─¿Sigues despierta? ─pregunto en un susurro, con miedo de despertarla.

─No. Tengo un robot automático acariciándote el pelo mientras yo duermo.

Alzo la vista con el ceño fruncido y encontrarme con su sonrisa de frente, hace que olvide cualquier protesta que estuviera a punto de realizar.

─No puedo dormir. ─acepté con resignación, volviendo a recostar la cabeza en su pecho.

─¿Estás intranquila?

Suspiré, disfrutando de sus caricias un momento más.

─No creo que nunca en mi vida, haya estado tan cómoda y relajada.

─Entonces debió desvelarte la pesadilla.

─Tal vez. O tal vez ya haya dormido demasiado.

─Tu cara no dice lo mismo ─espetó, consiguiendo que volviera a alzar la cabeza. Pero antes de que pudiera quejarme, volvió a hablar ─¿Quieres ver la tele?

Por primera vez desde que llegué, caí en la cuenta de que hay un televisor en la habitación. Ni siquiera me había percatado. Me encogí de hombros, no resultándome mala la idea, de que pusiéramos un rato la tele. Aunque por experiencia suponía, que a estas horas no debe haber nada interesante. Sin embargo, traté de incorporarme para alcanzar el control, que se encontraba sobre la mejilla, cuando sentí un agudo dolor por todo mi cuerpo, como si me estuviera rompiendo en pedazo. Mi expresión debió ser demasiado obvia.

─Tu cuerpo tampoco dice que hayas dormido suficiente ─añadió con una sonrisa, estirando su brazo para alcanzar el control ella misma.

─Siento como si me hubiera pisoteado un equipo de rugby.

Es cierto. Todos los huesos me dolían, como si me hubieran pegado una paliza o un camión me hubiera utilizado como pista de derrape. No me había dado cuenta hasta ahora. Quizás porque no ha sido hasta ahora, que mi cuerpo ha podido relajarse, para percatarse de todos esos dolores.

Enciende el televisor y comienza a cambiar canales. Teletienda, videos musicales, más teletienda, tarot, y...

─Me encanta esta serie ─informó.

Yo suspiré al ver que había decidido detenerse ahí.

─Odio este capítulo.

─¿Por qué?

Volví la mirada hacia ella y la confusión en su rostro, me indicó que definitivamente, no lo había visto.

─No tiene gracia si te lo cuento.

─¿Te gusta la serie? ─preguntó, pareciendo sorprendida de que en este momento tuviera más información que ella.

─Es una de mis favoritas. Por eso odio este capítulo.

─¿Quieres que busque otra cosa?

─No, no. ─negué, volviendo a recostarme ─Vamos a cortarnos las venas en esta bonita noche de invierno.

─Que poética. ─se rio, subiendo  el volumen del televisor.

Esta vez, decidí recostarme un poco más a su altura, apoyando mi cabeza entre su hombro y su cuello. Rodeé con mi brazo su abdomen, sentí sus dedos volver a enredarse con caricias en mi pelo, el olor de su cuello impregnarme por completo, y así permanecimos durante minutos; disfrutando de la calma que se siente en un momento tan sencillo, como el de estar viendo tu serie favorita, con tu persona favorita.

Aproximadamente media hora más tarde, el capítulo llegó a su fin, y con él, mi vuelta a la realidad. Una realidad en la que mis mejillas, están tan mojadas como el cuello de Anahí. No pretendía abandonar esa posición en un futuro cercano. De hecho, me hubiera quedado inmóvil hasta que mis ojos decidieran cerrar el grifo de lágrimas, que en algún momento había abierto. No es que me sorprenda. Siempre me pasa. Bueno, en realidad sí me sorprende. No es normal que haya visto este episodio miles de veces y todavía me haga llorar. Pero aunque me hubiera quedado ahí durante horas, si fuera preciso, la mano de Anahí alzó mi mentón con mucha delicadeza. Me obligó a encontrarme con sus ojos, que me esperaban con muchísima curiosidad. No pude mantenerle la mirada más de un segundo.

La Luz De Tu MiradaWhere stories live. Discover now