Epílogo

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Narra Zack:

Después del entierro ya no podía estar un momento más en ese lugar, no quería más condolencias, ni palabras de aliento. Nada me iba hacer sentir mejor, así que escapé, me fui de ahí corriendo y dejando todo atrás, quería estar solo.

No sé por cuánto tiempo estuve corriendo por la ciudad sin ninguna dirección, el viento que pegaba contra mi cara se llevaba las lágrimas que salían de mis ojos, ella se había ido y no regresaría.

Cuando me cansé de correr me paré justo en frente de una pequeña cafetería, estaba casi vacía. No sabía dónde exactamente me encontraba, pero poco importaba. Entré en la cafetería y me senté en una de las mesas para cuatro personas, recargué mis codos sobre la mesa y me agarré la cabeza con las manos. Las lágrimas seguían cayendo desde mis ojos. Me sorprendía de tener tantas lágrimas, no había parado de llorar y aun así me empapaba el rostro.

— ¡Dios! ¿Estás bien? — dijo una voz de una chica, que se encontraba a mi lado.

Levanté la mirada y negué. No podía verla bien, ya que las lágrimas nublaban mi vista.

— Aww, ¿puedo ayudarte? — preguntó con preocupación.

Volví la mirada a la mesa y negué.

— ¿Quieres que te traiga algo? ¿Un café? — preguntó.

Me enjugué las lágrimas y alzar la mirada por fin pude verla. Era una bonita chica de piel morena clara, su cabello era largo y de color café, sus ojos marrones, sus facciones finas y su expresión estaba entre preocupada y con un poco de ternura.

— Está bien — dije con un hilo de voz y traté de sonreírle, aunque fue más algo parecido a una mueca ya que no tenía ganas de sonreír.

La chica volvió con un café para mí y otro para ella, se sentó frente a mí y comenzó a platicar conmigo. Estaba claro que trataba de distraerme de cuál sea que fuera mi problema y se lo agradecí mucho.

Se llamaba Kasandra; era muy risueña, graciosa y un poco excéntrica. Me pareció una persona bastante dulce y con muy buenos sentimientos. Me sacó unas cuantas risas cuando decía algo gracioso. La conversación poco a poco nos fue llevando de un tema a otro, yo ya me había olvidado del tiempo y del lugar. Ella me dijo que era una trabajadora social, que le encantaba ayudar a los demás y estaba asociada a muchas organizaciones que se encargaban del altruismo. Me pareció sorprendente lo que hacía y fue ahí cuando yo le platiqué mi experiencia como una persona altruista. No sé porque pero fue fácil platicarle lo sucedido con Leah, me escuchó con atención y pudo comprender la razón por la que me encontraba de aquella manera. Me desahogué y solté todo lo que me había estado guardando y fue bastante liberador. Tal vez éramos unos completos desconocidos pero le agradecería por siempre que me hubiera escuchado esa noche. Lo necesitaba y Kasandra fue la indicada para ayudarme.


CINCO AÑOS DESPUÉS

Me encontraba frente a la tumba donde yacía Leah, aquella chica a la cual había amado con todo mi corazón, pero que lamentablemente ya no se encontraba en este mundo.

Cada vez que me pasaba algo, ya sea bueno o malo, venía aquí y me ponía a contarle todo lo sucedido a Leah. Sabía que me escuchaba, aunque no tuviera una contestación directa de su parte, pero lo sentía. Cuando hablaba con ella me era imposible no imaginármela, mi mente viajaba en el tiempo y la veía a ella sentada en el suelo del hotel, riéndose o haciendo una mueca con las cosas que le contaba.

La seguía extrañando, muchísimo, y no había día que no deseara que estuviera de vuelta. Siempre pensé que iba a ser difícil continuar con mi vida después de su partida pero no fue tan difícil gracias al apoyo de muchas personas maravillosas que me rodeaban y me daban su apoyo. Mi corazón se estaba sanando y sabía que pronto volvería a amar, así cumpliría la promesa que le había hecho: Ser feliz.

— Hola Leah — dije con una sonrisa — ¿te acuerdas que te prometí que iba a ser feliz? Lo estoy cumpliendo.

Dejé un ramo de tulipanes amarillos en el suelo y supiré.

— He conocido a alguien, es una persona muy linda. Estoy seguro que si la conocieras te agradaría. Además me ha ayudado a salir adelante.

Sonreí y me mordí el labio.

— Te extraño tanto, extraño que estés aquí.

Entonces un viento que pareció salir de la nada me envolvió, me pegó en la cara y revolvió mi cabello. Cerré los ojos y disfruté de ese roce del viento, como si fuera una caricia. En ese momento supe que en cualquier lugar que Leah se encontrara... ERA FELIZ.

FIN


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