Mejor solo que acompañado de dos chicas locas.

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"¿Qué es esto? ¿Qué demonios está pasando?" fue lo primero que se cruzó por mi cabeza. Quería salir corriendo de ahí, cambiarme de colegio, de nombre de ser necesario y, para evitar otros inconvenientes, de número de teléfono. Sí, quiero que Martín Vázquez desaparezca de la faz de la Tierra. Al fin y al cabo, ya había averiguado lo que era tener novia y, definitivamente, prefiero pasar el resto de mis días en mi casa mirando mi serie favorita —la del perro que mata zombies, por si alguno no lo recuerda— junto a Eleanor Rigby, mi nueva tortuga posiblemente robada por Alanna. Su dueño no intentó comunicarse conmigo tras todos los mensajes que le envié, así que supongo que puedo declararla oficialmente mía.

Creo que están sintiendo deseos de asesinarme por no contarles lo que pasó luego de que las dos Alannas me abrieran la puerta de su casa. Mi reacción fue menos impresionante de lo que imaginan, así que no me haré cargo de su desilusión.

—No —fue mi única palabra, pronunciada segundos antes de dar media vuelta y emprender el retorno a mi casa lentamente.

Ustedes pensaran: ¿no a qué? Pues a todo. Ni siquiera sabía cuál de las dos era mi novia y claramente me habían estado engañando. No tenía ganas de que me dieran largos discursos repletos de explicaciones que sólo me ayudarían a confirmar mi teoría de que soy un estúpido. Me negaba rotundamente a someterme a eso.

Creía que era Alanna quien corrió detrás de mí para impedir que me vaya, tomándome de un brazo, pero no. Qué decepcionante. Dediqué una mirada de desapruebo a la que decía ser mi novia e intenté hacer que aquel ser extraño, que se parecía mucho a la chica que me gustaba, me soltara. Pero todos mis intentos fueron en vano, lo cual me hizo enfadar demasiado.

—¡Cuánto me quieres, Al! ¡Ni siquiera eres capaz de fingirlo! Muchas gracias por ayudarme a darme cuenta —le grité con desdén.

Traté, de nuevo, de despojarme de la otra Alanna, aunque sólo recibí una bofetada a cambio. Me gustaría omitir lo que pasó a continuación pero de esa forma no entenderían cómo fue que terminé tendido en el sillón de la sala de estar de las dos muchachas más extrañas que vi en mi vida.

Sí, me caí al suelo. No porque no sea una persona fuerte, sino porque todavía me dolía todo el cuerpo y fue muy difícil para mí mantener el equilibrio. Pero fue así cómo logré captar el interés de "mi novia" y entrar a ese lugar que llaman casa —y que yo llamé "El hogar de mis secuestradoras odiosas"—.

—¡Déjenme morir en paz! ¡Ya tuve suficiente!

—Martín, no seas exagerado —me reprochó la que supongo que era Alanna, con un tono frío.

—¿Exagerado? ¿Cómo quieres que reaccione al darme cuenta que la chica que me gusta tiene una gemela y no sabes con cuál de las dos has estado saliendo? Y, ¡AY! Me haces daño —exclamé cuando la que obviamente no era mi novia se apoyó sobre el hombro que tanto me dolía —Está claro que contigo no, ya que la verdadera Alanna sabe que ese hombro me duele demasiado —afirmé mientras la apartaba y me incorporaba sobre el sillón— ¿Puedo irme ya?

—¿No quieres hablar sobre esto? —me cuestionó la única chica que quería en el mundo.

—No, ya aprendí una lección: nunca confíes en Alanna Ballester y en...

—Allison —respondió la otra, con una gran sonrisa.

—¿Tú me seguías?

—¡Sí! —su cara se iluminaba cada vez que le dirigía la palabra.

—¿Por qué?

—Quería hablar contigo.

—Eso lo haces con la boca, no es necesario que me sigas.

AlannaWhere stories live. Discover now