Eh, eh! ¡Para el carro! ‒me interrumpió gesticulando con las manos ‒Que te quede clara una cosa; que tú te hayas pasado la ética profesional por las narices, no quiere decir que todo el mundo vaya a hacer lo mismo.

Eso me dolió. Me dolió más de lo que realmente expreso apretando mi mandíbula y volviendo a bajar la mirada.

‒Pero sí. Es precisamente todo eso, lo que deberías agradecerme ‒informó consiguiendo que volviera a mirarla ‒¿Crees que yo tenía algún interés especial u obligación en acudir a un centro cualquiera, para tratar a una chica cualquiera, con desórdenes alimenticios? ¿Crees que tenía necesidad de aumentar mis horas de trabajo y reducir mi tiempo libre en el traslado que supone ir hasta un lugar que está a las afueras de la ciudad? ¿Por qué crees que lo hice, Dulce? ¿Por mí? ‒pregunta sin intención de esperar respuesta ‒No. Lo hice por ti. Porque tú no ibas a poder estar cerca de ella, pero yo sí. Yo iba a poder asegurarme, de que el motivo por el que mi mejor amiga, se iba a pasar un año sufriendo, merecería la pena. Porque esa chica, iba a salir adelante, y yo iba a estar ahí para verlo, para contribuir y para un día, ver en la cara de mi mejor amiga, una felicidad absoluta, porque la mujer que ama está recuperada y volvió a buscarla. Y sin embargo, me encuentro con esto; con una mujer asustada, que tiene tanto miedo de lo que ha sentido y siente, que es incapaz de ver con claridad, se frustra consigo misma y lo paga con quien menos debe. ‒suspira y niega con la cabeza ‒Has hecho todo lo que no debías hacer, Dulce. Te has pasado un año luchando por no estar triste, por no llorar, obligándote a no extrañar, a no caer, cuando sabes perfectamente, que todo eso es necesario. Que dejar salir la tristeza, es tan necesario como la felicidad, porque si no, finalmente ocurre lo que te está ocurriendo a ti; tanto tiempo acumulándolo, que ahora llega ella, la única que pone patas arriba tu mundo, y esas emociones acumuladas, están dentro de tu pecho como una olla a presión a punto de estallar, y no sabes cómo controlarlas. No puedes controlarlas y te vas a terminar ahogando en ellas. ¿De qué tienes miedo? ¿De qué se vuelva a marchar? ¿De tener que volver a aprender a vivir sin ella? La vida es eso, Dulce. La gente va y viene, por diferentes motivos que muchas veces no se eligen, y continuamente hay que aprender a vivir con las partidas. Pero ahora está aquí. Y tú solita la estás echando.

‒¿Por cuánto tiempo, Marta? ‒le pregunté impacientándome ‒Si apareció tambaleando absolutamente todo mi mundo y se volvió a marchar por una semana, en la que no supe si estaba viva o muerta. ¿Crees que yo puedo vivir con esa continua incertidumbre de que una persona vaya y venga cuando se le antoja? ¿Crees que no me angustia? ¿Sabes lo que ocurrió la primera vez que estuve dos semanas lejos de ella? Que cuando regresé, se había destruido a sí misma. Y un paro cardiaco, casi la hace morir entre mis brazos. ¿Crees que no he sentido pánico durante todo este año, de que eso pudiera volver a ocurrir? Cada día. ‒concluí ‒Cada día lo sentía y me vi en la obligación de ir a terapia para superar ese maldito miedo y esas malditas pesadillas. Y ya no sé nada de ella, Marta. No sé qué siente y si pretende quedarse, o si a la primera de cambio, va a abandonar su vida de nuevo. No puedo no tener miedo.

‒Estaba haciendo unas audiciones para entrar al Conservatorio Nacional de Música, Dulce. ‒informó sorprendiéndome ‒Por eso tuvo que salir de viaje de forma imprevista, porque si no lo hacía ahora, tendría que esperar un año más. Y lleva meses preparándose para ello. Por eso no pudo decirte nada. Quería regresar con la noticia en mano, para dártela personalmente. Anahí ha cambiado muchas cosas en su vida durante su periodo de ingreso. Cosas que te harían sentir orgullosa y feliz. Y si la dejaras entrar, tú misma las verías.

La Luz De Tu MiradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora