─Dulce, no puedes dejar el coche en medio de la carretera, salvaje.

─Ya lo sé ─suspiré ─Por eso sigo aquí hablando contigo y no estoy llamando a tu puerta. Esto es desesperante.

─Bueno, tómatelo con paciencia, mira que eso se te da de maravilla.

Fruncí el ceño aunque era consciente de que no me estaba mirando.

─Muy graciosa. ─me quejé con ironía, escuchando su risa al otro lado.

─Llámame para cualquier cosa, anda.

─Gracias otra vez, doctora. Nos vemos en unos minutos.

─Hasta ahora. ─Se despidió.

Dicho esto, colgué el teléfono y subí el volumen de la música, deseando que la espera se volviera más amena.


Al cabo de otra media hora, ya estaba entrando por las puertas de La Cascada. Después de saludar a Carla, entré al ascensor y sabiendo que dada la hora, ya no encontraría a Anahí en el pasillo, pulsé directamente el botón del segundo piso.

Llegué al despacho de Marta y llamé a la puerta, recibiendo automáticamente su permiso.

─Siento el retraso ─me disculpé sin siquiera saludar ─Te prometo que a partir de mañana, saldré antes de casa, por si acaso.

Ella, que había levantado la vista y detenido su escritura en cuanto me escuchó, me miraba ahora de una forma algo divertida.

─Deberías respirar. Parece que viniste corriendo desde tu casa. Oh... ─se detuvo con expresión de susto, como si hubiera descubierto algo ─No me digas que al final dejaste el coche en medio de la carretera y llegaste corriendo hasta aquí.

─Tranquila, que deseché esa idea en cuanto el resto de autos comenzaron a moverse. Pero odio llegar tarde al trabajo.

─Dulce, sólo llevas media hora de retraso, no es para tanto. Le puede pasar a cualquiera y fue por culpa del tráfico. No todo lo vas a poder controlar, ¿verdad?

─Supongo que no ─me encogí de hombros resignada. ─¿Comenzamos la ronda?

─Si quieres puedes ir a tu despacho, dejar las cosas, ponerte tu uniforme, beber un vaso de agua y... ─hizo un gesto exagerado de inhalar aire profundamente para luego expulsarlo muy despacio ─respirar. Que no me voy a ir de aquí. Te noto un poco nerviosa esta mañana.

─Creo que mi mala noche trajo consigo algo de ansiedad. ─dejé caer mis hombros con resignación ─Y parece que mientras más pronto quieres llegar a un sitio, más obstáculos aparecen en el camino.

─Así es el Universo, siempre poniendo a prueba nuestra paciencia.

─Siempre... ─sonreí por fin. ─Mejor te hago caso y voy a beber agua. A ver si me relaja.

─Aquí te espero.

Sin decir más, abandoné el despacho de mi jefa y amiga, dirigiéndome al mío, donde lo primero que hice fue colgar el bolso en un perchero y ponerme la bata blanca. Seguidamente, serví agua en un vaso y mientras la bebía, caminé hasta la ventana, intentando centrarme y relajarme, pues es cierto que esta mañana estoy un poco nerviosa, algo no demasiado habitual en mí. O al menos, no a simple vista. Dada la tranquilidad que me caracteriza, mis nervios siempre han sido interiores. Pero desde luego, observar el paisaje a través de la ventana, lejos de tranquilizarme, consiguió que mi cuerpo se tensara aún más, al no ver a Anahí en su sitio habitual. No tenía por qué preocuparme, si hubiera ocurrido algo, Marta me lo habría dicho en seguida. Pero aun así, el hecho me extrañó. Así que volví a abandonar mi despacho, entrando en el de al lado.

La Luz De Tu MiradaOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz