Capítulo 3: En galas.

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Todo parecía un castillo. Todo finamente limpio y pulido. Un fresco aroma en el aire, un aroma a nuevo y lavanda. Tu reflejo podía observarse con claridad en el azulejo. Las paredes afelpadas tanto como las alfombras estaban imposiblemente limpias. Las habitaciones, camas y muebles en su lugar y el área de ''trabajo'' no se quedaba nunca atrás, obviamente.

Para Süsse era hora de dejar la ropa de suripanta atrás para vestirse ''decentemente''.

Para Madame Lady Laviggne eso no era problema, siempre estaba elegante con vestidos negros que la cubrían a la perfección. Sus pendientes, perforaciones y expansores no la hacían pasar desapercibida, pero eso no es problema.

--¿Dónde están?-- Madame se puso de pie frente a las enormes puertas de madera que encerraban en su interior tal mansión, esperando que al abrirlas, ellos no estuvieran esperando en la entrada, impacientes.

--Están por llegar, madame -- Contestó una trabajadora.

--Abran rápido el estacionamiento. Yo esperaré a que toquen la puerta.

--En seguida, madame.

Madame tenía a Brauli en sus brazos, acariciando su lomo con sus acrílicas uñas negras, con destellos y ligeros dibujos con plateado, cuando Süsse se posicionó a su lado, acomodando su larga falda tulipán de un negro pálido. Aparte vestía su corsé, nunca le falta uno, de color negro con encaje y un saco de tres botones del mismo color, abotonado. Usaba unas medias negras y unos zapatos formales blancos de tacón.

Madame le dirigió una mirada de reojo rápida, alzando el músculo la ceja y verificando que no estuviera de extravagante. Sintió un respingo de asombro al verla tan formal y no como ella acostumbra.

--Vaya. Hasta que te dignas.

--Hay que ser formal de vez en cuando ¿No crees?- Süsse acomodaba el cuello de su saco con aires de grandeza.

--Hum...

Las puertas fueron abiertas de par en par por dos chicas que llegaron y se posicionaron para el acto.

Afuera estaban dos hombres: Uno de traje gris y otro de traje blanco. Los guardaespaldas se hicieron notar, pues eran los únicos de trajes negros.

<<Y todos ellos juntos, son los tan afamados y temidos ''Cóndores''.>>

--Bienvenidos, caballeros-- Recibió Madame, como siempre –Adelante.

Había chicas que hacían de camareras y edecanes, ofreciéndoles de sus más finos y caros alcoholes para dar inicio a una más de sus acostumbradas reuniones semestrales.

--Caballeros. Una vez más nos honra recibirlos aquí.-- Fingía Süsse.

--Vaya. Qué altruista...-- Susurró Madame con sarcasmo.

--Gracias, querida.

Los hermanos Bohrenn, Christopher y Milo estaban solos en la sala, únicamente acompañados por tres guardaespaldas, Madame y Süsse.

Dedicaron su tiempo a hablar cosas sobre el negocio, cosas que se cambiarían, cosas sobre las chicas y la mercancía.

Madame les contó sobre la morena mujer que se había ofrecido. Anteriormente había tenido una charla privada con ella y supo que lo hizo por necesidad y extrañamente como hobby, aunque si quería trabajar tendría que hacerlo de por vida, digámoslo así.

Al principio dudaron de aceptarla, pero Madame siempre obtiene lo que quiere, otra cosa por la que Süsse le envidiaba tanto.

La morena recibiría el apodo de Schatz, que en alemán significa ''Tesoro''.

Sería bailarina y edecán y tal vez luego prostituta. Bueno, no tal vez, a final de cuentas tenía que serlo.

La plática parecía no tener fin, pero después de tres horas de intensa charla, Milo, quien vestía de gris metálico con una corbata azul celeste que combinaba con sus ojos y Christopher, vestido de blanco con corbata rosa mexicano, salieron al encuentro del resto de sus serios guardaespaldas, dieron un recorrido por la mansión y ya satisfechos y sin ninguna queja se retiraron.

Las puertas del burdel fueron cerradas por las blancas manos de Madame, quien después de cerradas, se recargó en la puerta mientras exhalaba aliviada, o eso quería aparentar.

--¿Qué les han dicho?-- Preguntó una de las trabajadoras, una hermosa mujer pelirroja reconocida como Liebling, que quiere decir ''Cariño''.

--Vendrán en un mes... --Exhaló Süsse saliendo apenas de la sala.

--Eso no es bueno...

--No, claro que no lo es...- Madame abandonó las puertas y se precipitó a la cocina --Algo anda mal y no nos lo han dicho.

El Prostíbulo: Debut de CircoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora