A los seis años Michael conoció las crueles burlas.
El pequeño Michael caminaba sonriente por los pasillos del establecimiento con un hermoso brazalete rosa que su mejor amiga le había regalado. Movía su muñeca haciendo tintinear los pequeños cascabeles que adornaban de esta, estaba contento porque amaba las cosas rosas y delicadas, su padre decía que aquello no era para niños y que lo hacía lucir un aspecto mariposon. El pequeño Michael no entendía esas palabras pero de todos modos él se sentía bonito, así que no le daba mucha importancia.
Al entrar al baño, había un chico mayor orinando, Mike no le dio importancia y caminó hacia los lavamanos, no le agradaba tener sus manos sucias.
El chico que anteriormente orinaba lo observó de pies a cabeza y comenzó a reír de la nada, el pequeño lo observó con una radiante sonrisa.
"¿Qué sucede?" Preguntó el pequeño muchacho sin borrar aquella sonrisa.
"Así que tú eres el chico mariposon del que los profesores se ríen" Mencionó el mayor con burla, la sonrisa del más bajo se desvaneció por completo.
"¿Ser mariposon es malo?" Preguntó con inocencia el muchacho, él no le veía lo malo, es decir, asociaba la palabra con mariposas y las mariposas son lindas, tienen lindos colores que la gente ama.
"¿Es que a caso tus padres no te han enseñado a ser un hombre? Pareces una nena, quita esas mierdas de tus muñecas" Espetó el muchacho rompiendo el brazalete rosa.
Los cascabeles cayeron al suelo, su brillo se desvaneció al igual que el de los verdes ojos del pequeño Mike.
