CAPÍTULO 39

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 —Sería lindo volver a ver tu mirada. —Ares me sonreía a medida que se acercaba. Se sentó junto mí, con la espalda apoyada en el tronco de un árbol.

Apoyé mi cabeza sobre sus piernas y me recosté sobre el pasto. Giré hasta quedar frente a su estómago y me dediqué a abrazarlo fuertemente y a respirar su olor tan característico.

Sus ojos se conectaron con los míos y sus dientes me fueron visibles cuando su sonrisa se ensanchó.

—Estás ante la presencia de mi mirada —expresé confundida ante su comentario—. Te estoy viendo y déjame decirte que tus ojos verdes parecen más vivos que nunca, son hermosos.

—No me estás viendo, Scarl. No puedes. —Suspiró sin nada más para agregar.

—Claro que puedo y lo haré durante todo el tiempo que me sea posible.

—No lo harás.

—Lo estoy haciendo —lo contradije sintiendo una bola de nervios en mi interior ante su insistencia.

—Claro que no.

—Tú me ves y yo te veo, Ares. Te tengo en frente y te admiro apreciando cada parte de ti.

—Ojalá así fuera. Igualmente recuerda, juntos hasta el final.

Abrí los ojos, con la dificultad de acostumbrarme a la tenue luz que iluminaba el cuarto.

Como acto reflejo busqué ponerme de pie y me arrepentí rotundamente cuando las piernas me flaquearon y no fui capaz de sostener ni mi propio peso. Caí de espalda sobre los cerámicos blancos y fríos chillando por el dolor, uno tan horrible como la sensación de un cuchillo hundiéndose en mi piel.

Respiré hondo durante unos segundos, cerrando mis ojos para poder relajarme, aunque me suponía imposible olvidar aquella espantosa sensación.

Con la mano izquierda logré localizar el lugar en donde sentía dolor y con las yemas de mis dedos rocé una venda gruesa que envolvía la parte baja de mi abdomen.

Toqué el resto de mi cuerpo para asegurarme de que permanecía entera y me llevé el leve consuelo de que lo estaba.

Reconocí la ropa con la que me habían vestido, un pantalón camuflado igual a mi primer uniforme y un corpiño negro que no tenía idea de dónde había salido.

No recordaba haberme dormido en aquel lugar ni mucho menos haber sido intervenida por alguien que poseía básicos conocimientos médicos.

A pesar de mi confusión, me levanté nuevamente, pero con cuidado para no seguir lastimándome. Sin embargo, no pude evitar que una mueca de dolor se me escapara de entre los labios.

Mi cuerpo estaba tan cansado que apenas podía mantenerse con la suficiente estabilidad para que pudiera caminar.

Agarrada por una manija metálica, empujé la camilla que gracias a sus ruedas pudo moverse y ayudarme avanzar. Abandoné aquel frígido sitio y al abrir la puerta una luz blanquecina me cegó la vista.

Con los ojos entrecerrados continúe avanzando por un desolado pasillo, teniendo una sensación de pertenencia magnética con el lugar.

Todo lo que conocía del Laboratorio Delta Sigma había cambiado. Antes solían ser pasillos con una perfecta y encandilante luz entre lo blanco y lo amarillo, con suelos impecables y brillo por todos lados.

La nueva versión era espantosa y desesperanzadora. Los suelos estaban repletos por pedazos de vidrios rotos y manchas de sangre seca que subían hasta las paredes, las cuales estaban llenas de balines incrustados en el cemento.

No Soy una Falla ||LIBRO 1||Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon