Capítulo VIII: "Lumbrera"

93 8 4
                                    

Tuve que retirarme un momento de la sala para poder pensar bien en lo que estaba a punto de hacer. Tenía que tener bastante cuidado al decirle a Áine todo lo que había visto pues no sabía lo que iba a causar en ella todo aquello, y más si se lo iba a decir de un solo golpe. Partiría por contarle acerca de mis extrañas visiones de recuerdos que según yo, no existieron, pero que luego había descubierto todo lo contrario. Si lograba captar su atención con eso, y podía entonces hablar más del tema, existía la posibilidad de que ella me dijera algo y me compartiera quizás, alguna cosa que antes no había dicho.

Entré a la sala y volví a mi asiento junto a ella.

- Áine - mi voz se escuchó débil, temblorosa - si te dijera que tengo visiones ¿me creerías?

- Siempre lo supe - dijo seria, sin mirarme, mientras escribía su nombre en el borde de mi cuaderno.

No esperaba que dijera eso, y menos con esa tranquilidad. 

- Lo que pasa es que en sí no son visiones, sino que son... ¿has tenido un déjà vu?

- No, nunca, soy un marciano - dijo nuevamente sin gesto alguno en su rostro. Sacó de su bolso un lápiz de color rojo y sobre la última letra de su nombre dibujó un corazón.

- Hablo en serio, Áine.

- Yo también.

No sé exactamente a qué venía esa indiferencia. Quizás estaba evadiendo el tema o simplemente se había acostumbrado tanto a que habláramos sinsentidos que no podía tomarme en serio un momento. Decidí hacer la prueba de fuego y decirle algo sin rodeos, a ver si causaba de alguna forma un impacto en ella, seguramente algún gesto de sorpresa habría que me indicara si sabía algo o no.

- Somos parte de una profecía - dije mirándola a los ojos.

Ella, al instante, dejó de garabatear en mi cuaderno, y se quedó observándome con los ojos muy abiertos. No sé por qué sentí en ese instante que mi corazón de la realidad B se aceleraba, y contrariamente estaba muy calmado a pesar de que sentía muy presente todo lo que había vivido en la colina, el camino en el bosque; en ese momento estaba presente en ambas realidades, como si se hubieran entrecruzado.

Pensé haber dado en el clavo, por su sorpresa, pero a los pocos segundos esa mirada seria se transformó en risa.

- Claro, los lunares - rió - ¿Y si vamos a una de esas señoras de leen las cartas? ¿te imaginas dice: "¡Oh, son ellos! ¡Los de la profecía!" - dijo soltando una carcajada.

No pude evitar reír, a pesar de la decepción por no conseguir nada más que una burla. Por alguna razón ella no sabía nada, o quizás fingía muy bien que no sabía nada, pero no quise darme por vencido.

- Y ¿qué hay de tu recuerdo? - dije, colocándome serio.

- ¿Cuál?

- El que me dijiste el otro día en la escalera.

- ¿Cuándo? - se reía por todo.

Me estaba comenzando a impacientar.

- Áine, escucha, es muy importante que si sabes algo sobre esto de los lunares y recuerdos extraños no te lo guardes, debes decí... - me interrumpió la campana de salida. Áine dejó de prestarme atención y comenzó a guardar sus cosas. Suspiré.

- Debes haberme confundido - rió nuevamente al ponerse de pie para irse.

- ¡Ustedes dos! Se quedan conmigo un momento, debo hablar con ustedes - nos dijo el profesor antes de que pudiéramos salir de la sala. Nos miramos extrañados.

Cuando aún te queríaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant