Capítulo II: "Caos"

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Se fue a acostar temprano aquel día, por el frío, y además sus huesos le comenzaban a doler a esa hora. Le ayudé a levantarse de la silla, pero no entendí el por qué me costaba tanto levantarla y colocarla sobre la cama; quizás porque durante el día había estado guardando la leña para el invierno, no estaba seguro. La miré cuando al fin estuvo recostada, le pregunté si aún tenía frío y le tomé sus manos; las tenía heladísimas y, sin embargo, al tomarlas sentí una calidez que jamás había sentido. Me tomó fuerte y pronunció unas palabras que no alcancé a distinguir por el ruido del fuerte viento que comenzaba a levantarse, sólo la miré y noté en sus ojos lo que me había conversado la noche anterior: dolor, por no haber podido nunca ella tener hijos. Todo comenzó a tornarse extraño en ese momento, como si mi cuerpo no reaccionara a mi voluntad. Me volteé rápidamente a mirar a la anciana, para asegurarme de que estuviera bien, y la vi intentando levantarse pero, sin poder lograrlo, comenzó a gritar. En ese instante algo muy raro sucedió; de la nada apareció frente a mi un hombre de unos 70 años de edad, la anciana había desaparecido y comencé a pedirle ayuda al hombre que, iba camino a la puerta de la habitación. Intenté gritarle, pero de mi boca solamente salió decir: "Perdón por estar sola". Me asusté al decir eso y miré mis manos buscando el lunar y desear salir de ahí pronto. Lo último que recuerdo es mi mano izquierda irradiando un color rojizo desde mis venas; me hervía la sangre que circulaba por mis dedos. La cubrí con mi mano derecha y todo acabó.

De la nada me vi en casa de una de mis compañeras de clase junto a otros compañeros, todos cantando karaoke, mirando la pantalla. Habíamos ido a compartir después de clase, el día estaba nublado y a punto de llover, por lo que nos invitó a todos a que fuéramos allá y aprovechar de conocernos mejor. Había ido un par de veces antes con menos gente a su casa y es que me llevaba bastante bien con ella a pesar del poco tiempo conociéndonos, y siempre me había animado a jugar y bromear con el grupo que íbamos; pero esta vez era distinto.

El extraño suceso había ocurrido, según mi percepción, unos momentos antes de estar ahí sentado en el sillón de la casa de mi amiga, sin embargo, recordaba perfectamente lo que había hecho durante todo el día, el cómo y el por qué llegamos a la casa e incluso el momento en el que me había sentado en aquel sillón, como si nunca hubiera ido a otro lugar. Era recurrente en mi aquella rara escena, sólo que cada vez iniciaba minutos más tarde; y esta vez, por primera vez, había logrado ver mi mano izquierda en ese estado. Las veces anteriores sólo sentía mis manos juntándose y volvía a lo que era la "realidad".

Normalmente cuando me sucedía esa especie de "recuerdo vivido inexistente" mi mente, luego de unos minutos se liberaba haciéndome olvidar las imágenes y sólo quedaba en mí la sensación de haber vivido algo que nunca había pasado, pero éste recuerdo se había repetido tantas veces, y me causaba tanto temor, ya que era el único en el cual tenía que verme obligado a escapar, que decidí escribirlo cada vez que lo invocaba y añadir la máxima cantidad de detalles mientras lo tuviera fresco en mi mente. Es por eso que podía notar la diferencia de tiempo en el inicio del recuerdo, y cada vez lograba estar más consciente en el momento cuando comenzaba. Pero las sensaciones, el miedo y la desesperación nunca podía evitarlas, era como si siempre fuera algo nuevo, y eso hacía que se produjera dentro mío un choque de voluntades, lo cual terminaba siendo un caos y me confundía más acerca del origen del fenómeno.

- ¿Te pasa algo? - preguntó una de mis compañeras acercándose a mí. Necesitaba salir un momento de ahí para grabar un audio en mi celular y poder narrar el recuerdo, sobretodo el detalle de mi mano izquierda ardiendo, porque el volumen de la música no me dejaría hacerlo ahí. - Estoy un poco mareado, iré a tomar algo de aire - le contesté, poniéndome de pie para ir a la puerta. Noté que el ambiente se había apagado un poco mientras yo caminaba a la salida. - ¿Ya te vas? - preguntó mi amiga dueña de la casa. - Has estado todo el rato sentado mirando y no quieres hacer nada, ¿te sientes mal? - dijo un amigo que estaba con el micrófono en la mano. - Otras veces nos has acompañado - agregó. Les expliqué que no me sentía muy bien, y que sólo saldría un momento a tomar aire. Me habían estado observando durante todo el rato, mientras yo estaba sumergido en mi mundo; seguro les había molestado un poco mi actitud de indiferencia, totalmente opuesta a la que había tenido veces anteriores. Caminé hasta la puerta y justo al tomar la manecilla, giré a mirar y me encontré con los ojos de Áine fijos en mí, seria, incluso podía decir que un poco molesta; sólo abrí la puerta y salí a la calle. Recordé que era la primera vez que Áine había aceptado ir con nosotros a algún lugar a compartir, y sentí que probablemente esa cruda mirada que me lanzó fue por mi actitud tan fría, al igual que las preguntas acusadoras de los otros chicos cuando salí. Pero, ¿y qué? Ni siquiera la conocía como para fingir pasar un buen momento y hacerla sentir bien a ella. - No todo gira en torno a ustedes - dije, entretanto que sacaba el celular para grabar el audio.

Mientras narraba los detalles que había logrado rescatar, se mezclaba en mi mente la mirada acusadora de Áine y su nota misteriosa en el papel con el recuerdo de mi mano izquierda ardiendo, y tanto así, que tuve que reiniciar la grabación tres veces porque me desconcentraba totalmente. De pronto, comenzó a llover y me empecé a acercar al portón de la casa para entrar y volver, decidido a cambiar un poco mi actitud y no tener que aguantar más preguntas tontas ni malas caras. Pero cuando iba a abrir el portón, salió de la casa Leslie, una de las amigas de Áine, con ella detrás y caminaron hacia donde estaba yo. - ¿Estás mejor? - me preguntó Leslie. - Sí, un poco, de hecho ya iba a entrar - le respondí aún sin poder entrar por el portón; a lo que mi compañera, dueña de la casa, salió también y se ubicó justo al lado de las otras dos. Comenzaron a interrogarme, por alguna extraña razón, preguntándome si me sentía incómodo o si tenía algún problema con alguien, a lo que yo simplemente les respondía que sólo estaba un poco mareado, pero no se convencían con mi respuesta.

Miré a Áine, que estaba unos pasos más atrás de las otras dos, callada; me sorprendía que no dijera nada en esos momentos y más me llamó la atención que durante el rato que había estado dentro de la casa tampoco hiciera sus escándalos de risa exagerada, como solía hacerlos en clases. Estaba cabizbaja, pero oyendo lo que decía, lo que respondía a cada pregunta que me hacían las otras chicas.

- Mejor me voy - dije decidido. Ya no valía la pena intentar solucionar el mal rato si ya había arruinado el momento. Al instante de decir eso, Áine se volvió rápidamente a la casa, buscó su bolso y mirando hacia el suelo, evidentemente molesta, abrió el portón y pasándome a llevar con el hombro, se fue caminando rápidamente en dirección a su casa, sin decir ni una sola palabra. En ese momento llovió torrencialmente; reaccioné a correr detrás de ella pero, al dar el primer paso, recordé algo que debí haber recordado antes y en todo momento: Aquel día era su cumpleaños.

A pesar de no conocerla aún, y no tener ningún interés por saber de ella, en mí sobrevino una sensación cruda, como si a cada paso que ella daba alejándose de ese lugar, se fueran cayendo piezas de algo dentro mío. Era la primera vez que sentía su ausencia, además de la culpa por arruinar su cumpleaños.

Me quedé parado, mirándola avanzar, mojándose, sola. - Mejor me voy - les dije otra vez a las otras dos chicas, que también se habían sorprendido por la reacción de Áine; me miraron como preguntándome qué había pasado, mientras que yo me colocaba mi mochila y me encaminaba hacia la estación, en dirección opuesta a donde iba Áine.

Cuando esperaba el metro, me di cuenta que mi celular aún seguía grabando, no me había percatado que nunca había detenido la grabación. Llegué empapado a casa.

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Más que nada para el momento en que Áine reacciona yéndose de ahí.

Cuando aún te queríaWhere stories live. Discover now