XVI

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No soy capaz de recordar la última vez que dormí tan profundamente. Estoy dispuesta a asegurar, que no he conseguido tal cosa desde que trabajo en La Cascada. Pero tenerla a ella a mi lado, sentir su mano entrelazada con la mía, escuchar en la lejanía, el sonido de su respiración pausada, me proporcionó la seguridad necesaria para ser capaz de descansar toda la noche, sin tener ni una sola de esas pesadillas que ya se habían convertido en costumbre. Todo resultó ser paz y tranquilidad. La misma paz que sentí en el momento de abrir los ojos y encontrarme de frente con su rostro dormido. Algo que me hizo sonreír en el acto. Ninguna de las dos había cambiado de posición durante el sueño. Permanecimos todo el tiempo así, una frente a la otra, con nuestros dedos entrelazados, disfrutando de la calma. Que su rostro sea lo primero que veo al despertar, es probablemente la sensación más hermosa que jamás he sentido. Y perfectamente podría acostumbrarme a ella cada mañana. Es más, en el momento en el que abrí los ojos y descubrí una media sonrisa dibujada en sus labios, aún dormida, deseé con todo mi corazón, despertar así, cada día del resto de mi vida.

Fue imposible no preguntarme al instante, qué estaría soñando para hacerla sonreír de esa forma. Me lo pregunté durante varios minutos, hasta que me di cuenta, de que no iba a averiguarlo, por mucho que la observara mientras dormía. Cosa que me hizo abandonar la cama antes de que despertara y pudiera sentirse incomoda. No obstante, antes de irme, dejé un cálido beso sobre su frente y después de preparar café, haciendo el menor ruido posible, vine hasta aquí, donde llevo aproximadamente una hora contemplando el lago bajo mis pies, sentada sobre la madera, con White echado junto a mí, mientras acaricio su pequeña cabeza y la cafetera al otro lado, lista para llenar la taza sin tener que levantarme.

Corre una ligera brisa, que convierte en perfecta la incidencia del sol mañanero. El sonido de este lugar, siempre ha sido una de las cosas que más me ha gustado de esta casa. No importa la hora que sea, lo único que se escucha es el canto de los pájaros y el vaivén de un agua tan tranquila, como inmensa. Un sorbo de café, resulta más que perfecto en una situación como esta. En un paisaje como este. Respiro hondo, sintiendo como el oxígeno abarca todo mi interior, mezclándose en algún lugar con el aroma de mí café. Es imposible que una persona no se sienta enamorada de este lugar, de este paisaje, de esta paz y de esta sensación.

─Es extraño que despiertes tan temprano, habiéndonos acostado tan tarde.

El sonido de su voz, hizo que mi corazón tranquilo hasta el momento, adoptara un ritmo acelerado, que sin querer, me hizo sonreír al tiempo que volteaba para mirarla.

La encontré en el umbral de la puerta, observándome con cierto atisbo de intriga y empezando a acercarse, mientras White, incorporaba su cabeza y comenzaba a mover el rabo dispuesto a recibirla con alegría.

─Buenos días ─saludé sonriendo.

─Buenos días ─me devolvió la sonrisa y se sentó junto a nosotros, acariciando al cachorro con dulzura. ─¿Dormiste mal anoche?

─No había dormido tan bien, desde hace meses, créeme.

─Entonces es que te gusta salir aquí temprano y disfrutar de la calma mañanera.

─Va a resultar que me conoces más de lo que creía.

─Y seguramente más de lo que yo también creía ─sonrió.

La observé fijamente, tratando de averiguar algún significado a aquellas palabras, mientras ella continuaba acariciando a White de una forma muy tierna.

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