Pero el caso, es que pasados unos segundos, que perfectamente hubiera podido alargar, abrí los ojos y me dispuse a encender el aparato. Este fue bastante veloz en cuanto a ponerse en marcha, permitiéndome al instante poder comenzar a indagar entre aquellos archivos. Tecleé la clave de acceso al sistema, que ayer me fue facilitada por la doctora Andoni, y automáticamente fui a parar a los informes médicos de los pacientes.

Tengo frente a mis ojos, cientos de historiales de diferentes personas, o quizás son miles. Sólo veo una interminable lista de nombres que ni siquiera alcanzo a leer. Probablemente a lo largo de los años, el número de usuarios que han convivido en esta residencia, ha sido bastante elevado. Decidí ahorrarme el tiempo de leer la lista completa, tecleando su nombre directamente en el buscador. Tras unos segundos de espera, bastante largos, (cuando estas ansiosa, el tiempo cobra el sentido que le da la gana) el ordenador me mostró una carpeta que llevaba por título "Valente, Anahí".

La abro con premura, sintiendo como mis ojos adquieren esa posición de concentración que suelen tomar cuando algo les interesa. Se entornaron ligeramente y comencé a indagar en las inmensidades de aquel informe. Lo primero que observo es una foto de ella, por la cual deduje que no debía ser demasiado actual. Había algo diferente en la expresión de su rostro. No se le ve un color tan blanquecino. Diría incluso que está bronceada. Además, no hay rastro de las ojeras que ayer y hoy he podido ver marcadas bajo sus ojos. Su pelo tampoco está recogido despreocupadamente como hace unos minutos. Al contrario, lo lleva suelto y se ve bastante cuidado y brillante. Incluso, creo que su cara no está tan delgada como ahora. Sus pómulos no se ven tan definidos. Pero lo que más me llamó la atención, fue su sonrisa. Una sonrisa que en las tres ocasiones en las que nos hemos encontrado, jamás he visto ni por asomo. Ese pensamiento me lleva directamente a preguntarme, por qué su semblante se ve siempre tan serio. Tiene una sonrisa preciosa. ¿Por qué ya no sonríe?

Junto a la fotografía, puedo ver escrito su nombre completo y apellido; "Anahí Gabriella Valente". Al leerlo no puedo evitar sonreír y dar de cabeza. ¿Odiará tanto su segundo nombre, como yo detesto el mío?

A continuación, su fecha de nacimiento junto a la edad que debe tener: 26 años. Seguidamente, motivo del ingreso: Atentado contra su propia vida. Por supuesto que todo ello está bastante más profesionalmente redactado, pero mi mente es incapaz de leer tecnicismos en este momento. Simplemente necesito averiguar y contrastar lo antes posible, la información que obtuve anoche a través de internet. Finalmente, llego al diagnóstico y necesito volver a tomar aire antes de leer. Hago bien...

"Trastornos de la conducta alimentaria: Ortorexia y Anorexia nerviosa con episodios bulímicos, ansiedad depresiva y agresiones físicas contra sí misma".

Esas palabras van siendo procesadas por mi cerebro a medida que mi estómago se contrae y todo lo leído hace un momento como certezas, se convierten en preguntas para mi mente. ¿Anorexia nerviosa? ¿Ortorexia? ¿Bulimia? ¿Ansiedad depresiva? ¿Agresiones físicas a si misma? ¿Anahí padece trastornos alimenticios? Pero... ¿Cómo? ¿Por qué?

Por algún extraño motivo, no soy capaz de asimilar esta información. Y es justamente ahora, cuando comprendo lo lejos que puede llegar mi ignorancia, si lo único que pasa por mi mente es; ¿Cómo una chica tan bonita y delgada, puede estar enferma de anorexia? Creo que esa es la pregunta que cualquier persona se haría y al mismo tiempo, es la más absurda que nos podemos hacer.

Sé de sobra, que un trastorno de este tipo no se trata simplemente de verse gorda o flaca frente a un espejo. Es algo que hay mucho más allá, una enfermedad mental con consecuencias físicas y emocionales. Algo que no se soluciona simplemente con medicamentos o terapias. Es algo que debe estar tan escondido en su interior, que probablemente sea imposible llegar ahí, hasta que ella lo permita.

La Luz De Tu MiradaWhere stories live. Discover now