La Chica De Azul

Malas noticias y enfermedades

Cuando la tutora término de decir aquella oración, todos nos quedamos helados, casi petrificados.

A la señora Isabella, la abuela de Ezra, le habían diagnosticado cáncer terminal. Le daban unas semanas de vida, máximo un mes.

De mis ojos brotaron dos pequeñas pero muy sinceras lágrimas. No podía creerlo; en realidad nadie del salón podía hacerlo. Todos conocíamos a su abuela. El año pasado vino para el cumpleaños de Ezra y terminó quedándose un mes.

Pero yo la conocía desde más antes. Desde que era una petiza de 8 años. Ella a veces llegaba de improvisto desde Italia, solo para ver a su único y adorado nieto. Y me encontraba allí, jugando en el patio de su casa, con Ezra.

- ¿Tiene cáncer? -- atiné a decir, aún con lágrimas en los ojos.
Pero cómo era eso posible. Que yo recuerde ella era una persona muy sana. Comía saludablemente, dormía a sus horas y solía hacer deporte. Se cuidaba demasiado.

- Lamentablemente sí, Valentina. -- dijo Rosario, con la voz algo quebrada.

Rayos, maldito sea el cáncer. No era la primera vez que esa enfermedad me quitaba a un ser querido.
Ya lo había hecho antes. Me había arrebatado a mi abuelo, la persona que más amaba en el mundo. Los dos solíamos ser muy unidos.
Él era tan gentil y comprensivo, no se merecía eso, no debía morir tan joven y más aún, de esa manera... Pero lamentablemente, él tenía un maldito vicio, el tabaco; lo cual sabía, tarde o temprano, tendría sus consecuencias.

Llegué a casa y le conté a mis padres de lo ocurrido. Ellos son muy amigos de los Scotti, por lo que tenían el número de su casa allá en Italia y decidieron llamarlos. Pero nadie contestó.

Fui a mi habitación, me acosté sobre mi cama y me puse a pensar en Ezra y en lo mal que la debía estar pasando. ¡Rayos! Quería estar a su lado y abrazarlo, sobretodo en estos momentos donde necesitaría la mayor ayuda posible.

Al cabo de unos quince minutos, caí en un sueño profundo.