II

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Creo que llegué a dormirme a eso de las once y media de la noche, dándole vueltas una y otra vez al asunto, y hablando con Morgan. Él siempre encontró las palabras exactas para decirme, aunque más de una vez me ha hecho llorar basto y él luego se siente culpable por ello, y yo me siento culpable por hacerlo sentir culpable. A veces somos un par de idiotas...

Esa noche no pude más que soñar cosas absurdas, me tenía que ocupar de ciertas cosas y caminaba de un lado al otro buscando soluciones para problemas absurdos en mundos inconexos y sin sentido, pero nunca lograba calmarme porque no podía arreglar nada.

El despertador sonó a las seis de la mañana para avisarme que debía levantarme a desayunar antes de ir al trabajo, pero sentía que no había sido capaz de pegar un ojo en toda la noche, así que apagué la alarma e inconscientemente apoyé la cabeza en la almohada sólo unos segundos para recoger fuerzas... hasta que mi madre me despertó a las siete menos cuarto de la mañana y salté de la cama.

Si se preguntan porqué a estas alturas de mi vida sigo viviendo con mis padres, es que la situación económica del país no da opción para mucho más. Tengo trabajo, sí, pero el dinero no me alcanza ni para la mitad de cosas que debo mantener, así que sí, tengo mi propia habitación allí donde mis padres y me ocupo de todo lo mío como si fuera un inquilino. Mi hermano se encuentra en la misma situación, a pesar de tener unos años más que yo y de tener una hija. La casa que tienen es grande, y de hecho incluso así hay una habitación que no utilizan, así que problemas de espacio no tenemos. 

Al final, con lo retrasado que estaba, sólo me vestí, intenté mantener a raya a mis condenados rizos, me lavé los dientes y salí. En el viaje en autobús, escuché música tranquila mientras intentaba despejar mi mente de lo que sucedería ese día: leí historias de Wattpad para despejarme y por una hora, olvidé por completo todo lo demás. Incluso hasta olvidé que ese día era el cumpleaños de Monique.

Al llegar al trabajo, agotado y sin una pizca de humor, todo lo que pude hacer fue colocarme en modo automático y atender mis tareas con cortesía pero a la vez, desgana. Trabajo en una universidad pública que es bastante nueva en comparación a las demás, me encargo de la seguridad, integridad y mantenimiento de equipamiento de cuatro laboratorios —aunque a veces abusan de mí y me piden atender asuntos de otros lugares—. No pertenezco al área de sistemas, supongo podría decirse que soy encargado de un pequeño sector que está más de cara a los profesores y estudiantes, que a la sección administrativa. 

Algo beneficioso de mi trabajo, es que no tengo que socializar demasiado, así que cuando terminé mis tareas diarias, pasé toda la mañana escribiendo en el ordenador, escribiendo mis propias historias con uno de los mejores personajes que se me ocurrió inventar, pero cuidándome de mantener a raya mis emociones. A veces escribir me afecta tanto que me hace llorar, y no quería llorar en mi lugar de trabajo.

Estaba ansioso, tanto que me la pasé comiendo algunos chuches hasta que se hizo la hora. Imprimí un mapa con la zona restringida con la que no podíamos pasar con el automóvil con el que me buscaría mi hermano, sino nos aplicarían una multa carísima; también me anoté los desvíos que debíamos tomar ante los cortes de calles en donde estaban haciendo arreglos de pavimento.

Coordinamos como nunca con Max, no tuve que esperarlo ni dos minutos que él se apareció en el auto, me subí y le expliqué cómo iríamos. Mi hermano siempre fue bastante unido a mí, excepto en nuestras respectivas adolescencias que ni siquiera nos dábamos la hora, pero ahora volvíamos a ser bastante unidos por muchas cosas, supongo que por la alineación de edades. Ninguno está ya en la edad de la tontería, vamos.

Viajamos escuchando la radio, haciendo diferentes comentarios al azar —sobre todo del tráfico y lo imprudente que era la gente— mientras yo le guiaba con el GPS de mi teléfono y a la vez me enviaba mensajes con Víctor que se había quebrado el dedo de un pie y me enviaba fotos de su fractura; le regañé porque no me había avisado a tiempo para que le pudiera aconsejar a qué clínicas ir y usando qué transportes, pero él sólo me enviaba emoticones tristes porque no quería molestarme en mi situación. Quince años de amistad y aún "no me quiere molestar con sus cosas"...  

Lo que Dimitri dejóWhere stories live. Discover now