Capítulo III: "Encuentro con su sonrisa"

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Me miré al espejo, tenía ojeras. No había dormido bien durante la noche por haberme quedado escuchando aquel audio donde narraba el extraño recuerdo del día anterior, y sumado a eso, esa sensación de culpa por haber arruinado el día de cumpleaños de Áine. Intenté comparar de alguna forma las seis veces anteriores en las que había logrado visualizar la escena con la de aquella tarde, y la única diferencia sustancial había sido la imagen de mi mano, todo lo demás parecía haber ocurrido igual.

Si bien es cierto, aquellas cosas no eran tan normales, me sucedían tan seguido que ya había aprendido a convivir con ellas, y hasta el punto de que muchas veces intentaba no darles cabida en mi credibilidad; me había vuelto escéptico a algo que evidentemente me sucedía y muchas veces podía palpar y sentir, pero sólo por el hecho de que nunca había sido de gran ayuda o me había provocado algún daño importante, además de nunca entender el significado real.

Llegando a la sala de clases, me di cuenta que Áine aún no llegaba. Me quité la chaqueta, la colgué en la silla y me senté; el profesor ya había comenzado la clase, y gracias a lo que había ocurrido el día anterior no podía concentrarme en nada de lo que hablaba. Había ido con la intención de conversar con ella para pedirle disculpas y, de paso, preguntarle acerca del significado de lo que decía el papel, pero no aún no aparecía, y los minutos de atraso permitidos ya habían terminado hace bastante rato.

Me volteaba seguido para mirar si su sitio aún estaba vacío, algo bastante tonto si se piensa. De pronto, me di cuenta que estaba tomándome las cosas muy a pecho, siendo que nunca había compartido mucho con ella y menos tenido una conversación como para conocerla; quizás sólo eran cosas de niñas.

- Ustedes dos se parecen mucho - dijo de repente Ignacio, mientras caminábamos hacia la estación, luego de clases. Lo miré, pues habíamos estado conversando y riendo de otras cosas, y había salido con eso de la nada. - Ustedes dos ¿quiénes? - le pregunté, aunque sabiendo a quien se refería. - Áine y tú, de hecho todos pensamos que ella es como tú, pero versión femenina, y viceversa, deberían ser novios - dijo riendo, a lo que sólo respondí con una sonrisa por lo absurdo que era su comentario. - Así que todos... - dije en voz baja, sacando el celular para disimular un poco. - No hablas mucho con ella ¿verdad? - preguntó. - No - contesté. ¿Para qué iba a hablar con ella? Además la encontraba extraña y las únicas veces en las que intercambié palabras con ella había sido cuando se entrometió escribiendo la letra de la canción en nuestra hoja.

Cuando Ignacio se fue, decidí caminar un rato antes de tomar el tren; aún era muy temprano y me gustaba bastante recorrer la ciudad en días de lluvia, abrigándome bajo el cielo gris y escuchando música. Si bien había pasado tiempo, de vez en cuando recibía mensajes de Julia, diciendo que quería reunirse conmigo para hablar, a los que yo no respondía simplemente, pero tenía que enfrentar el regreso de muchos recuerdos gracias a ellos. No era agradable acordarme de eso, sin embargo, era lo que acaparaba mi cabeza en varias de esas caminatas después de clases.

Había estado caminando en dirección a la siguiente estación, para poder allí tomar el tren y llegar a mi casa; crucé una pequeña plaza que había de camino, y sumido totalmente en mis pensamientos, no me di cuenta que justo delante mío venía alguien con quien, sin querer, tropecé, pasándola a llevar con mi brazo. - Disculpa - dije, volteando a mirar por si la había dañado. - No importa - dijo, riéndose con un gesto de dolor. La coincidencia me sorprendió; era Áine.

- ¿Qué estás haciendo acá? - le dije, no pudiendo evitar reír por su intento de disimular el dolor del golpe, y aún así se reía - ¿Por qué no fuiste a clases? - agregué. Me miró extrañada - ¿Te diste cuenta? - dijo sonriendo, me puse rojo - Me quedé dormida, sólo eso - dijo comenzando a caminar a mi lado, en dirección a donde iba yo. - ¿Vieron algo importante hoy? - En ese momento, recordé que quería pedirle disculpas por lo del día anterior pero, por alguna razón, no se veía molesta ahora y hablaba como si nada hubiera pasado. Pensé que quizás sólo actuaba así por cortesía, pero luego supuse que no tenía por qué hacerlo y que simplemente podría haber pasado de mí y seguir caminando habiéndome ignorado.

Cuando aún te queríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora