Capítulo 8

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Jace abrió la boca para explicarlo y se quedó congelado, con la cabeza inclinada como si estuviera escuchado. Decidida a saber qué secretos le estaba ocultando, Hayley no paraba de pensar, en primer lugar, por qué estaba él allí, pero se levantó, se apartó de él y exigió:

-¿Qué quieres decir? ¿Cómo pueden estar brillando mis ojos? Yo no estoy en tu situación médica, sea cuál sea esta. Lo que me recuerda. Dijiste que me explicarías eso.

-Lo haré, solo que no en este mismo instante -replicó Jace en un tono distraído-. Lo que quería decir es que estabas, hum, estabas reluciendo. Ya sabes, como al atardecer. Ahora, cállate un minuto.

Hayley entrecerró los ojos. ¡Cómo se atrevía a decirle que se callara! Definitivamente aquí había algo mal. Obviamente Jace estaba intentando encubrir lo que había dicho originalmente, pero al mismo tiempo no parecía estar poniendo mucho esfuerzo en ello. No la estaba mirando, y parecía preocupado por algo.

Estaba a punto de preguntarle de nuevo cuando Jace maldijo y la hizo a un lado. Se levantó del sofá y corrió hacia la puerta trasera. Hayley se quedó mirando por donde se había ido con profunda sorpresa, hasta de que repente le asaltó una idea. Cogió su camiseta del suelo y corrió tras él. Jace ya había desaparecido de la vista. Ella estaba parada en el porche, escuchando cualquier sonido que le diera una pista de en qué dirección se había ido cuando sonó un disparo. Hayley jadeó y sintió que su corazón se detenía.

-Jace -dejó escapar en un susurro afligido, se apresuró en busca del teléfono de la cocina y marcó rápidamente el 911.

Después de explicarle la situación al operador y darle su dirección, colgó y agarró la linterna que había colocado en la esquina de la encimera de la cocina para las emergencias. Estaba decidida a encontrar a Jace, sin fijarse en la forma en que iba vestida. Cruzó el porche y estaba atravesando el patio trasero cuando la detuvo bruscamente la voz de él que la llamaba.

Se giró, se le encontró viniendo hacia ella por el costado de la casa y corrió a su encuentro, lanzándose en sus brazos.

-¿Estás bien? -preguntó ansiosamente, con la voz tensa de ansiedad.

-Muy bien -respondió él brevemente, con indignación-. Se fue. El bastardo tenía alguien esperándole con un coche. Ni siquiera pude quedarme con el número de matrícula.

-Llamé al 911. Oí el disparo y temí... temí que tú...

Jace la abrazó fuertemente.

-Estoy bien, nena, todo está bien. Por eso no lo atrapé. Tuve que zambullirme en el seto para evitar que me dispararan.

Su voz estaba tan llena de indignación que Hayley se vio sorprendida por una risa nerviosa de alivio. Él le dio otro fuerte abrazo.

-Pongámonos algo de ropa. No quiero hablar con el sheriff con mis vergüenzas colgando.

Para cuando el sheriff llegó, les tomó declaración y se marchó, el sol estaba bien alto. Estaban agotados. Jace se negó a dejarla sola, a pesar del hecho de que había pocas probabilidades de que el supuesto asaltante volviera pronto. En ese momento Hayley vio pocas razones para mantenerlo en el sofá, así es que le arrastró a la cama. Él protestó, diciendo que necesitaba arreglar la cerradura, pero Hayley insistió en que durmiera algo. Una vez en la cama, no hubo ningún pensamiento de nada más, salvo descansar. Ambos se quedaron dormidos.

Hayley fue la primera en despertarse. Era casi mediodía y se encontró enredada con Jace. Estaba tumbada sobre su costado derecho. Él estaba sólidamente acurrucado contra su espalda, un brazo firmemente colocado bajo sus senos y una pierna sobre las suyas, con la pierna izquierda de ella entre las de él.

Tentar a un Lobo Where stories live. Discover now