─Casi tenemos que llamar al FBI para localizarte. Ya que no te llevas el móvil, podrías por lo menos, volver a poner teléfono en la casa de la abuela.
─¿Tú crees que tengo dinero para pagar la factura de un teléfono que no utilizo? Además, cuando voy allí es para desconectar. Y en esta ocasión... era todavía más necesario.
Mi mirada amenazó con perderse en la lejanía, pero la voz de Daniel me trajo de regreso al mundo real.
─¿Y lo conseguiste? ─preguntó captando mi mirada ─¿Lo que necesitabas?
Asentí. Y la sensación de alivio que provocó su recuerdo, dibujó una pequeña sonrisa en mis labios.
En ese momento, las puertas metálicas se abrieron, dejando ver a mi madre que salía directa hacia nosotros.
─Dulce... ─pronunció en cuanto me vio. Su voz parece cansada ─Menos mal que estás aquí.
La verdad es que me sorprendió su calma y la ausencia de reclamos. Esperaba que me dijera de todo y lo único que hizo fue darme un beso en la mejilla y dejarme ver el agotamiento en su mirada.
─¿Cómo está papá? ─le pregunté.
─Acaban de llevarlo a quirófano. La intervención es sencilla, pero dicen los médicos que nos preparemos para un largo y pesado postoperatorio. Con eso del amago de infarto, los riesgos son más altos y hay que tener cuidado.
─¿Cómo es posible que no dijera nada?
─Me dijo que le dolía el abdomen. Pero no le dimos importancia. Yo, ─corrigió ─No se la di. Tendría que haberme dado cuenta.
─No es culpa tuya, mamá ─intervino Daniel, rodeándola con sus brazos ─Todos sabemos cómo es papá y lo poco que se queja cuando le ocurre algo.
─Por eso mismo ─repitió ella ─Lo conozco mejor que nadie. Y si hace dos días me dijo que le dolía un poco el abdomen, es porque ya no estaba soportando el dolor. ¿Cómo pude creer que eran simples gases o que le había sentado mal alguna comida? Casi le da un infarto.
─Pero no le dio. ─concluí yo, captando su mirada ─Eso es lo importante ahora.
─Dulce tiene razón. Además, ese hombre es demasiado inteligente, seguro que hizo todo esto para traerla. ─me miró ─Tiene nuestro padre que llamar la atención, para que te dignes a visitarnos.
Le lancé a mi hermano la mirada más asesina que me salió en ese instante.
─Si cada vez que vengo, dejaras de echarme en cara que nunca vengo, tal vez vendría más a menudo.
─Psicóloga e inventora de trabalenguas. Tenemos el futuro asegurado contigo, hermanita.
─¡Sh! ─exclamó mi madre, dándonos un pequeño manotazo a ambos ─Dejen de pelear.
─No estamos peleando. ─aclaró él ─Es nuestra forma de demostrarnos amor.
Me lanzó una mirada cómplice y me guiñó un ojo, a lo que correspondí ofreciéndole una sonrisa. Lo cierto, es que poco a poco ha ido desapareciendo esa tensión que tenía acumulada mientras venía de camino.
─¿Por qué no vamos a comer algo en lo que papá sigue en el quirófano? ─volvió a hablar mi hermano ─Me muero de hambre y seguro que hasta dentro de un rato, no vamos a tener noticias.
─Sí, ─confirmó mi madre ─Estar aquí parados no va a conseguir que terminen más pronto. Mejor vamos a recuperar un poco de fuerzas.
─Vayan ustedes. ─sugerí ─Más tarde los alcanzo. Tengo que llamar a mi trabajo.
CZYTASZ
La Luz De Tu Mirada
RomansUn choque de miradas accidentado. Así comienzan la mayoría de las grandes historias. Y esta, no iba a ser menos. Un maravilloso cuento real, sin caballo blanco, ni príncipe encantado. La increíble y sorprendente historia de dos personas... encontrá...
*Extra*
Zacznij od początku