Después de pelear contra el tráfico —sin usar ninguna de mis malditas instrucciones porque ya habían arreglado los desvíos— y para encontrar lugar dónde estacionar, llegamos a la capital. Tuvimos que dejar el auto a dos o tres calles del lugar y el resto lo hicimos a pie. Cuando llegamos, había un grupo de gente a la que no conocíamos, una mujer lloraba muy desconsoladamente, pero nosotros no nos detuvimos, nos adentramos a la sala velatoria sin más. 

A quien primero vi fue a mi prima Dakota, que estaba arrodillada en el piso, sosteniendo las manos de mi tía Nora, que estaba desplomada en un sillón llorando, junto a mi madrina Maritza —hermana de mi padre y Nora—, que también la sostenía de los hombros, intentando consolarla. Al verla, me di cuenta que estaba peor de lo que me habría imaginado, pero es que... pasar por la muerte de un hijo debe ser un dolor tan grande que queda fuera de toda descripción y entendimiento, pero atravesarla debido a un suicidio...

Mi hermano saludó con un fuerte abrazo a Dakota y le dio un beso en la frente, luego a mi tía Nora, que creo que ni le reconoció del todo, pero se puso a llorar de nuevo y le abrazó con fuerza. El espacio era pequeño y había demasiada gente, así que esperé a que mi corpulento hermano me dejara su lugar cuando terminó y saludé de un fuerte abrazo a Dakota, que cuando me vio pude suponer que se alegraba que estuviera allí con ella, pues de niños habíamos jugado muchísimo juntos y teníamos una conexión realmente buena. La abracé y acaricié su espalda con cariño, sin saber en realidad cómo hacer para aplacar su dolor, sólo pude decirle que lo sentía mucho, y ella asentía llorando. Con Nora fue igual, abracé su frágil cuerpo y ella lloró más fuerte. No hay nada que se pueda decir en esos momentos para aliviar esa horrible realidad.

Para ser sincero, mi relación con Nora y Roger fue discreta, algo distante, pero discreta. No es que no les quería —incluso cuando veíamos sus nombres en el teléfono de línea cuando llamaba y nos lo pasábamos de uno en otro para no atenderlos y quedarnos una vida hablando—, pero es que ellos siempre intentaban mantener las apariencias con nosotros, no sólo ocultando las cosas malas que les pasaban, cuando era completamente innecesario, siendo que todos pasamos por malos momentos de vez en cuando —como ahora—; sino también que parecían ser del estilo de gente que finge mucho cuando está cerca y cuando se aleja hace lo contrario. 

¿Cómo explicarlo? Ellos dos eran de ese tipo de personas que intentan mantener una fachada que no existe; pretendían ser alegres, bromistas, con repentina excesiva confianza, al punto de hacerle sentir a uno que estaban fingiendo, ¿me explico? Supongo que querían mantener la fachada de la familia perfecta, pero por suerte Monique y Dakota jamás fueron así y por eso me llevaba tan bien con ellas. Realmente no sé qué se les cruza a las personas por la cabeza para comportarse así, ¿creen que uno va a burlarse, a juzgarlos? Si fuere realidad, qué pena que se piense así de uno, ¿verdad? No lo sé, pero todo eso allí perdía importancia y validez.

Cuando solté a mi tía Nora, Dakota siguió ocupándose de ella, intentando aliviar su dolor diciéndole que Dimitri ya estaba en paz y que debía recordar a aquel divertido y bromista hijo que había tenido, no algo último que habían visto. En esos momentos me sentí muy orgulloso de ella, por cómo llevaba el duelo, y me alegré de saber que al menos Nora tendría a Dakota a su lado para llevar mejor ese momento.

Me di la vuelta y saludé de un abrazo a mi madrina Maritza, que toda la vida nos saludamos así, incluso cuando nos veíamos todos los días, porque es una persona excesivamente comprensiva, que siempre me apoyó en todo lo que necesité.

Siguiendo la sala, había una división donde la gente rodeaba el cajón de lejos, y allí encontré a mi hermano saludando a mi tío Roger y a Monique. Me hice paso entre las personas y me acerqué a ellos, entonces reparé que él estaba hablando acerca de Dimitri, así que sólo me quedé mirando al piso con una mano en su hombro, esperando al momento para poder abrazarlo. Cuando terminó, no pude siquiera mirar de reojo el cajón, aquello parecía una película irreal, algo que realmente no estaba sucediendo.

Ya varias veces había pasado por esa situación, ver un cajón con un ser querido dentro... es tan lejano y frío, nunca pude relacionar ese momento a la realidad. Esa madera fría y distante que mantiene a alguien a quien tú nunca viste, porque cuando están allí, los ves pero no son ellos, no tienen esas características de siempre, están rígidos, opacos, con una sonrisa que intenta transmitir paz... paz que uno no siente. Y sin embargo, Dimitri estaba a cajón cerrado, por lo que no pude verlo -tampoco deseaba hacerlo, me haría más mal que bien.

Un grupo de personas más grande llegó y nos dio el pésame a Roger, Monique y a mí, porque estaba junto con ellos, nos saludaron y nos dieron un abrazo, presentándose como compañeros del trabajo de Dimitri, y yo me sentí algo incómodo por ello, pues sentía que no tenía siquiera el derecho de recibir eso con la poca y nula relación que tenía con mi primo.

Monique me vio y vino a mí para darme un abrazo fuertísimo al que correspondí de inmediato y le acaricié la espalda, le dije que lo sentía muchísimo y se puso a llorar de nuevo, agradeciéndome una y otra vez por estar allí. Estaba con los ojos hinchados de tanto llorar y me dio muchísima pena. Monique había sufrido muchísimo de depresión los últimos años y tuvo que recibir tratamiento para poder seguir adelante, principalmente porque por más que lo intentaba, no podía tener hijos y le afectaba muchísimo. Sabía que ahora mismo estaba mejor porque había podido adoptar no solo a un niño, sino a sus otros dos hermanos, aunque bueno... las circunstancias eran diferentes en ese momento.

Hicimos un abrazo conjunto con mi tío Roger que también nos agradecía por venir, creo que nadie se esperaba que nos apareciéramos. Roger nos dijo incluso, que habíamos salido de nuestros trabajos para ello, y sólo pude contestarle: ¿cómo no venir? Y en su rostro solo pude ver agradecimiento, a pesar del dolor.

Lo que Dimitri dejóKde žijí příběhy. Začni objevovat