Capítulo 8: Un capítulo más.

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[Quiero disculparme por mi ausencia y dar un agradecimiento especial a una seguidora que me hizo mención en su colorida página web desde hace ya un buen tiempo. Gracias a LOVATICONRUSH (Yelenka xx). Espero sigas disfrutando de mi revoltosa obra y te dedico éste capítulo. Disfruten todos. Gracias por esperarme y seguirme. :)]


La luz al final del pasillo la hizo suspirar aliviada, sabiendo que había logrado salir del laberinto de puertas y llegar a la sala principal. No había ni un alma, o al menos ahí posada.

–Llama al doctor Kugler entonces.– Unas voces se aproximaban por la izquierda y la morena se vio obligada a voltear.

–Entendido, Madame.– Respondió una de las asistentes y se marchó.

–¿Madame?– Schatz se quedó atónita, con el cejo fruncido.

–Hola cariño. ¿Ocurre algo?– Se acercó amable.

–Es que yo... Acabo de verla hace unos instantes– Hizo pausas y miró a sus espaldas –. Hacia allá.– Señaló.

La dueña de todo se limitó a mirar, sin inmutar su postura hacia ella, como pensando algo.

–¿Ah sí? Qué extraño. Me parece que te hace falta relajarte, cariño. Yo siempre he estado aquí.

Schatz sacudió la cabeza, como si hubiese entrado en un trance que le afirmara que Madame tenía razón.

–Perdón, debo ser yo. ¿Le importa si la acompaño?

–En absoluto. Te vas aburrir, lo advierto.– Madame ofreció su brazo y la mujer lo tomó aceptando, caminando con cuidado de no pisar el vestido negro de colección que portaba la dueña de todo.

–Bueno, ¿Y tú crees que por ser putas tenemos que pasar vestidas así todo el día?– La Jefa se encontraba en la puerta trasera de la enorme mansión que daba a un callejón, donde están los botes de basura. Realmente, ese no es lugar digno de recibir clientelas, todo mohoso.

–¿Sabes qué? Olvida todo eso. Mejor dejémoslo en un baile privado.– Contestó un tipo vestido con ropa de ocio, no muy arreglado que digamos. Su camisa era azul como sus ojos, pero no tan deslavados.

–Si insistes... Puedo bailar para ti.– Se cruzó de brazos sonriente.

–No, gracias. Hay una bailarina en especial, ya la había visto antes.

–Agh. Has de hablar de esa zorra.– A Süsse se le amargó el caramelo.

–¿Perdón?

–¡Nada! Lo siento, si quiere servicio, tendrá que venir después de las cinco de la tarde y por donde se debe entrar.– Finalizó su conversación con un cordial portazo.

–Todo es tan tranquilo. Es extraño.

–No creas que por ser un burdel todo va a ser gemidos y caos.

–No no, claro que no. Es sólo que, he visto a muchas de las que trabajan aquí, son demasiadas. Se me hace extraño que nadie transite el lugar.

–Tienes razón. La mayoría de las mujeres que viven aquí tienen cosas que hacer fuera. Es cierto que se acostumbra a que se queden donde trabajan, pero hay chicas con iniciativa y metas. Es el caso de una que ingresó hace poco. Llegó a tener cuatro trabajos sin contar este. Es necesario mencionar que estas muñecas se saben cuidar.

Las dos mujeres paseaban por el infinito lugar.

Las paredes eran elevadas, tapizadas de espejos, cuadros artísticos o retratos.

–Aún no me acostumbro al lugar.

–Puedes renunciar si no te sientes bien. No te estoy despidiendo, y sé que suena una locura si apenas acabas de ingresar hace poco.

–Al contrario, quiero acostumbrarme, conocerlo a fondo.

Caminaron sin muchos temas de conversación por compartir, pero igual se hacía eterno este pequeño viaje, lo cual dio a Schatz tiempo de meditar ¿Qué me había pasado? ¿Acababa de encararse con Madame minutos atrás? Y si era así, ¿Cómo era posible que ella hubiese llegado a la salida antes que ella?

Por un momento se cuestionó y culpó a su mente de hacerle pasar un mal momento, algo tan similar a un deja vú que le mantenía agobiada.

–Oye tú. Schatz –Una conocida voz inundó sus oídos.–. Te buscan. Supongo que te verán a las cinco.

–¿Me buscan? ¿Te dijo su nombre?

–No, pero insistía en que quiere un baile privado contigo.

Suspiró aliviada.

<<Esa es la señal.>> Se dijo.

–Espero no sea un cliente molesto.

Dieron por finalizado el recorrido y todo mundo fue a sus puestos.

La morena se arregló para salir a escena, pero recordó que irían por ella, y justo daban las cinco.

Se dirigió a la sala principal y Süsse estaba charlando pícara con ese guapo hombre.

–Schatz. Él es el que te decía. Trata de darle un buen trato y no vuelvas tarde.

–Bueno. Hola cariño. Espero pasar un buen rato contigo. –Dijo la morena tratando de sonar seductora.

–Pienso lo mismo, cariño.

Se portó muy caballeroso con ella. Le cedía el paso y abría cualquier puerta que se atravesara en su camino hasta llegar a su auto.

–¿Todo en orden, linda?

–Para nada, Fausto.

El Prostíbulo: Debut de CircoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora