Le robaré el protagonismo a Alanna por un capítulo.

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—Perdona, no estaba escuchándote.

—Qué fea actitud, amigo. Ten un poco de respeto por los demás.

No respondí al reproche de Diego. Bien podría haber inventado cualquier excusa, pero aquel día me sentía fatal. No tenía ganas ni de existir. Ni mucho menos después de haber aguantado, durante toda la mañana, a los profesores repetir su discurso previamente ensayado sobre sus respectivas materias. Sólo deseaba volver a casa, echarme en la cama y dormir hasta el año próximo.

Ayer me había dedicado completamente a cumplir las órdenes de mi madre referentes al estudio y a la limpieza. No sólo aprendí las respuestas de los próximos cinco exámenes, sino que hasta el techo de mi habitación brillaba como un diamante.

Ahora bien, muchos se deben preguntar: "¿Cómo demonios hizo? ¿Acaso tiene poderes sobrenaturales para moverse a la velocidad de la luz o detener el tiempo?" Y, si tuviera la posibilidad de responderles cara a cara, les diría que logré hacerlo, sin quejarme siquiera, por el premio que me esperaba.

Verán, soy una persona muy difícil de convencer, pero cuando se presenta la posibilidad de que te regalen un muñeco coleccionable de Terminator —mi saga favorita— no hay nada que me niegue a hacer, por más repugnante que sea. Y sí, al igual que a muchos adolescentes de dieciséis años, me gusta imaginar las distintas teorías sobre el fin del mundo, pero mis favoritas son los robots asesinos y los zombies. Ya tengo planeado incluso mi papel en el apocalipsis: yo sería aquel sujeto que siempre supo que algo así pasaría y, por lo tanto, recolectó millones y millones de armas y latas con alimentos, sin contar que viviría en un refugio subterráneo y mi transporte sería un tanque de guerra. Al escribir y leer tan alocado párrafo, sólo espero que alguno de ustedes se sienta identificado con mi forma de pensar. Quizás podamos ser amigos.

¡Amigos! Mucha gente me pregunta sobre mi vida social y absolutamente nadie intenta encontrar algún gusto en común conmigo, así que no me ofenderé si decidieron saltear el párrafo anterior, ignorando mi tentadora oferta de convertirme en su amigo. Bueno, el caso es que tengo menos de cinco amigos y todos están saliendo con alguien, así que supondrán —y estarán en lo correcto— que yo soy aquel que pasa los recreos sentado en un rincón con la única compañía de mi celular, a excepción de las veces en que uno de ellos siente compasión por mí y decide quedarse a mi lado. Y yo supondré que, aunque les ofreciera un lugar en mi refugio cuando el mundo se acabe, ustedes se alejarían de mí. Temo estar en lo correcto algunas veces.

Pero, cabe destacar que todos en el colegio me conocen y muchos, incluso, hasta me respetan. No estoy diciendo que soy sumamente popular, pero la gran mayoría deseaba mi presencia en sus fiestas. O, dicho de otra manera, yo quería ir a sus fiestas. Hasta hace un par de meses, claro, cuando finalmente logré que me invitaran a algunas. Entonces descubrí que la única diversión era enviarle mensajes ridículos a mi mejor amigo, Diego, y decidí retirarme del negocio de rogar ser invitado a esos eventos.

Creo que es suficiente información sobre mí por el momento. Mi problema es que confío mucho en los desconocidos y temo que algún día esto se vuelva en mi contra.

Ahora bien, deben estar ansiosos por saber quién es Alanna, aquella chica cuyo nombre aparece en la portada de esta extraña historia.

Me gustaría que volviéramos a la escena con la que empecé el capítulo, aquella en la que había ignorado completamente otra de las historias de Diego. Encima estaba acompañado por su desgraciada novia, lo que hacía que la situación sea más deplorable. En aquel entonces, nos encontrábamos saliendo de la escuela y yo me sentía fatal, ¿recuerdan? Y lo peor de todo es que mi malestar no había sido causado por el arduo trabajo del día anterior, sino porque había pasado toda la noche terminando una serie, cuyo capítulo final había sido muy impresionante. Y ahora tengo que esperar casi un año para saber qué pasó. Qué injusto es todo este asunto.

Fue en ese momento, en que no sabía ni donde estaba parado, en que tan sólo me dedicaba a seguir automáticamente los pasos de Diego, que vi a Alanna llorando en la parada del colectivo, abrazando a... Iba a escribir "su novio" pero luego me di cuenta que abrazaba a un árbol, lo cual me provocó una estruendosa carcajada.

Me arrepentí al instante de haberme reído de una situación tan deprimente como esa, así que, víctima de la culpa, me separé de mi amigo y me acerqué a la que, por entonces, era una completa extraña.

—Oye, ¿qué tienes? —le pregunté, posando una mano en su hombro.

Esperaba que aquella muchacha me agradeciera por preocuparme pidiéndome indirectamente que me vaya. Qué desgracia que no sucediera así.

Me abrazó y lloró en mi hombro por unos minutos que me parecieron infinitos, aunque los empleé a la perfección, examinándola de arriba abajo. Alanna era casi tan alta como yo y poseía un cabello, claramente teñido, del color del hielo. Sin embargo, lo que más me llamó la atención fue su ropa colorida que no combinaba para nada. Incluso yo me vestía mejor que ella.

Cuando ese abrazo terminó, la mirada de la joven se mostró sorprendida y algo asustada al ver mi rostro, lo cual me ofendió un poco: si bien no soy lo que muchas chicas llamarían el chico ideal, no soy un monstruo. Aunque lo que más me molestó fue que Alanna no se molestó en agradecerme antes de marcharse corriendo.

—¡"GRACIAS" ES UNA PALABRA USADA PARA DARLE A ENTENDER A UNA PERSONA QUE APRECIAS LO QUE HIZO POR TI! ¡DEBERÍAS USARLA MÁS SEGUIDO! —le grité, enfadado. Ni se inmutó. Quizás se asustó por mi tez morena, similar a la corteza del árbol, y pensó que éste había cobrado vida. Quién sabe.

Me arrepiento por haberle gritado eso, sobre todo porque ya sé lo que va a suceder luego.


AlannaWhere stories live. Discover now