El príncipe mestizo y la sangre sucia.

Frio.

Luego de ese acontecimiento, me dispuse a ir hacia las habitaciones.

Iba caminando por los pasillos grises y frios, tal como los recordaba. Me hacian acordar a Snape...
Esto está muy mal, debo sacarlo de mi cabeza. Es imposible que el sienta algo por mi, me dobla en edad y es mi profesor.

Sentí unos pasos detrás de mi, me voltee pero los pasillos estaban vacíos, ¿quien merodeaba a estas horas?
Cuando me giré hacia adelante para seguir mi rumbo me topé con una persona corpulenta y vestida de negro, nariz de gancho y pelo grasiento. Todos sabemos a quien me refiero.

- ¿No sabe usted, señorita Granger, que no está permitido que los alumnos vaguen por los pasillos en horarios nocturnos?- me dijo con voz seria y grave.
- Lo siento, profesor Snape, estuve sumida en mis pensamientos y se me ha pasado el tiempo. Ya me dirigía a mi habitación.- Ví como su mirada dura desaparecía.
- Está bien, mañana la quiero en mi despacho a las 8 PM, si no llega puntual le restaré 10 puntos a Gryffindor.

Dicho eso, se dio media vuelta y se fue a quien sabe donde, y yo apuré el paso hacia el dormitorio.

Llegué al despacho del profesor Snape y todo estaba cubierto de velas, dos copas y una botella de vino blanco estaban sobre el mantel adornado con pétalos de rosa.
Me acerqué para ver de que se trataba y sentí unas manos firmes que me tomaban de la cintura y me giraban, su rostro estaba tranquilo, su ceño no estaba fruncido y su pelo estaba brillante pero no de grasa, estaba perfectamente lavado.

- Hoy cumplirá su castigo, señorita Granger, y no será precisamente escribir 100 veces una estúpida frase, sé que usted no necesita esas cosas.- Me susurró.
- ¿Entonces de que se trata mi castigo, profesor Snape?- le dije con una mirada perversa y una voz seductora.
- Averíguelo...- dijo en un susurro a milímetros de mis labios mientras afirmaba su agarre en mi cintura y me pegaba mas a él. 
Y cuando estaba a punto de besarme...
 

Desperté.
Todo había sido un sueño.