4. Christian

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Azul. Eso era lo único que los ojos de Aysha lograban enfocar cuando se abrieron, adoloridos e hinchados por haber permanecido tanto tiempo cerrados, ocultos de la luz del sol. Sus manos, engarrotadas y manchadas de un líquido rojo, palparon con cuidado el lugar donde yacía. Tierra seca se les adhirió al enterrar sus uñas en el pavimento. Su cerebro comenzó a trabajar rápidamente, haciendo interminables preguntas sin respuestas sobre lo que había pasado que la había hecho acabar en un bosque… acompañada. Los ojos de la muchacha, por el contrario, permanecían tranquilos mirando a los orbes del desconocido que tenía frente a ella.

Era el azul más extraño que había visto jamás. Le hacía recordar el océano, lugar en el que nunca había estado, pero había soñado recorrer cuando era pequeña y leía los libros que había en la biblioteca de la organización. En ese entonces, cuando solo llevaba meses allí, Aysha recordaba haber suplicado a Raven y Skull ir a visitar las inmensas costas de pueblos vecinos, con la ilusión de poder ver a través de sus propios ojos los rayos del sol, ardientes y brillantes, reflejados en las aguas cristalinas, mientras pequeñas criaturas paseaban tranquilas en busca de alimento bajo su superficie. Por supuesto, tanto su mentor como su mejor amigo se negaron rotundamente a aquella petición, quedándole a la muchacha tan solo aquellos libros donde podría imaginar mil y una historias imposibles de cumplir. Meses después, Aysha comenzó su duro entrenamiento, dejando en el olvido aquellos sueños de niña, y centrándose en su único objetivo: matar vampiros. Pero en sus sueños, a veces, lograba viajar a un lugar nunca antes visitado, con aguas cristalinas y mansas, olas con una espuma blanca como la nieve que caía en pleno diciembre, y una arena del color de sus ojos. Y eso fue lo que vio cuando fijó sus ojos en los del forastero: el mar, lo desconocido.

Cuando su cerebro se despejó por completo, el cuerpo de Aysha se tensó, sabiendo la existencia de algunas lagunas en su memoria. Su cuerpo se levantó ipso facto, poniéndose en la posición de ataque que tanto había ensayado con Raven. Sus manos se convirtieron en puños, y su tronco se echó hacia delante. El desconocido, sorprendido por la velocidad de la joven, cayó hacia atrás unos centímetros. Sus pupilas se agrandaron, comiéndose a su paso el color eléctrico de su iris, dejando una pequeña franja de luminosidad en él. Sus labios, sin embargo, tenían una mueca torcida que le hizo recordar por un momento a aquellas que ponía Skull cuando estaba sorprendido.

Instintivamente, Aysha llevó sus manos a los pequeños bolsillos que había hecho específicamente para guardar sus armas. Palpó rápidamente, intentando encontrar algún bulto que le mostrara que aún estaban bien guardadas, pero no encontró nada. Nerviosa y enfadada por no encontrar sus objetos de defensa, se abalanzó hacia el extraño de ojos azules. Él, aún asombrado por la muchacha que tenía frente a él, lo único que pudo hacer en su defensa fue rodear los brazos de la muchacha, separándolos lo máximo de su cuerpo, de esa manera evitando que clavara las uñas en su carne.

— ¡Tú! — gruñó Aysha con fuerza, mientras intentaba liberarse de los brazos del muchacho a codazos—. ¿Dónde demonios has puesto mis armas?

El desconocido se sorprendió aún más, si eso era posible.

— ¡Yo no he tocado ninguna… Auch! — su frase se vio interrumpida cuando Aysha le clavó los dientes en su antebrazo, obligando al joven a quitar las manos del cuerpo de la chica. Una vez libre, Aysha arremetió contra él, lanzando un puño hacia su nariz, tal y como le había dicho Raven que hiciera cuando estuviera desarmada. En esos momentos le gustaría que él hubiera estado ahí. Habría estado orgulloso de ella.

El joven de ojos azules gimió por lo bajo, llevándose las manos a la nariz, evitando que saliera sangre de esta.

— ¿Estás loca? ¿Qué quieres, matarme? — Aysha estaba confundida. ¿Acaso la piel blanca de su oponente no dejaba claro que era un vampiro que debía morir? No había logrado oír tampoco el latido de su corazón. La muchacha solo consiguió escuchar las pulsaciones de su errático órgano a un ritmo que le aislaba de los sonidos del bosque donde ahora se encontraba.

AyshaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora