─¿Eso es todo? ─Preguntó una vez había terminado de firmar.

─Si. Con esto ya nadie podrá sacarte de aquí, hasta que tú misma decidas que te quieres marchar.

─Muy bien... ─Finalizó volteando para marcharse ─Entonces voy a volver al jardín.

Caminaba hacia la puerta, en el momento exacto en el que la voz de Marta volvió a interrumpir, justo cuando comenzaba a pasar por mi lado.

─Bienvenida, Anahí.

La interrupción hizo que se detuviera a mi altura. Me observó fijamente durante unos segundos en los que definitivamente, el tiempo se detuvo junto con su marcha.

─Siempre he estado aquí... ─Susurró.

Y una vez más, mi corazón se acelera, sintiendo nerviosismo a la vez que emoción, al escucharla repetir aquellas palabras que yo misma le dije hace unos minutos. Este órgano, comienza a tener vida propia. Y lo curioso, es que yo misma estoy empezando a disfrutar de su sonido, así como, de la desconocida sensación que me provoca.

Le ofrecí una media sonrisa, que fue más producto de los nervios que de cualquier otra cosa. Y ella, después de permanecer un largo instante observándome fija e intensamente, abandonó el despacho.

En cambio yo, permanecí en esa posición, sin mover un solo musculo y sin ser capaz siquiera de pestañear. Por momentos hasta dejo de respirar para asegurarme de que sigo viva, y de que esto acababa de ocurrir realmente.

─¿No vas a correr tras ella para comértela a besos? ─preguntó la voz de mi amiga, consiguiendo detener de forma súbita mi corazón.

─¡¿Perdona?!

Volteé confundida y la encontré nuevamente con los brazos cruzados sobre su pecho y observándome de una forma algo extraña.

─Si con su primera frase, consiguió que la abrazaras como si tu vida fuera en ello, cuando te sonría, tendré que amarrarte para que no te la comas a besos. O peor aún, para que...

─Espera, espera, espera ─la detuve antes de que dijera una barbaridad ─¿De...de qué estás hablando, Marta? La abracé porque me dio emoción. Porque no la esperaba. Y sobre todo, porque esto significa que no está tan perdida como creías.

─Ya claro... ─Suspiró sentándose nuevamente y llevándose ambas manos a la cabeza. Parece aturdida ─Esto es una completa locura.

─¿Qué ocurre?

Mi amiga guardó silencio durante unos instantes, detuvo su mirada en aquel documento que hace apenas unos minutos había firmado Anahí y volvió a clavar su mirada sobre mí.

─Ocurre que ahora soy yo, la que está perdida.

─¿Por qué?

─Porque Anahí ha estado interna en este centro casi tres meses y nunca, le ha dirigido si quiera una mirada a ninguno de los que trabajamos aquí. Por no decir, que cada vez que alguno de sus familiares o amigos la visitaron los primeros días, los ignoró por completo. Además, a todo eso debes sumarle, que llevo años trabajando como psicóloga, especialmente en "La Cascada" y nunca he conocido a un paciente que prefiera permanecer internado, antes que volver a su casa... Y bastaron unas simples palabras tuyas, para conseguir en ella, todo lo que nadie ha conseguido en meses. Así que sí, estoy completamente perdida. Y me pides que confíe en ti, Dulce. Ahora sé que probablemente tú seas la única persona que consiga llegar a ella, pero al mismo tiempo me da miedo... porque has estado acompañándola diariamente, en completo silencio y aunque tú no lo veas con claridad, durante estos dos meses has tenido que crearte una imagen de ella en tu mente, de su personalidad, de su forma de hablar... ¿Qué ocurre si esperas demasiado? ¿Y si ella resulta no ser como tu creías? Creo que en este momento, harías cualquier cosa que Anahí te pidiera, y no sé hasta qué punto eso es bueno para ella, ni para ti.

La Luz De Tu MiradaWhere stories live. Discover now