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Hoy, la rutina de mi día iba a comenzar algo diferente. Un miércoles, cada dos semanas, tengo que asistir muy temprano a mi universidad, a una especie de tutoría que simplemente sirve para que los profesores lleven un seguimiento de las prácticas y el proyecto de cada alumno.

Me resulta bastante aburrido dicho trámite. Es más, ni siquiera leen lo que hemos escrito de nuestra investigación hasta el momento. Se limitan a visionar el informe que cada quince días realiza nuestro tutor de prácticas, en mi caso Marta, y con ello te aportan consejos y una especie de guía por la cual puedes continuar. Siempre me he preguntado como lo hacen, sin saber realmente en qué consiste la investigación. Pero bueno, supongo que será cosa de psicólogos.

Afortunadamente, la tutoría solamente dura dos horas, así que a las diez de la mañana, ya estoy dispuesta a volver al trabajo. Pero teniendo en cuenta, que es justamente la hora del descanso para los universitarios, decido acercarme a la cafetería del campus para saludar a Claudia. A ella aún le queda un año de carrera, probablemente el más duro de los cuatro, porque en lo único que piensas es en terminar rápidamente tus exámenes para comenzar las prácticas. Y eso te crea una ansiedad algo incontrolable.

Puedo verla a lo lejos, desayunando con algunos de sus compañeros, pero decido esperar unos minutos hasta que ella misma me vea, para no interrumpir la plática. No tarda ni siquiera unos segundos en alzar la vista y encontrarme junto a la puerta. Hace un gesto de saludo algo exagerado con uno de sus brazos mientras sonríe y yo doy de cabeza. Siempre me ha resultado simpática la poca discreción de mi amiga. 

En unos pocos instantes llega a mi lado, sonriendo como siempre.

─¡Dulce! ¡Dichosos los ojos!

─¿Cómo estás, Clau? ─Sonrío dándole un beso en la mejilla.

─Bien. Aquí descansando un poco la mente antes de volver a clase. ¿Y tú? ¿Ya saliste de la tutoría?

─Afortunadamente sí, vine a saludarte antes de volver al centro.

─Últimamente no paras ¿eh? A ver cuando salimos a tomar algo. Podrías hablarlo con Marta y dar una vuelta o ir a cenar este fin de semana. Así las tres nos relajamos. Ustedes por su trabajo y yo por mis exámenes.

Desde que las presenté, Claudia y mi jefa se cayeron bastante bien. Así que, digamos que las tres nos hemos convertido en un buen trío de cómplices que de vez en cuando, nos dedicamos una noche de copas, una tarde de café o alguna cena imprevista.

─Uhm... sí, supongo que no será una mala idea. Marta se apunta a cualquier cosa, ya lo sabes. Después averiguo si no tiene planes y te aviso ¿Ok?

─¡Perfecto!

─Bueno, te dejo terminar tu desayuno, que ya no quiero retrasarme más. Hablamos después.

─Está bien, chica responsable. Que tengas un buen día.

Con un último beso en la mejilla, seguido de una sonrisa, nos despedimos. Ella volvió a su lugar, con sus compañeros y yo me dirigí a la salida del campus, donde mi coche esperaba prácticamente calcinándose al sol. Lo bueno de todo esto, es que "La cascada" estaba apenas a unos kilómetros de la universidad, más cerca de esta que de mi propio apartamento.

Así que en cuestión de unos minutos, me encuentro aparcando nuevamente. Pero esta vez, en un lugar con sombra. Y a continuación, me adentro en las puertas de aquel bonito edificio, que como advertí el primer día, parecía de todo menos un centro de salud mental.

La Luz De Tu MiradaTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon