─Puede ser... ─me encogí de hombros ─Pero una vez le dijeron a Alicia, la del país de las maravillas, que las mejores personas lo están.

Entonces llegó.

Esa tan esperada sonrisa, se dibujó en sus labios, ocasionando que mi corazón, después de haber encontrado su tranquilidad, volviera a latir desenfrenado. Mientras mi mano, que aún sostenía la suya, comenzó a temblar como la de una quinceañera, cuando su amor secreto, le sonríe por primera vez.

Puedo asegurar con total convicción, que esta imagen, es la más hermosa que he visto en toda mi vida. Sus ojos se iluminan con el reflejo de esa sonrisa escondida durante tanto tiempo. Los pequeños pliegues que se forman en los laterales de los mismos, mientras estos se vuelven más pequeños, la hacen incluso más bonita de lo que ya me parecía.

─¿Ves? ─preguntó al tiempo que dirigía su mano libre hacia mi nariz y sacaba el objeto de la misma ─No te hacía falta hacer de payaso ahí fuera para verla.

─Bueno, pero ya viste que si soy capaz.

─Si... ─volvió a sonreír con dulzura ─Me quedó bastante claro.

Nuestras miradas, como ya era habitual, volvieron a clavarse una sobre la otra durante un tiempo que no sabría determinar bien. Era fácil sentir como todo desaparecía cuando me encontraba con sus ojos. Y al mismo tiempo, es difícil entender que eso sucede continuamente, desde que decidió despertar de su anterior estado.

Instantes más tarde rompió el contacto visual, dirigiendo su vista hacia nuestras manos. Entonces recordé que continuaban unidas y con miedo a incomodarla, la solté lentamente.

─Será mejor que comience a trabajar. No quiero seguir sumando cosas a mi lista de posible despido.

─Apuesto a que tu amiga, la Doctora Andoni, ya se encargaría de anular dicha lista.

─¿Por qué dices eso? ─pregunté alzando una ceja divertida.

─Ya te dije que era muy observadora ─se encogió de hombros ─Por lo tanto, observo.

─Gracias por la aclaración, chica observadora. ─reí con ironía ─Espero que disfrutes tu lectura.

─Y yo espero que te sean amenas las próximas horas de trabajo.

Sonreí en forma de agradecimiento y me di la vuelta, dispuesta a continuar mi camino hacia el segundo piso, cuando volví a escuchar su voz.

─¡Dulce! ─Exclamó haciéndome voltear y descubriéndola empezando a alzar los libros ─Gracias otra vez.

Asentí ligeramente con la cabeza mientras le ofrecía una sonrisa. No puedo controlar la felicidad que siento en estos pequeños momentos, en los que nuestra cercanía se hace tan evidente. Y tampoco puedo controlar las ganas que tengo de volver a verla, cuando ni siquiera he dejado de hacerlo todavía.

─¿Nos vemos en la hora del almuerzo? —le pegunté a riesgo de parecer desesperada.

Ella asintió.

Y por estúpido que parezca, mi corazón volvió a esa mezcla de tranquilidad y nerviosismo que experimenta desde que esta chica, trajo la bipolaridad a mi vida. Tranquilidad porque sé que volveré a verla en unas horas. Y nerviosismo...por lo mismo.

Después de unos segundos, decidí continuar mi camino antes de parecer aún más estúpida.

Al llegar al segundo piso y dirigirme hacia mi despacho, encontré a Marta, aparentemente a punto de entrar en el suyo, hasta que me vio y se detuvo.

─¿Y tú donde demonios te metiste? ─preguntó mientras llegaba hasta ella. ─Le pedí a Carla que me avisara en cuanto llegaras y hace como quince minutos que lo hizo. El mismo tiempo que llevo esperando que aparezcas.

La Luz De Tu MiradaWhere stories live. Discover now