IV

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El automóvil funerario avanzó, y todos los seguimos con las balizas puestas hasta llegar al inmaculado y enorme cementerio de Chacarita. Jamás había visto un cementerio tan grande, una vez que atravesabas las blancas, altas y gruesas paredes que lo rodeaban, parecía no tener fin.

En ese momento mientras avanzábamos, yo sentí el impulso de bajarme y quedarme allí bajo la lluvia por siempre, entre las tumbas, admirando todo a mi alrededor. Había tanto verde, tantos árboles y estatuas, que no quería salir, quería quedarme allí por siempre. Pero no me moví del auto ni hablé de ello con nadie, me parece algo bastante inapropiado de andar comentando por ahí.

Llegamos a un lugar donde había diferentes edificios, tras un camino circular, y en uno de esos lugares, se encontraba la capilla. Me empapé un poco con la lluvia que no sólo no parecía no parar nunca, sino que empeorara, mientras mi hermano estacionaba el auto en la rotonda.

Dentro, había una enorme cruz con la figura de Jesucristo mirando hacia abajo en donde habían colocado el cajón. A uno de los lados se encontraba una pintura hermosa de Jesús sobre la pared con otros más y diversos adornos dignos de la iglesia, pero yo no sé prácticamente nada de religión, así que tampoco puedo describir demasiado esas cosas, y con el ruido de la lluvia, tampoco pude comprender bien lo que decía el pastor.

La ex-mujer de Dimitri lloraba muchísimo, supongo que por la culpa de no haber ido a verlo en esa semana ni una sola vez y de ya estar con otro hombre... Más tarde —luego de que pasara este día fatídico— me enteré que no le dejaba ver a los niños y que ya estaba saliendo con otro hombre. Mi madre, siempre con tanta prudencia, cuando le conté como estaba Laureen, espetó un "me parece bien que sienta culpa, luego de todo lo que le hizo". Yo creo que no es justo juzgar a las personas así, uno no conoce todas las circunstancias del asunto, y además no sabíamos realmente por lo que estaba pasando Dimitri. 

Uno es humano, comete errores de tanto en tanto, unos peores que otros, y ponerle a alguien la culpa del suicidio de otra persona, me parece algo bastante frío. Es como si alguien hubiese culpado a mis padres por mi intento de suicidio, mi madre por darme poco afecto y exigirme cosas que yo no podía darle —como, por ejemplo, ser heterosexual—, y a mi padre por no estar pendiente de mí y no hablar conmigo cuando vio que las cosas no estaban bien. ¿Quién en su sano juicio haría algo así?

Luego de la misa, charla o lo que fuere que aquello significó, volvieron a trasladar el cajón hasta otra parte. Fui de la mano de mi tía Nora —que se preocupaba por mí porque estaba desabrigado en medio de toda esa inmensa lluvia, gesto que me pareció muy de madraza—, mi prima Dakota y otra mujer más que ahora mismo no recuerdo, compartiendo un pequeño paraguas, del que rápidamente me ocupé para que mi tía y la otra mujer no se mojaran tanto. De más está decir que me empapé por completo pero que no me importó en lo absoluto.

Bajamos al primer subsuelo donde se encontraban un grupo grande de comunas en donde todas las tumbas estaban apiladas unas sobre otras de forma ordenada y numerada. Había llegado el momento final para despedirse.

Es difícil decir adiós a alguien, te deja esa sensación de vacío que te queda al saber que nunca más le verás, oirás ni tocarás. ¿Cómo despedirse de un hijo, de un hermano, tío, primo, amigo o pareja? ¿Cómo despedirse de alguien para siempre?

Mi mente se mezclaba continuamente, entre el dolor de quienes yo quería, el de Dimitri y las cosas añejas que yo ya creía haber dejado atrás. Todo lo que allí sucedía era casi un reflejo de lo que podría haber pasado conmigo y me sentí tan jodidamente culpable, que tuve que alejarme de allí, porque no lo soporté.

Un acto tan desesperado que no hace más que incrementar el dolor, que sólo deja dudas y un vacío mucho más grande que una muerte natural, es algo que va más allá de la compresión de cualquiera. No puedo ni suponer un segundo de su sufrimiento, de ese joven tan simpático y bromista que era, para que abandonara a sus hijos y no se aferrara a ellos, para que no se aferrara a sus hermanas o sus padres. No puedo hacer más que llorar con todo eso.

No soy una persona religiosa, pero tampoco creo que fallecemos y nos vamos sin más, y que nada nos ayuda o nos protege, algo o alguien fuera de nuestra comprensión. Qué se yo... por suerte cada uno es libre de creer lo que quiere creer, y espero que Dimitri ahora mismo esté descansando de todo ese sufrimiento y, desde donde sea que esté, les dé las fuerzas a Roger, Nora, Monique, Dakota y todos sus seres queridos, a superar la pérdida.

Al salir del subsuelo, nos despedimos. En un momento, logré ver que Dakota se acercó a Laureen, junto con Nora y Monique, y se abrazaron. Más tarde me enteré —por parte de mi madrina Maritza— que Monique dijo "ésto era lo que Dimitri quería... unir a la familia". Y supongo que tiene razón.

Les deseé mucha fuerza a todos, a cada uno, individualmente, y les dije explícitamente que estaría ahí para ellos, aunque sea sólo para hablar o escucharlos desahogarse... que no importaba el tiempo, la distancia o cualquier otra barrera que pudieran creer que existía, que iba a estar ahí, como siempre, con ellos, con la familia.

Quizás soy torpe con las palabras, quizás tengo poca autoestima y necesito un empujón para animarme a ciertas cosas, pero siempre fui de darlo todo a los demás, más cuando son parte de mí. ¿Cómo explicarlo? Creo que el término "familia" ha perdido su significado en este mundo tan extraño. No llamo familia a aquella persona que simplemente comparte mi sangre, mi ADN, sino a aquella que un día llegó y se quedó, aquella que está en las buenas y sobre todo en las malas, aquella a la que no es necesario colocarle fachadas ni mentirle, aquella que, aunque el tiempo pase y las distancias sean grandes, siempre permanecerán ahí. Contigo.

Lo que Dimitri dejóWhere stories live. Discover now