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-Llegas tarde, otra vez.

El tráfico de la ciudad seguía tan molesto como de costumbre, la moto de Lauren era de gran ayuda a la hora de evitar grandes atascos pero aun así nunca conseguía llegar los jueves antes de las 5:32.

-Lo sé y lo siento, Marta.

El humo fue fundiéndose en el aire a medida que la dueña de la tienda presionaba el cigarrillo contra el cenicero de cristal. Lauren deja su vieja mochila negra llena de parches sobre el mostrador de madera, moviendo la mano para alejar el humo de su cara. La tienda solía gozar de una buena clientela en temporada alta pero últimamente no se dejaban ver mucho por allí, era invierno y a poca gente le apetecía salir a comprar flores en invierno. Aun así Lauren se seguía pasando las tardes arreglando flores y repartiendo pedidos.

-Sentirlo no va a conseguir que las flores se repartan solas. –La señorita Salvatore sale del mostrador. –Ten, acaban de llamar para hacer un pedido a domicilio. Tienes el encargo ya preparado en el almacén.

Las trabajadas manos de la mujer le entregan una tarjetita amarilla a Lauren quien la recibe con recelo, le echa un rápido vistazo a la cursiva caligrafía de Marta y suelta un bufido.

-¿Esto es en serio?

Marta asiente con la cabeza mientras se enciende otro cigarrillo junto a las petunias, Lauren agita el trozo de papel en el aire con indignación.

-Esta calle está aquí detrás y solo ha pedido una estúpida flor. ¿De verdad tengo que ir? Tienes que estar de coña.

El humo sale de la boca de Salvatore lentamente, sus ojos cansados se encuentran con los inquisitivos azules de la joven.

-Me temo que sí, no estamos como para ir desechando pedidos; deberías controlar tu lenguaje, te recuerdo que estás trabajando y no en uno de esos bares de mala muerte donde te pasas las noches. –Deja la ceniza caer sobre el cenicero. – ¿De verdad puedes ir a clase por las mañanas?

-He adquirido la habilidad de dormir y atender por las mañanas, trabajar por la tarde y beber como una esponja por la noche. Luego está el domingo en el que duermo mucho y solo me levanto para comer.

-Tus excesos te mataran Lauren.

-Y dejare un bonito cadáver digno de admirar, seré la más guapa de todo el cementerio. ¿Podrías poner mis restos en un ataúd de cristal? Sería una lástima que nadie viera bien este culito.

Marta suelta una carcajada y le da otra calada a su cigarrillo. La joven rueda los ojos, apartando un par de mechones negros de su cara y se desliza al otro lado del mostrador con una sonrisa de satisfacción en la cara.

La cortina de plástico que da al almacén se encontraba bastante desgastada en algunas zonas, una vez dentro un fuerte aroma a campo mojado la invadió por completo. En una vieja mesa de trabajo se encontraba envuelto con el papel de la tienda un bello tulipán negro. El negro era el color favorito de Lauren, por lo menos a la hora de vestir, su ropa se resumía en negros y tonos muy oscuros.

Recoge con cuidado el pedido y se dirige a la gran puerta metálica del fondo del almacén, el frio de la calle va invadiéndola poco a poco a medida que la puerta se cerraba tras ella. Se apresura a ponerse la capucha de su sudadera con cuidado de no estropear el pedido y baja los escalones con velocidad, estaba comenzando a nevar y algunos copos se derretían rápidamente al entrar en contacto con su piel. Siempre le había gustado el frio pero sobretodo la nieve, la capacidad de esas partículas de agua congelada para llenarlo todo con su pureza ,lo fácil que era deshacerse de ella sin que quedase nada, tan solo el recuerdo y un par de trozos de papel perdidos en algún álbum de fotos. No todo el mundo se alegraba de tener que apartar nieve, no todo el mundo era capaz de apreciar la verdadera belleza de las cosas.

En menos de dos minutos llega al bloque de edificios que especificaba la tarjetita. Al pasar al estrecho portal se toma unos segundos para entrar en calor, los pequeños copos de nieve adheridos a su chaqueta se derriten de inmediato. Vuelve a comprobar la tarjeta, sus dedos habían comenzado a enrojecer a causa del frio de la calle, suelta un largo suspiro al ver que tenía que subir hasta el último piso. Un séptimo y sin ascensor. Comienza a ascender replanteándose si de verdad le merecía la pena todo eso, para cuando quiere llegar arriba sus pulmones ardían y un ligero dolor punzante se había establecido en su abdomen.

-Lauren deberías de empezar a beber menos y practicar más vida sana, me cago en la puta Juana. Marta tendría que darme un plus por semimuerte en escaleras.

El mal iluminado pasillo rojizo tenía dos puertas, una a cada lado, la suya se encontraba a la izquierda donde la puerta blanca se encontraba acompañada de un pequeño macetero de barro vacio y un felpudo con forma de casete que alegro un poco a Lauren.

El timbre tenía un par de claves sobresaliendo, algo que no le dio mucha confianza, optó por golpear la puerta con los nudillos. Esperó unos segundos y no obtuvo respuesta, volvió a llamar esta vez con un poco más de ímpetu pero siguió con las mismas. Se prometió a si misma que llamaría una tercera vez y se iría dejando el tulipán en la maceta pero Lauren era una persona que rara vez cumplía sus promesas.

Llevaba ya tres minutos fallidos, estaba a punto de ponerse a aporrear la puerta con la cabeza cuando una débil voz la detuvo al otro lado de la puerta.

-Por favor, deje el pedido en la maceta.

La voz sobresaltó a Lauren quien dio un pequeño brinco hacía atrás. Era una voz aguda y femenina, algo quebrada, una voz que le resultó bastante graciosa, tenía que volver a escuchar esa voz tan particular antes de irse para asegurarse que no había sido producto de su desesperación... o secuelas de los porros. El problema es que Lauren no tenía mucho tacto a la hora de conseguir o decir las cosas.

-¿Acabo de subir siete pisos a pata y ni si quiera puedes abrir la puerta para recoger la entrega?

-Deja el tulipán en la maceta, por favor, y perdona por las molestias.

-Yo lo dejaría encantada pero tienes que firmarme el recibo.

-Lo siento mucho de verdad pero no puedo salir, dé-déjalo en la maceta por favor y ahora mismo llamo otra vez a la tienda para decir que he recibido la entrega.

Lauren muerde su mejilla por dentro y se frota la frente con los dedos, estaba sudando y no sabía si era por el cansancio o por la exasperación de que aquella muchacha no quisiera abrir la puerta.

-Por favor es solo una firma. –Lauren apoya la cabeza contra la puerta, cansada. -Hasta puedes poner una equis si quieres, es algo rápido y efectivo a la par que místico y fabuloso.

Una pequeña risa amortiguada se escucho en el silencio del pasillo, pasaron unos segundos en silencio hasta que se escucho el sonido metálico de una llave girando. Lauren volvió a una posición erguida y profesional, medianamente aceptable mientras se oía el chasquido de la cerradura. La pesada puerta de madera solo se abrió lo que le permitía la cadena metálica de seguridad, por la estrecha ranura de la puerta se podía distinguir parte de la silueta de una joven delgaducha y con una estatura algo debajo de la media. Apenas se le veía medio cuerpo y tenía la cabeza oculta tras la puerta, Lauren tuvo miedo de estirar su mano para entregarle el recibo por si esta no entraba por la pequeña apertura o la chica del otro lado estaba loca y se la arrancaba directamente. Se escuchó a un boli deslizarse sobre el papel y un segundo después el recibo volvía a asomar por el hueco de la puerta

-Mmm... gracias.

Vuelve a introducir la mano y esta roza la de la extraña joven, una mano pequeña y esquelética, parecía frágil porcelana, estaba muy fría hasta para ser invierno.

-Ahora, por favor, vete y disculpa otra vez por las molestias, de verdad lo siento mucho.

-Tranquila, si es mi trabajo, no pasa nada. ¿Seguro que no quieres que te dé la flor?

Al no obtener másrespuesta Lauren deja el tulipán en el macetero y se retira lentamente,guardándose el recibo en su chaqueta de cuero y dejando tras de sí la puertablanca. Cuando llega al primer escalón vuelve la cabeza para ver la puerta unaúltima vez, en ese instante ve como un par de mechones blancos se mueven alotro lado de la puerta. Lo que más anonadada la dejó de todo aquello fue la imagende aquel brillante ojo marrón, bordeado por una rojez que resultaba inclusobella en contraste con la blancura de su piel.

P H I LO P H O B I AWhere stories live. Discover now