―Mira― señalé un puesto de frutas―, tienen fresas...

―Podemos comprar en el supermercado― respondió dando un tirón de mi mano―, ¿podrías seguir caminando?

―Ven― jalé su mano hacia el puesto, una mujer de la tercera edad tenían entre sus manos un rollo de bolsas, las repartía a las personas que compraban fruta―, ¿podría darme una?

Cuando la mujer me dio una bolsita, intenté soltar la mano de Adam.

―Ni se te ocurra, Emily― me quitó la bolsa con su mano libre―, yo la sostendré, pero no se te ocurra soltarme.

Reí por lo bajó, tomé varias fresas y las vacié en la bolsa que sujetaba Adam.

―Prueba una querida, están limpias― la mujer me tendió dos fresas que goteaban, me llevé una a la boca―, una para tu esposo.

Adam comenzó a reír de forma discreta, negué con la cabeza hacia la mujer intentando explicar que esa no era la situación, pero gracias a la risa de Adam, la mujer dejo de prestarme atención y se enfocó en sus demás clientes.

―No deberías probar eso― dijo intentando controlar su risa―, ¿cómo sabes que está limpia?

Levanté la fresa y la llevé hasta sus labios, dio un respingo hacia atrás y arrugó la nariz.

―No voy a comer eso, aléjalo de mí.

―Sólo un mordisco, y te dejaré en paz el resto de la semana, hasta dormiré en la bañera― en respuesta a eso devoró la fresa.

―Trato hecho― se limpió la comisura de los labios y zarandeó la bolsa―, ¿es todo?

―Es todo― le tendí la bolsa a la mujer y esperé a que Adam encontrara un billete que no fuera de gran cantidad.

Cuando nos alejamos del puesto, comencé a sentirme incómoda por un motivo: la gente alrededor empezaba a susurrar y a apuntarnos, y Adam se estaba dando cuenta.

― ¿Podríamos ver ahí? ― señalé una pequeña tienda detrás de los puestos en la que figuraba el nombre de "Antigüedades Müllier"―, parece interesante.

―A dónde tú quieras.

Ambos nos encaminamos hacia la pequeña tienda, cuando empujamos la puerta para abrir sonó la pequeña campanita que estaba sobre ésta.

― ¡Un Blair en mi tienda! ― la voz masculina y ronca de quién sabe dios, hizo que diera un respingo― ¿pero, quién es esta dama?

Un hombre canoso emergió detrás de la barra de madera y ajustó sus lentes, Adam tenía la expresión en blanco.

― ¿Y, cuál es el nombre de la dama que lo acompaña, Blair?

―Me llamo Emily, señor...

―Anthony Müllier, señorita, ex mayordomo del joven al que acompaña.

Miré hacia Adam y noté como su labio inferior temblaba, ¿pero por qué?

― ¿Pasa algo? ― susurré hacia él.

―Escoja lo que quiera señorita, dígame que busca y lo encontraré para usted.

Adam soltó mi mano, y le observé dirigirse hacia Anthony.

―Cuanto tiempo Anthony, ¿cómo va tu negocio? ― sonaba incómodo y nervioso.

―Mucho mejor desde que tu padre no mete las narices aquí― Adam rio, como antes, nervioso.

―¿Y tu esposa?

―En el asilo, donde yo debería estar.

Me hice de oídos sordos y me acerqué a una pequeña vitrina en la que reposaban anillos con incrustaciones peculiares, cada uno de los anillos tenía un grabado distinto, cada uno de ellos tenía piedras distintas, pero había un anillo en especial que tenía toda mi atención, tenía unas pequeñas letras grabadas en la parte interna, pero no podía distinguirlas.

ADAM - en edición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora