Alanna me regaló una tortuga adquirida ilegalmente.

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La situación cada vez estaba peor y no sé qué más hacer. Alanna me sigue a todas partes, ¡ni en el baño me siento a salvo!

Al principio, Diego y yo consideramos que los sanitarios podrían encajar perfectamente en el modelo de escondite. Además, los profesores repiten todo el tiempo que no debemos entrar en los baños del sexo opuesto, así que suponíamos que allí estaríamos seguros. Que alguien me explique por qué Alanna es la excepción a todo.

No saquen conclusiones inmediatamente, no es lo que creen. No se metió en los nuestros, pero nos esperaba en la puerta y no se iba hasta que saliéramos, ni siquiera después de que sonara el timbre que daba por finalizado el recreo. Ya empezaban a correr los rumores de que estaba enamorada de mí y no quiero saber qué más decían. Por favor, que alguien me mate.

Claramente nuestro plan número uno no funciono. Pero el equipo "Martín-Diego" tiene varios trucos bajo la manga, así que probamos con hablarle y mostrarle que no soy nada interesante, que no vale la pena seguirme. Creo que le gusté más haciendo eso. Ahora sabía incluso dónde vivía. Sí, se lo dije yo. Fue un error, se me escapó. Oh, Dios, soy un idiota.

Mi papá, a quién veía todos los martes desde que se divorció de mi mamá, me recomendó declararle mi amor. Mi falso amor, querrá decir. Yo no quería ni verla. Menudo consejo me da este hombre. Parece que nadie puede ayudarme. Hasta los profesores juegan en mi contra, ¿pueden creer que de todas las posibles combinaciones de grupos de dos integrantes a mí me toca trabajar con Alanna? Tiene que ser un chiste.

La consigna era juntarse fuera del colegio y escribir un ensayo sobre la contaminación y pensar una detallada solución al asunto. No era algo difícil, pero no tenía intenciones de reunirme con aquella chica a solas. Así que nunca le hablé sobre el tema hasta un día antes de la entrega.

Da la casualidad que Anabella —mi madre, que ha perdido tal título debido a actuar en contra de los deseos de su preciado hijo, en asuntos que no le correspondían— decidió pasar a recogerme aquel miércoles. Yo salía lo más rápido que podía junto a Diego, tratando de perder de vista a Alanna. Pero, en ese momento fui víctima de una grave traición: mi "mejor amigo" le contó todo a la mujer que me dio a luz, que debíamos entregar un trabajo al día siguiente y que mi compañera era aquella chica insoportable. Y Anabella no iba a permitir que el chico de excelentes notas arruinara su reputación por aquella razón.

Así que le hizo señas a Alanna que, misteriosamente —nótese mi sarcasmo— nos observaba a unos metros de distancia. Su cara se iluminó de alegría al escuchar la propuesta de mi madre. Diego, por su parte, escapó. Cobarde. Creo que si se hubiera quedado un segundo más, lo hubiera golpeado.

Anabella nos obligó a subir al auto y mantuvo una larga conversación con mi acosadora, mientras yo miraba por la ventana, imaginando todos los lugares en los que podría estar en aquellos momentos. Pero lo peor estaba por venir, ¡no había comida en casa! No por el hecho de que me estaba muriendo de hambre, sino porque tendría que invitar a Alanna a comer a algún lado.

No podía llevarla al restaurante de enfrente: ahí me conocían. Estaba muy ocupado pensando alguna alternativa, cuando escuché su voz.

—Martín, no es necesario que me lleves a comer. De hecho, debería irme. Toma, hice el trabajo. No es necesario que hagas nada más.

No tengo forma de explicar la alegría que esto me provocó, aunque me arrepentí de inmediato. Era injusto que ella haya dedicado su tiempo para hacer algo que deberíamos haber hecho juntos. Pero Alanna ya estaba despidiéndose de mi madre e inventando una falsa excusa. Estaba a punto de cruzar la puerta cuando me posicioné frente a ella para que no abandonara mi departamento.

AlannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora