Memorias De Una Sombra

129 11 2
                                    

Todo empezó aquel día en que mi dueño nació. Yo lo acompañaba a todas horas, siendo su fiel guardián cuando nadie se encontraba junto a él. Sabía que mi vida dependía de la suya. Cada que el sol caía podía ver todo aquello que me rodeara, todo aquello que no podía poseer.

Al pasar los años, mi felicidad fue disminuyendo, la rutina que medía cada parte de mi cuerpo me impedía explorar y sentir todo aquello que me rodeara. Siempre aparecía la misma pregunta ¿por qué debí tener esta vida? Nadie me hablaba, ni sabía que estaba ahí, solo cuando mi dueño se interponía en la luz mis arduos esfuerzos por notar rendían frutos.

¿Cuál era el objetivo de estar así? Amarrado a alguien que no me conocía, que nunca estaba al pendiente de mí. Ahí fue donde comprendí que debía hacer algo.

Traté de perfeccionar técnicas en las cuales pudiera controlar y no ser controlado. Uno a uno eran botados. Cada que la luz del día se iba, yo podía actuar. Al principio era difícil, era casi imposible poder moverme sin antes pedirle permiso a mi dueño de que él lo hiciera.

Un día, mi sueño se cumplió. Aferrándome a una mueble pude liberarme de aquel cuerpo que nunca fue mío. Fue doloroso, el simple movimiento me hacía sentir que podía hacer cualquier cosa que pensara. La pregunta ahora era ¿qué hacer? Vagando por mí subconsciente supe cuál era mi objetivo. Podía ayudar a otros, sabiendo que ellos podían ser igual de libres que yo.

Me encontré a un chico, rondando por las húmedas calles de la ciudad. Su sombra lo acompañaba. Pero ¿cómo me acercaba? Apenas si había aprendido a salir de mi dueño y el no estar su presencia me hacía sentir un poco solo.

Arrastrándome por el suelo fue como pude ser más rápido y con ello guardaba un poco de espacio.

Me acerqué a él.

Lucía igual que de triste que yo, pero sabía lo que debía hacer.

Primero le susurré, pero no prestó atención. No se podía mover, por lo que era obvio que debía hacer algo. ¿Cómo podía controlar a otro si ni siquiera podía moverme yo? Lo más difícil fue el tomar un objeto.

Tu cuerpo no sale de una superficie, por lo que no podía proyectarme. Tenía que arrastrar algo hacia mí. Una vez lo intenté, pero esto solo me llevó a un dolor indescriptible, pero, debía ayudar. Busqué algo, un objeto con el cual pudiera separar su cuerpo para siempre. Tomé un tubo, era largo, y muy pesado. Entre empujones lo acerqué hacia mí.

Cuando por fin estuvo sobre mí, practiqué lo aprendido. Con aquel dolor, tomé el tubo y lo sujete firmemente, y con un esfuerzo lo arrojé en su cabeza.

No tardó mucho para que cayera.

Me acerqué a su sombra, ella seguía tirada. La llamé. De inmediato se movió, me miró, y comenzó a gozar de su libertad. Por fin se podía mover. Podía hacer lo que ella quisiera.

Al cabo de unos segundos comenzó a ir más lento. Parecía que estuviera enferma. La ayudé a seguir, pero ella se negaba, decía que necesitaba algo. Se sentía vacía.

Luego de unos minutos comenzó a cuartearse, me dijo: "Cometimos una equivocación"

A lo que yo le respondí: "¿Qué clase de equivocación?"

Ya se veía cansada, solo pude escuchar: "Nunca separes a uno del otro, no saldrá nada bueno".

Lo puse sobre mis brazos, aunque el dolor fuera cada vez más intenso, como si lentamente quemaran pequeñas partes de ti.

Al instante encontré la respuesta ante mi gran duda. No pasó mucho para que ella comenzara a cuartearse, liberando luz al explotar.

Seguí mi camino, con la paranoia de encontrar la aguja dentro del pajar de su contestación. Llegué a la casa de mi dueño, esperando verlo otra vez, pero para mi sorpresa, éste no estaba. Llegué a su cuarto con la esperanza de encontrarlo, y si, lo encontré, tirado a lado de su cama esperando a que alguien lo ayudara.

Me acerqué a él, temeroso, pensando que él me culparía, pero no. Sólo se quedó inmóvil. Su piel comenzó a palidecer y sus manos a hacer movimientos rápidos.

Él había muerto. Y yo, seguía siendo su sombra. No podía cambiarlo, porque así debía ser, así fue como se me habían ordenado que hiciera mi papel, yo siempre sería una sombra y el, mi dueño, partes esenciales de ambos.

Me puse más cerca, tanto como pudiera e hice lo que debía, lo que siempre fui, una sombra que estaba bajo él en cualquier tiempo, en lo que ahora era un cadáver.



Cuentos Lejanos De La Mente #WOWAwards2k17Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt